La Revista

Reducir brechas

Victor Corcoba Herrero
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Algo más que palabras, por: Víctor Corcoba Herrero

El futuro que es nuestro, o sea de cada ser humano, viene cargado de fisuras
deshumanizantes a más no poder. Nuestra primera obligación radica en colaborar
y cooperar, a pesar de los tiempos confusos y difíciles que se viven. Sin duda,
todos estamos llamados a facilitar la transformación de este mundo injusto,
desbordado por las desigualdades que existen entre países, incluida la brecha
digital; no en vano, una de las principales líneas defensivas contra el
COVID-19 se ha revelado a través de la sociedad de la información. Ahora bien,
este mar digital requiere también de su ética. Asistimos, pues, a una atmósfera
contaminante que no puede suplir el contacto humano, pero sí que puede
ayudarnos este espíritu tecnológico, con una sana utilización positiva de la
inteligencia artificial para todos, a llevar una vida mejor, mejorando la
atención sanitaria, la educación, las finanzas, la agricultura, la pesca, el
transporte y tantas otras gamas de servicios. Por consiguiente, ningún camino
puede ser cerrado. Todos nos merecemos explorar la moderna comunicación, pero
sin obviar que esto también trae consecuencias, tanto positivas como negativas.
De ahí, lo trascendente que es un buen uso, al ser un manantial de beneficios
para todo el linaje.   

Precisamente, esa buena orientación tecnológica debe de contribuir a
unir vínculos, no a discriminar como siempre a los ricos de los pobres; a que
sea una élite poderosa la que controle esos ciberespacios de recursos que han
de estar al servicio de todos y no en exclusiva de unos meros privilegiados.
Urge, por tanto, activar en todo el mundo un mayor espíritu sensible, cuando
menos para asistir a un orbe más equitativo, manteniendo el sentido de la
solidaridad entre todos. Desde luego, si apoyamos esta adhesión globalizada, sustentada
en el diálogo y en el intercambio de ideas libres, facilitaremos el encuentro,
más allá del espíritu comercial, que todo lo embadurna de interés. En
consecuencia, si es importante que los líderes políticos se abstengan de
cualquier acción que atice las tensiones y el desconcierto, de igual forma es esencial
que el mundo de las comunicaciones sociales se ejemplarice, reflejando los elevados
modelos de verdad, exigencia y sensatez con respecto a los derechos humanos,
así como con otros substanciales principios y normas, que nos hagan amar lo
auténtico, tornándose semilla principal de todas las bondades y virtudes.    

Nos enfrentamos, inevitablemente, a la elección de varios caminos, entre
los cuales el tecnológico es vital como expresión de apertura y de una renovada
corresponsabilidad mundial, que no debe marginar a nadie. La familia humana ha de
unirse y reunirse con la voluntad y la motivación de avanzar conjuntamente y no
dejar a nadie atrás, en este trabajo conjunto de reconstrucción de nuestra casa
común. Ojalá salgamos de nuestro egoísmo y el instinto de comunicación vaya más
allá del significado de las nuevas tecnologías, respetando y haciendo
considerar el valor y la valía de toda cultura. No me gustan esas imágenes que
nos degradan, que alientan y alimentan el odio y la venganza, que fomentan la
intolerancia y envilecen la belleza y la intimidad o que esclaviza a los más débiles
e indefensos. Tampoco es de recibo ese progreso tecnológico desigual, que
excluye descaradamente, y que conduce a otra barbarie más dictada por la ley
del poderoso. Por lo tanto, convencidos de que el bien colectivo no puede
desmembrarse del avance personal del individuo, es menester repensar sobre ese
progreso tecnológico, que debe ir acompañado de una moral que favorezca el
pleno desarrollo de toda la humanidad, de la persona en relación consigo mismo
y los demás, así como con el hábitat que le circunda.

En cualquier caso, hemos de reconocer que al instante en que el COVID-19
echó raíces en el planeta, el acceso a las tecnologías digitales se convirtió,
de manera instantánea, en uno de los determinantes más significativo del
bienestar ciudadano. De ahí, lo fundamental que es un consenso entre países
para asumir la necesaria tarea de una digitalización como una de las más primordiales
prelaciones a llevar a cabo, con vistas a futuras epidemias. Expandir el acceso
a la conectividad y a los recursos educativos digitales, es un esfuerzo al que
todos debemos ayudar, favoreciendo su uso positivo.  Al fin y al cabo, todos somos compañeros de ruta,
necesitando el apoyo unos de otros. A propósito, pienso en esa red que utiliza
la familia para estar más conectada entre sí, y luego cuando se halla en la
mesa también sabe mirarse a los ojos, entonces el recurso ha valido la pena. Lo
mismo sucede con la nueva era de teletrabajo, cuestión acelerada con la
pandemia, poniendo de manifiesto que equilibrar la aparente libertad de la
flexibilidad de la fuerza laboral con la necesidad de mejorar la productividad,
verdaderamente es todo un desafío a reconsiderar. Está visto, que el mundo se
nos queda chico ante el crecimiento de las plataformas digitales, que por una
parte conlleva oportunidades, pero también genera problemas para los
trabajadores y las empresas, lo que requiere además la necesidad de un razonamiento
global y de un entendimiento conjunto.  

Victor Corcoba Herrero
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