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La reñida competencia por el voto
es una buena noticia

para la democracia electoral mexicana

Por Ivonne Melgar

La incertidumbre democrática marca las campañas de la mayoría de las 12 entidades donde se renovará gobernador.

Con excepción de Hidalgo, Sinaloa y Zacatecas, donde todo indica que el PRI conservará su hegemonía, en el resto de los estados la puja existe.

Aunque la ventaja sea favorable al priismo, sus candidatos tendrán que batallar en las próximas cuatro semanas para evitar que la oposición avance. Es el caso de Chihuahua, Durango, Oaxaca y Quintana Roo, donde los representantes del PAN —en los últimos tres casos con el PRD— son competitivos.

Situación aparte caracteriza a Tlaxcala, donde la carrera por la gubernatura es cerradísima entre dos mujeres de la oposición, la panista Adriana Dávila y la perredista Lorena Cuéllar. De manera que ahí el PRI va en tercer sitio.

Consecuentemente, los pronósticos reservados, la moneda en el aire y la tensión política se centran en Aguascalientes, Veracruz, Tamaulipas y Puebla, donde el PAN focaliza sus energías y sus posibilidades de crecimiento con Martín Orozco, Miguel Ángel Yunes, Francisco García Cabeza de Vaca y Tony Gali.

Sin embargo, en esas nueve entidades la suerte de los candidatos depende de su capacidad de prender los ánimos del electorado, pero también de la importancia que su plaza o su persona tienen para el partido que representa.

Y es que el camino hacia 2018 sí pasa por la aduana del 5 de junio próximo. Porque más allá de lo mucho o poco que los resultados le den a los punteros en la intención de voto, según las encuestas —Andrés Manuel López Obrador, Margarita Zavala y Miguel Ángel Osorio Chong—, estos comicios definirán la correlación de fuerzas entre los grupos y personajes de los dos principales partidos.

Así, por ejemplo, en Oaxaca, el priista Alejandro Murat es visto como un enviado de Los Pinos en pago a las deudas que el grupo del presidente Enrique Peña Nieto tendría con el padre del candidato, el exgobernador José Murat, a quien se le atribuye haber armado los primeros encuentros que dieron paso al Pacto por México con las cúpulas del PAN y del PRD.

Una derrota del priista frente al postulado por PRD-PAN José Antonio Estefan Garfias —militante del PRI durante 35 años— sería un golpe para el partido en el poder. Pero no necesariamente un tache para su dirigente Manlio Fabio Beltrones, quien buscó, se sabe, para los oaxaqueños un perfil diferente al del exdirector del Infonavit.

En cuanto a los panistas, si bien a todos importa avanzar, el triunfo de Antonio Gali en Puebla frente a la priista Blanca Alcalá resulta vital para el gobernador Rafael Moreno Valle, con aspiraciones presidenciales y ascendencia tanto en el interior del PAN como en algunos segmentos del PRD, si bien éste no lo acompaña ahora.

Otro escenario en el que los intereses interpartidistas pesan es Tlaxcala, donde la presencia de los altos mandos blanquiazules resulta clave para Adriana Dávila, quien sin embargo tiene en su contra frente a Ricardo Anaya y el propio Moreno Valle el hecho de ser considerada del grupo calderonista y, por tanto, aliada natural de la presidenciable Margarita Zavala.

Si a eso le sumamos que el triunfo de Tlaxcala podría ser el único que le dé un respiro al PRD, no resulta descabellado pensar que ahí los panistas no se morirán en la raya.

Pero más allá de los factores personales que cuentan en política, hay lecciones imprescindibles para el futuro inmediato. De entrada, el poco vuelo que han tomado los candidatos independientes. Como si el efecto Bronco se hubiera convertido en un defecto.

Pero ojo: sí están pulverizando el voto y tomando rebanadas superiores al 5% del total de la votación. Es lo que pasa en Veracruz con Juan Bueno Torio y en Chihuahua con José Luis Barraza.

Otra tendencia es la rudeza con la que está jugando el PRI, que se auxilia hasta de Anonymous para evidenciar las partes oscuras de los abanderados de la oposición, como sucedió ya con la riqueza inmobiliaria de Yunez Linares.

La más relevante lección —y que podría traducirse en el gran susto de la jornada— es el crecimiento de Morena, cuyo candidato en Veracruz, Cuitláhuac García, ya le pisa los talones al panista Miguel Ángel Yunes Linares y al priista Héctor Yunes Landa.

Es cierto que las encuestas son en su mayoría propaganda. Pero la alerta de que el aspirante del partido de AMLO viene con ímpetu no sólo se ha prendido en los sondeos, sino también en los cuartos de guerra de los primos Yunes.

Así que la moraleja de los comicios de 2016 estaría subrayando el posicionamiento de Morena como tercera fuerza electoral.

Esto significa el achicamiento del PRD y, en los hechos, la importancia estratégica que tiene para su futuro inmediato el hacer mancuerna con el PAN, partido que a su vez necesita de un aliado que le permita contender con el PRI-PVEM.

Así que a cuatro domingos de la cita con las urnas, la reñida competencia por el voto es una buena noticia para la democracia electoral mexicana. Pero también una batalla que dejará lecciones imprescindibles de atender en la guerra de 2018.

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