Por: Cristina Padín
Dicen que san Andrés estaba muy triste aquel mes de
noviembre. Se encontraba durante una temporada en la tierra, en una misión muy
especial, y cuentan que tanta situación absurda y surrealista le había causado
gran pesar.
Los amigos que había hecho en la aldea eran personas
excelentes. Y querían hacerle un regalo el día de su santo. Necesitaban tres
cosas.. y dos podían lograrlas sin mayor problema. La tercera, y en realidad la
que más feliz haría a san Andrés, era complicada.
Pidieron ayuda a B. Dijo que no.
Pidieron apoyo a C. No quiso escuchar.
Pidieron consejo a X. Puso una excusa.
Pidieron favores a R. Nunca dijo nada.
Organizaron un magosto para el 30 del mes que se despedía:
noviembre. San Andrés apreciaba las castañas y el fuego. Disfrutaría. Y
compraron un libro estupendo, versaba sobre toreo y flamenco, temática que
había enamorado al santo homenajeado…
Por hacer algo escribieron una carta al Gobernador. Con
escasa confianza.
La tarde del 30 de noviembre resultó muy amena y agradable.
Con aroma a Navidad y a tradición. El Gobernador, que no gobernaba, era un niño
de aldea. Humilde y sensato. Se ocupó muy pronto de la carta. Como siempre se
comportó con valentía…
Al caer la fría noche llamó al lugar. Todavía había una
sorpresa más. San Andrés podría volver al cielo en diciembre, como deseaba. Él
mismo había hecho las gestiones con una Estrella y en breves horas podría
regresar. Y él esperaba unas castañas asadas!
Qué buenas!
A san Andrés. Y a mi padre hasta el cielo
A noviembre, que se va, uff
A los M
A las personas que siempre están
A JC, M, B, A, JM, O
A las castañas
A los valientes que fueron niños de aldea
A la amistad real
A Luis
Y a los cuentos
A diciembre, que por fin llega
Al toreo y al flamenco