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Jorge Fernández Menéndez
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Anaya y el espíritu de El Mosh.

Por: Jorge Fernández
Menéndez.

Es una suerte de doctor
Jekyll y mister Hyde. Dos discursos, dos personalidades políticas, dos formas
de ver y analizar las cosas en una misma persona. Al mismo tiempo que Ricardo
Anaya, el presidente nacional del PAN, impulsa y firma ante el INE la creación
de un Frente Amplio Democrático (como le dicen en el PRD) o de oposición (como
dicen en el PAN), ordena el secuestro de la Cámara de Diputados con unas
exigencias dignas de El Mosh, aquel dirigente del Consejo General de Huelga, un
grupo minoritario y sin representatividad, que mantuvo tomada la UNAM durante
casi un año.

Vamos primero con la
posibilidad del frente entre el PAN, PRD y MC. Como hemos insistido en este
espacio, el frente es una buena propuesta, pero la misma tiene que adoptar
formas diferentes que las alianzas del pasado. Para ser viable debe tener una
estructura similar a la que tiene el Frente Amplio de Uruguay, que acepta desde
corrientes liberales hasta a extupamaros, y que, sobre todo, acepta como
candidato a quien resulte ganador, sin vetos de sus procesos internos. Así han
tenido como candidatos y presidentes desde un José Mujica hasta un Tabaré
Vázquez, dos hombres que mantienen una fuerte distancia en su historia y forma
de ver la vida y la política, pero que han respetado un programa común. La del
FA de Uruguay es la más exitosa (y creo que única hasta ahora en América
Latina) fórmula de una alianza amplia que trasciende lo electoral y ha logrado
mantenerse en el tiempo sin perder su esencia original. Ojalá lo logre el
frente propuesto por PAN, PRD y MC, pero comienza mal si lo hace con vetos e
incluso expulsiones a quienes están en desacuerdo, si desde las dirigencias se
están distribuyendo desde ya las candidaturas. Un frente amplio debe ser un
ejercicio de apertura, porque ése es el sentido último de esa fórmula política
(unir a desiguales y diferentes en busca de un objetivo común) y no puede estar
precedido de cerrazón y castigos.

Lo más anticlimático en
el momento elegido para impulsar el frente es lo que está haciendo el PAN en el
Congreso. Le podrá gustar o no a Anaya que Ernesto Cordero haya sido elegido
presidente del Senado, pero ¿qué esperaba? Cuando surgieron las denuncias sobre
el patrimonio de la familia de Anaya, el presidente del PAN le declaró,
públicamente, la guerra al PRI y asumió como bandera el rechazo a Raúl
Cervantes como fiscal general. Estaba en su derecho, pero es un error colocar a
un partido tras la causa de un militante en particular (que podría, como lo
hizo, defenderse en forma personal), pero además, romper una agenda legislativa
por esa razón.

La propuesta original
de Cordero tenía apoyo de la mayoría de los senadores, el coordinador del PAN,
Fernando Herrera, la rechazó. Se propuso darle esa posición a Mariana Gómez del
Campo. El coordinador del PAN volvió a rechazarla y propuso compartir el
periodo entre dos senadores anayistas que no tenían consenso entre los demás
grupos. Ante la parálisis, se regresó a la propuesta original, la de Cordero,
que tuvo el apoyo, incluso, de quienes ahora son los aliados del PAN en el
frente amplio, el PRD.

Ante eso, la reacción
de los anayistas es irracional, digna de El Mosh, incluyendo acusaciones de
traición, cartelones y amenazas. Emulando al CGH de 1999, que decía que por un
aumento mínimo a las cuotas universitarias (una propuesta que rápidamente fue retirada)
y distintos cambios curriculares, se iba a “privatizar la UNAM” y a partir de
allí impusieron una huelga que los universitarios no querían. El PAN decidió
secuestrar el funcionamiento de la Cámara de Diputados argumentando que se
quería imponer la designación del fiscal general. Olvidemos por un momento que
esa designación tenía el apoyo explícito de Anaya y sus legisladores hasta hace
unos pocos meses, lo cierto es que ni Cordero ni ese grupo de senadores ni
Margarita Zavala ni Moreno Valle estaban en la lógica de la designación de
Cervantes como fiscal, lo declararon públicamente, incluso aquellos que
consideraban que el actual procurador tenía las cualidades para serlo.

Lo insólito viene
después, siguiendo al Mosh y al CGH, una vez paralizada la Cámara de Diputados,
piden un “diálogo público” con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong, para decidir el tema del fiscal. Piden que el propio secretario
de Gobernación “retire” el transitorio en la Constitución que establece el pase
de procurador a fiscal y que “haga aprobar” en la Cámara la iniciativa que
envió el Presidente (y que el coordinador del PAN, Herrera, como presidente de
la Junta de Coordinación política de la Cámara alta, nunca pasó a comisiones)
para que ese transitorio sea retirado.

Es una suma de
insensateces que demuestra que no se quiere llegar a un acuerdo. ¿Desde cuándo
se le pide al Ejecutivo que decida qué tiene que hacer el Poder Legislativo?,
¿con qué base legal se le puede pedir al secretario de Gobernación que quite un
artículo transitorio de la Constitución?, ¿qué quieren cuando piden un “diálogo
público y abierto”, cuando precisamente para esos diálogos públicos y abiertos
está el Congreso al que no dejan sesionar?

Es una suma de
barbaridades indignas de un partido liberal y siempre respetuoso de la división
de poderes como el PAN. La única respuesta posible es la que se dio: esos temas
son incumbencia y responsabilidad del Legislativo y debe ser el propio Congreso
el que decida qué hacer con ellos. Obviamente, si la Cámara de Diputados no
puede funcionar, ese debate no puede darse y las iniciativas no pueden votarse.

El tema no es el
fiscal, que recibió un golpe bajo con el tema del Ferrari muy similar al que
Anaya acusa que le fue preparado a él, sino la candidatura presidencial del PAN
y de la mano con ella la decisión de avanzar en el frente a partir de acuerdos
cupulares y no de un consenso de las militancias, de forma tal que sean las
dirigencias y no el voto ciudadano o las encuestas, las que decidan las candidaturas.
Ése es el pecado original, dentro del PAN, de una propuesta política que podría
ser interesante, competitiva y saludable… pero que nace con el espíritu de El
Mosh ensombreciéndola.

Por lo pronto, Anaya
logró lo imposible: en la Cámara de Diputados, el PRI y Morena se aliaron para
instalar la Mesa Directiva.

Jorge Fernández Menéndez
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