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Segundo debate: Lo bueno, lo malo y lo feo

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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Por: Alonso Ronald
Ortiz García 

Los
internacionalistas nos dedicamos a esa cosa rara que es tratar de entender cómo
funciona el mundo. No perdemos oportunidad de comentar -cuando no debatir- los
aspectos que configuran las relaciones entre los Estados-Nación.

Uno
de los temas que nos apasionan es la política exterior. Definida como la
proyección más allá de las fronteras de los objetivos nacionales de un país, la
política exterior nunca se encontrará exenta de conflicto, siempre es resultado
del enfrentamiento del propio interés nacional con los intereses nacionales de
otros.

Pero
el conflicto también trae diálogo. Al encontrar intereses comunes se estrechan
lazos, se superan adversidades, se promueve la paz, se hace comercio y se
intentan resolver problemas comunes. Esto quiere decir que la política exterior
-si se asume estratégicamente- puede ser un mecanismo de desarrollo económico y
social para México.

No,
al hablar de política exterior, la nuestra no es la misma pasión que la de los
candidatos, que en el debate nos dejaron en claro que:

1)
Los temas de política exterior no son prioritarios en las elecciones, tienen un
abordaje muy reducido en los programas y plataformas electorales;

2)
La formulación de propuestas es incompleta, al olvidar temas fundamentales,
imprecisa, al utilizar conceptos vagos, e inconsistente, exponiendo medidas
parciales donde fue imposible ver un panorama completo de una política de
Estado y

3)
Algunos temas muy importantes se abordaron de forma difusa o de plano no se
abordaron porque sencillamente no mueven a la opinión pública.

Quiero
profundizar un poco en estas reflexiones compartiendo lo que observe este
domingo tratando de dividirlo en: lo bueno, lo malo y lo feo.

 Lo
bueno: una tenue agenda pragmática

En
general, los candidatos abordaron el tema de la política exterior desde
posiciones más pragmáticas y menos doctrinarias. Así lo exigen los momentos.
Hoy por hoy, la política exterior debe configurarse mediante la tensión de tres
elementos: el Sistema Internacional, el acontecer nacional y las decisiones
gubernamentales.

Así,
el Sistema Internacional orienta la discusión y la toma de posición hacia
grandes temas (seguridad, derechos humanos), mientras que el acontecer
doméstico vincula las decisiones hacia el momento histórico que atraviesa el
país (marginación, narcotráfico, migración, Trump) al tiempo que el liderazgo
gubernamental decidirá cómo y a través de qué medios será la proyección, más
allá de las fronteras, de los objetivos nacionales.

En
apariencia todos los candidatos comprenden la necesidad de una agenda
pragmática coincidiendo en un conjunto de temas: 1) la respuesta a las amenazas
de Trump y renegociación del TLCAN, 2) el reconocimiento del problema del
trasiego de armas, 3) el abordaje de las causas económicas de la migración, 4)
la necesidad de programas de acceso a educación, empleo y salud para migrantes,
5) el fortalecimiento de la protección consular y 6) la defensa de los
dreamers.

Lo malo: las
grandes omisiones

Pero
el debate se centró casi exclusivamente en las relaciones con Estados Unidos.
No se percibió interés alguno en abordar temas clave para redimensionar la
posición de México en el mundo. Algunas de estas omisiones son: 1) la necesidad
de reestructurar el papel de México en la ONU y otros organismos
multilaterales, 2) la visión y perspectivas respecto a la economía global y el
papel de México frente al proteccionismo, 3) las relaciones con los países
asiáticos, en especial con China y Japón, 4) las aportaciones de nuestro país a
la lucha contra la pobreza y desigualdad entre naciones, 5) la participación o
no de México en iniciativas regionales o globales de combate a la corrupción y
lavado de dinero trasnacional, 6) las propuestas concretas respecto al cambio
climático y 7) la posición con respecto a ciberataques y crímenes informáticos,
entre otros.

Lo feo: las
reducciones al absurdo

Las
afirmaciones que denotaron ignorancia, desconocimiento, falta de capacidad
analítica y técnica. Mencionaré cuatro ejemplos:

1)
“Denunciaré a Trump en la ONU”. Se puede denunciar, pero antes se tendría que
saber sobre qué hecho, qué tratado internacional está violando y, más aún,
agotar previamente todos los recursos judiciales vigentes en los tribunales
nacionales.

2)
“Aumentaré el salario mínimo”. El aumento en el salario mínimo por decreto
causa inflación. Siempre: las empresas reaccionan subiendo los precios de los
bienes y servicios que venden. La otra opción -señalan los economistas- es
apostarle a la productividad. Si la reestructuración económica es correcta, los
salarios tenderán a aumentar bajo la dinámica propia del mercado. Es el camino
más complicado, pero el más óptimo.

3)
“Mocharle la mano a los agentes aduanales”, más allá de los memes sabemos que
la pena de amputación es impensable desde cualquier punto de vista, sobretodo
del de los derechos humanos, pero el candidato sencillamente insiste en esta
idea, afirmando que no se trata de una ocurrencia.

4)
“Le propondré a los Estados Unidos una Alianza para el Progreso”. Recordemos la
historia: la de Kennedy fue una acción más que se sumó al terrible conjunto de
medidas que tomó Estados Unidos para intentar contener la influencia de la
izquierda revolucionaria en América Latina durante la Guerra Fría. Fue un
rotundo fracaso. Y surge la duda ¿cómo una propuesta exageradamente
dependentista podría generar el desarrollo económico que tanta falta le hace a
México y Centroamérica?

En
síntesis, tenemos que recordarles a los candidatos que la política exterior es
determinante para México. Falta mayor liderazgo, expresar con mayor amplitud
ese cómo y a través de qué medios será la proyección de nuestros intereses
nacionales.

Este
momento les exige construir una política de Estado que sea capaz de unir a
distintos grupos de personas y guiarlos hacia un conjunto común de valores
compartidos. En términos de visión, definir un propósito permitiría concretar y
prescribir el papel de México en los próximos años. Recuperar la pasión por la
política exterior es -hoy más que nunca- imprescindible.

Alonso Ronald Ortiz Garcia
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