Reflexiones en voz alta, Por: Carlos Capetillo Campos
Durante
una campaña política, ya se ha vuelto normal que los candidatos y partidos
políticos usen toda clase de argumentos, estrategias, y tácticas, incluyendo lo
que se conoce como guerra sucia.
Esto
divide a la sociedad que se refleja en la votación y no es útil para el avance
la sociedad ni del país. Por eso es indispensable que, al concluir las campañas
políticas, los ganadores, sobre todo, realicen acciones que lleve a reconciliar
a los ciudadanos, partidos y diferentes agrupaciones y actores políticos y se
sumen todos a la tarea de trabajar por el bien del país.
Los
candidatos y todos los participantes de las campañas tienen como objetivos
únicos ganar el voto, la confianza y solidaridad de los votantes, y muchas de
sus promesas son para despertar el entusiasmo de sus auditorios, aunque en
algunos casos tienen claro que no son realizables y otros no son de beneficio
ni para los ciudadanos ni para el país.
Y
el ritmo acelerado que le imprimimos al actuar como gobernantes, muchas veces
inspirados por el afán de resolver los problemas sociales, perdemos de vista
que ya como gobernantes tenemos marcos legales y presupuestales que respetar y
el hecho de controlar el Poder Legislativo no debe llevarnos a utilizar el
Congreso para cancelar o aprobar lo que pensamos que debe de ser, o llevar a la
practica el cumplimiento de las promesas de campaña.
Y
cuando analizo, quizás con falta de información precisa y con soporte, pero veo
que, aunque tengamos coincidencia en el fondo con una serie de medidas
especialmente en la austeridad, que sin duda despierta el entusiasmo popular,
hay que cuidar las formas, hay leyes y reglamentos que respetar.
Imponer
medidas que afecta la economía personal y familiar a rajatabla, nos complica la
solución, genera resistencias, hace ineficiente la operación y lo que debe ser
nuestro ejército en defensa de las instituciones se convierte en nuestro
enemigo.
En
algunas reflexiones he comentado que la primera incursión como funcionario del
gobierno del Estado, en 1970, hace prácticamente 49 años, como colaborador de
un gobernador muy inteligente entre otras muchas cualidades, en su toma de
posesión como Gobernador en su discurso expresó: “se gobierna para todos, pero
no con todos”. Es decir, al equipo de gobierno se integraban colaboradores de
campaña, compromisos políticos, militantes del partido ganador y miembros de la
iniciativa privada que ocuparon las carteras de gobierno relativas a
inversiones y participaciones del sector privado, pero la obligación del
gobernante es encaminar sus decisiones a beneficio del país y sus
conciudadanos, para todos, no solo para los que votaron por él, sino para
todos.
Toda
decisión tiene un costo, algunos son económicos, otros son en tiempo para
alcanzar las nuevas metas por las resistencias generadas por los afectados y
que a la vez son los responsables de llevar a buen puerto las decisiones.
Muchas
veces los colaboradores simplemente se convierten en eco de las disposiciones
presidenciales o de sus superiores jerárquicos, ya sea para conservar sus
posiciones, sus privilegios ya que cualquier cargo importante en el servicio
público es un privilegio y en el menor de los casos por convencimiento.
Por
eso el gobernante necesita una opinión con el único interés de que le salgan
bien las cosas, que su único interés sea el que el amigo en el poder
trascienda, que sus decisiones sean de beneficio al país y a los mexicanos.
Y
siempre he dicho que es mejor y más fácil que una persona inteligente se vuelva
tu amigo, a que a un amigo se vuelva inteligente, sobre todo cuando tienen una
posición de poder, porque la soberbia domina cualquier otra visión.
Y
no nos guiemos solo por las encuestas, porque aunque es claro que en el mundo
no hay gobierno que resuelva de un plumazo todas las necesidades y aspiraciones
del pueblo, el fuerte apoyo popular con que el Presidente López Obrador ganó la
elección, mantendrá la simpatía popular hacia él, por lo que no se reflejara
pronto en desencanto, aunque hay algunas voces que empiezan a expresar su
preocupación y estas opiniones son estimuladas por el propio Presidente, que
insiste en que se le expresen sus opiniones, porque eso fortalecerá las
decisiones. Esto sí se discuten y toman en cuenta antes de que se tomen las
decisiones.