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Secuestro: delito siniestro

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Uno de los mayores logros de la humanidad ha sido la
promoción de los valores de libertad. Por siglos las ideas de servidumbre y
esclavitud fueron aceptadas por la sociedad, pero estas no pudieron permanecer
vigentes ante la necesidad de las personas de vivir en plenitud; y es que la
libertad es la cualidad que más nos humaniza. Es gracias a la libertad que los
individuos pueden hacer su voluntad.

Por esto, siempre he considerado que los secuestros
son delitos particularmente siniestros.

El Código Penal de Yucatán contempla el delito bajo
el nombre de privación ilegal de la libertad, no secuestro, lo que es un
acierto. Cuando hablamos de secuestros la principal transgresión que sufre la
víctima no es la violencia del acto, el menoscabo económico, o la angustia que
sufren los familiares; la principal transgresión es la de someter su voluntad a
la de otro ser humano.

Privar de la libertad a una persona es un acto
severamente deshumanizante por dos motivos. Primero, internamente, la víctima
se deshumaniza al estar en una situación en la que carece de la facultad de
actuar conforme a su voluntad. Y segundo, externamente, la víctima está siendo
deshumanizada por la relación que guarda con su captor, quien la trata como un
ente subhumano.

Esta es la razón por la cual los homicidios
ocurridos en situaciones de secuestro son sumamente trágicos. Significa que la
víctima vivió sus últimos momentos sobajada ante personas que la consideraban
poco más que un objeto de negociación.

México no es ajeno a la violencia. Figuramos,
vergonzosamente, en los primeros lugares de los rankings de países con mayor
inseguridad del mundo. Hace unos años, era el norte país la zona más afectada
por la inseguridad, actualmente, prácticamente todo el territorio nacional se
encuentra pintado de rojo con la sangre de mexicanos víctimas de la violencia.

Ahora, todos los ojos están sobre la Ciudad de
México por los asesinatos de jóvenes estudiantes quienes previamente fueron
secuestrados. Estos funestos sucesos dan visibilidad a la aguda crisis de
inseguridad que aqueja a la capital del país, respaldada por el aumento
significativo en los índices de incidencia de todo tipo de delitos.

Sin duda, son indignantes los secuestros y
asesinatos de estudiantes en la Ciudad de México, y la crisis de seguridad que
se vive en ésta. De hecho, esta indignación ha provocado que se pronuncien
voces exigiendo la renuncia de Claudia Sheinbaum, Jefa de Gobierno de la Ciudad
de México, por considerar que su mediocre desempeño ocasionó la crisis.

Sería injusto atribuirle a la jefa de gobierno de la
capital toda la responsabilidad de la crisis. Para empezar, en todo el país se
está complicando la situación de seguridad, no solamente en la CDMX.

Consideremos a nuestro estado. Desde que iniciaron
los problemas de violencia en el sexenio de Calderón, Yucatán se ha mantenido
como un referente de seguridad en la nación. Ahora, si bien continuamos
viviendo en un estado excepcionalmente seguro, es perceptible un aumento en la
delincuencia. Lo percibimos en notas refiriendo la entrada de cárteles al
estado, o en los escasos casos de secuestro que conmocionan a los yucatecos.
Las razones de este aumento de inseguridad son muchas, pero las principales
serían el crecimiento urbano de la ciudad de Mérida, y, como ya se mencionó, el
aumento de inseguridad general en todo el país.

Por esto, es correcto exigirle a la jefa de gobierno
que rinda cuentas sobre sus estrategias y logros en materia de seguridad, y es
correcto criticarle sus desaciertos. Sin embargo, sería indebido hacerla
responsable de los secuestros.

El aumento en el número de secuestros, y de la
mayoría de las prácticas delictivas, radica en la formación que están teniendo
los mexicanos producto del entorno en que se desarrollan. La estrategia para
combatir los secuestros no debería enfocarse en aumentar las fuerzas
policiales, sino en reconstruir el cruel México en el que están creciendo
millones de personas carentes de formación de valores y oportunidades. Este
cruel México que figura a niños “moneándose”, feminicidios, y pobreza que ha sido ignorado por pasadas administraciones
y generaciones de mexicanos por mucho tiempo, es ahora el nicho de donde emanan
los individuos que aquejan al país.

La gente no secuestra por malas decisiones del
gobierno, secuestra por necesidad. Cuando un sujeto considera viable privar de
la libertad a otro, México falló. Un mexicano que deshumaniza a otro privándolo
de la libertad, es víctima de un México que muchos decidimos ignorar.

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