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Rompan todo

David Moreno
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En la pantalla, por: David Moreno. 

Toda obra audiovisual se cuenta desde un punto de vista. Éste puede ser el del director, el del productor o incluso el del estudio que pone el dinero para la realización de un programa de televisión o una película. Abordar un tema desde una perspectiva particular es algo que se da tanto en la ficción como en el documental, desde la misma se seleccionan los emplazamientos de cámara, las escenas que pasarán el filtro de la sala edición o que fragmentos de un diálogo o entrevista serán los que terminarán en el corte final. Por lo tanto una miniserie documental como Rompan Todo está contada desde una perspectiva, que en este caso es sin duda alguna la de Gustavo Santaolalla, productor ejecutivo y, sin duda alguna, uno de los más importantes productores que el rock latinoamericano ha tenido en su historia. Pero cómo toda perspectiva, la del músico argentino se encuentra limitada por sus intereses personales, por sus propias vivencias y por su trabajo. Ello no le quita validez pero hay que entender a Rompan Todo como un producto que está narrado desde tales limitantes.

El gran problema es que el documental se asume como “La Historia del Rock en América Latina”. Se trata de un título ambicioso, rimbombante y que promete mucho más de lo que realmente es en si el trabajo: una visión limitada de un fenómeno mucho más amplio, complejo y cuya narrativa aún sigue en pleno desarrollo. Era evidente que seis capítulos no serían suficientes para abarcar la historia del rock en todo un continente por lo que Picky Talarico, el director, se centra ante todo en lo que ha ocurrido en tres países: Argentina, México y Chile, con algunas referencias a lo sucedido en Perú, Colombia y Uruguay; para el documental no existe Brasil y su gran tradición rockera, mucho menos Cuba, Ecuador o Centro América. Y en lo que pone un énfasis especial es, evidentemente, en aquellos artistas a los que Santaolalla ha producido haciendo a un lado o minimizando a otros cuya importancia merecía capítulos enteros dedicados a ellos.

Aunque las ausencias han sido comentadas ampliamente en redes y diversos medios de comunicación no quiero dejar de señalar algunas: es increíble que no hayan aparecido personajes que, incluso sin ser exponentes del rock, fueron sumamente importantes para la elevación del género a niveles trascendentales dentro de la música del continente. Uno de esos casos es el de Mercedes Sosa cuyas colaboraciones con personajes como Charly García, León Gieco o Fito Páez fueron determinantes para que el rock deje de sentirse como algo proveniente del mundo anglosajón y termine por ser aceptado como un producto latinoamericano. Es lamentable que en el caso de México se ignore a intérpretes y compositores de la altura de Jaime López o Cecilia Toussaint y que se haga a un lado la enorme influencia que tuvieron rockeros españoles como Miguel Ríos, Radio Futura o Antonio Vega en una amplísima generación de músicos y en una buena parte del público del continente que abrazó desde este lado del Atlántico a muchas bandas provenientes de la llamada “Movida Madrileña”, músicos que también fueron fundamentales para que nos acostumbremos a un rock cantado en nuestro idioma. Es increíble que no hubieron referencias a un festival como el “Vive Latino”, cuya trascendencia es innegable para la consolidación del rock como un fenómeno propio de nuestra región. También es significativo que no se haya incluido a periodistas especializados en la materia y que han sido fundamentales para contar la historia del rock latinoamericano y ya ni hablemos de lo que la Academia pudo aportar para entender mejor el fenómeno cultural y social que el rock ha representado para nuestros países.

Al final uno se queda con la sensación de que se ha visto un producto apresurado (el sexto capítulo es la mejor muestra de ello cuando se quiere incluir un homenaje a Ceratti, una pequeñita mención al rock uruguayo y una limitada visión del papel que la mujer tiene actualmente en el género), sumamente condicionado por la obra de Santaolalla (por momentos parece un auto-homenaje) y por el formato elegido para contar la historia. Los rescatable es que tal vez Rompan Todo ha sembrado una semilla importante para que en un futuro alguien sin tantos intereses particulares como Santaolalla decida documentar audiovisualmente al rock latinoamericano en toda la amplitud que como fenómeno cultural, social, económico y artístico posee. Hay demasiado material, demasiadas particularidades para realizar tal empresa y entonces sí romperlo todo y no solamente una parte de ese gigantesco caleidoscopio que es el rock cantado en español.

Rompan todo está disponible en Netflix.

David Moreno
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