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Carlos Capetillo Campos
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Por Carlos Capetillo Campos
@capetillocampos / carlos_capetillo@hotmail.com

Ya no se sabe por dónde empezar. Cuando parece que se ya se tiene un tema que se piensa que es de interés social, surge otros que pueden no tener la profundidad de la importancia real, pero sin duda atraen la atención pública y los medios tienen claro que lo negativo vende más que lo positivo.
Y los dimes y diretes, sazonados con insultos y agresiones personales tanto en las campañas como en las asambleas, son el sabor cotidiano del lector o televidente o por las redes sociales.
A veces fatigan con tanto mensaje salvador que no se aprecia por ningún lado de la historia de los que los pronuncian.
Por lo pronto los candidatos a Gobernador en los tres estados donde habrá este tipo de elección, no han aprendido a pesar de los múltiples ejemplos que registra la historia moderna de la política nacional, que los ciudadanos ya aprendieron a recibir los regalos que les den los candidatos y prometerles a todos los mismo, su voto. O los reciben con la misma cara y de pronto los resultados en casilla sorprenden. Sorpresa desagradable para los que no entienden al electorado.
Porque hay candidatos que ya saben que van a perder, pero saben que la competencia política por muy raquítico que sea su resultado, su votación le va a redituar suficientes beneficios para ubicarse en alguna posición o sanear sus finanzas.
Pero el hartazgo social hacia los políticos y partidos políticos hacen que escuchen las promesas por más desbocadas que sean y no escuchan a mi santa madre, la negra preciosa, que diría a los políticos: mientras más ofrecen menos cumplen, u ofrecer hasta meter, pero una vez metido no hay nada ofrecido (desde luego hablamos de los votos al ánfora).
Y aunque un alto porcentaje de los mexicanos pueden no entender los indicadores económicos que se manejan con tanta soltura por los altos funcionarios del gobierno federal, si entienden perfectamente que los precios han aumentado y aunque aumenten el salario mínimo, cada vez más adquieren menos y tienen que trabajar más.
Y asusta el grado de cinismo de aquellos que son sorprendidos en plena ilegal faena, todavía dicen que no son culpables, que es un complot de la mafia del poder.
Y uno ya no sabe si reír o llorar cuando entrevistan a alguno de los candidatos que tranquilos o emocionados, dicen que él si va a cumplir y que los demás no saben lo que dicen, que él si conoce el problema de su Estado.
Y cuando les das seguimiento a los que los candidatos declaran y se comprometen, piensas que la misma empresa les da asesoría.
Pero hay algo muy claro, que independiente de promesas, ofertas, regalos y demás, los ciudadanos de cualquier nivel, actividad, sector, saben muy bien a quien le dan su voto, y aunque se señala con insistencia de que el voto electoral es emocional, la realidad es que los ciudadanos ya sea por rencor, gratitud o por cualquier sentimiento, va a votar por el que mejor conozcan, por el que por sus conductas hayan servido mejor, al que sientan más identificados con ellos, menos prepotentes, más discretos, menos mentirosos, más trabajadores y en estos procesos en curso y en los que de aquí adelante se presenten, la honestidad, transparencia serán los factores que más importen y la corrupción, la impunidad, la inseguridad, serán los lastres más calificados.
Que hay equivocaciones, desde luego, el último ejemplo son los Estados Unidos.
Pero no podemos terminar esta reflexión sin comentar lo que está pasando en el Partido Morena y sus candidatos y dirigente.
Han exhibido a varias candidatas a cargos de elección popular en actos de corrupción y como es marca de la casa, se limitan a decir que es culpa de la mafia del poder, que son inocentes.
Su Mesías como es su costumbre quiere regañar a todo el mundo y a todo el mundo descalifica.
Y ante la desesperación de ver como se le esfuma su posición en las elecciones a Gobernador, da plazos perentorios a los demás partidos para que se sumen a su partido, se humillen ante el Dios Andresito.
A todo el que no le acepte sus calumnias y mentira, lo suma a lo que él llama la mafia del poder.
Y como siempre, abandona a su suerte a todos o todas que roban para él y son sorprendidos. Vaya calaña de tipo.

Carlos Capetillo Campos
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