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Reflexiones en voz alta

Carlos Capetillo Campos
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Por Carlos Capetillo Campos / carlos_capetillo@hotmail.com
@capetillo campos

Antes que nada, una felicitación al licenciado René Geremías Tun Castillo, por haber alcanzado la Maestría en Administración Pública, en la Universidad Anáhuac Mayab, este 6 de los corrientes.
Originario de Halachó, en donde fue Presidente Municipal y también por ese Distrito fue Diputado Local, me ayudó eficientemente en el Seguro Social en México y Yucatán, así como en la CNOP en México. Un yucateco más que se supera.
Siete veinticinco de la mañana del 19 de septiembre del 1985, vivíamos en el Distrito Federal y me bañaba para acudir a mis labores en el Instituto Mexicano del Seguro Social, cuando Cielo me avisa que José Tort, jefe de seguridad del Instituto me hablaba por teléfono. Le dije que me reportaría al terminar de bañarme, pero él insistió porque era muy urgente, por lo que tome la bocina y me informa que el Centro Médico Nacional se había caído y le llegaban reportes de diversos daños en edificios e instalaciones del Instituto en el Distrito Federal.
Primero pensé que la fiesta se le había alargado, porque en el departamento que vivíamos no lo sentimos como para que se cayera ningún edificio, ligero bamboleo, las paredes de los edificios vecinos chocando con el nuestro y algo de yeso de los techos y paredes cayendo.
Obviamente suspendí el compromiso matutino y me dirigí al edificio de Reforma y le indique al Comandante Tort que no nos saturaran la comunicación que en ese entonces era por radio, no había ni redes sociales ni celulares y que la comunicación sería de nosotros a las unidades.
En el camino al Seguro empecé a apreciar escenas de pánico, pues las personas habían abandonado sus oficinas y se aglomeraban en las calles.
Al llegar al Instituto y pedir reportes empezamos a apreciar la magnitud de los daños.
Al llegar el Director General, el Lic. Ricardo García Sainz, le informo de los daños y le recomiendo que nos traslademos al Centro Médico Nacional y desde allí coordináramos las acciones necesarias.
Las calles bloqueadas por lo que los vehículos no podían transitar, entonces tome dos motocicletas para trasladarnos al Centro Médico. Los que conocieron personalmente al Lic. García Sainz, ya podrán imaginarlo montado en la moto, desde luego en la parte de atrás. El espectáculo del Centro Médico derrumbado era impresionante, como lo era la entrada y salida de las ambulancias con las sirenas todo lo que daban.
Había que tomar y tomamos el control de la gasolinera de enfrente para surtir las ambulancias de combustible.
Había que instalar un control de a dónde llevaban a los pacientes afectados y donde se ponían a los de nuevo ingreso, lo que parecía tarea fácil, pero en esas condiciones nada era fácil.
Y a evitar el saqueo de los vecinos de la colonia Buenos Aires en tanto llegaban las fuerzas de seguridad del gobierno.
Al caer la tarde la situación no estaba resuelta pero ya estaba controlada, decidí dejar un responsable y trasladarme al Centro Médico La Raza y el camino era impresionante. No había luz y las sombras que proyectaban los edificios caídos y los arboles eran dignos de las películas de terror.
Pero fundamentalmente mi preocupación básica era que mis hijos estaban en la escuela y no podían llegar al departamento.
Al llegar al Centro Médico La Raza, que no sufrió daños como el Centro Médico Nacional, pero ver los cuerpos de edificios separados, llamaba la atención y preocupaba.
Los ingenieros empezaban a fijar planchas de acero para sujetar los edificios.
Y había que trasladarse a la calle de Durango, donde un edificio del Seguro se cayó y aplastó a algunos compañeros que allí murieron.
Paso a ver a mis hijos que estaban en el departamento con Cielo, cuando se presenta una réplica que nos hace abrazarnos fuertemente bajo un marco de puerta.
Y las réplicas siguieron y la más fuerte, al día siguiente en la noche, que hizo abandonar con miedo, como consecuencia de la experiencia del día anterior los edificios ocupados.
En ese evento perdieron la vida mis tíos Socorro Campos y Francisco Torres, su esposo, Jorge Jure Cejín, gran amigo nuestro.
En ese entonces aprecie en su magnitud total, la solidaridad del pueblo mexicano. El gobierno federal se paralizó, empezando con su presidente, y solo destacaba la actuación de Jorge Carrillo Olea, Subsecretario de Gobernación, que, con su acostumbrada eficiencia y entrega a su responsabilidad, coordinaba las acciones de un gobierno impactado por los hechos.
Hoy 32 años después, pero el mismo día, 19 de septiembre, la Ciudad de México vuelve a ser víctima de un temblor de 7.1 grados.
Por las imágenes aprecio un pánico menor, ya con la experiencia del 85, y además este fue de menor intensidad, los medios de comunicación como las redes sociales, celulares, muchos más canales de televisión y mejores construcciones, pero, sobre todo, una ejemplar, maravillosa solidaridad humana.
Aunque los tiempos políticos electorales ya están corriendo, era muy importante hacer una remembranza de un evento que enlutó al país y afecto a miles de mexicanos, de hogares y puso a prueba el temple de un pueblo que supo resistir el embate de la naturaleza.
Desde donde estemos hay que ayudar y hay que hacer sentir nuestra solidaridad con los que hoy sufren y se enfrentan a la tragedia.
Te saludo cordialmente.

Carlos Capetillo Campos
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