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Seguro social.

Carlos Capetillo Campos
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Reflexiones en voz alta, Por: Carlos Capetillo Campos.

Por lo general, los funcionarios y ex funcionarios presumen de sus currícula, lo cual en la mayoría de los casos es un error, ya que esos documentos solo reflejan su paso por las instituciones, pero lo principal no se señala, sus resultados y como lo lograron, si los lograron.

Y fiel a la costumbre de los mexicanos, la renuncia del director general del Instituto Mexicano del Seguro Social, mereció que los mexicanos dijeran como cada vez que sucede algo parecido: lástima, tan bueno que era, pero cuando revisas su currículum éste no corresponde a sus calificaciones, ya que nunca ha entregado buenas cuentas en los cargos que ha ocupado.
El instituto Mexicano del Seguro Social es, sin duda, la mejor institución del sistema político mexicano, y su función abarca la protección no solo de la salud desde la gestación hasta la muerte, sino atiende una serie de programas de bienestar para la mayoría de la población, que, aunque tienen como fin la atención de la salud, abarca actividades deportivas, de educación nutricional, de organización social.

Ingresé al IMSS en el gobierno recientemente estrenado del Presidente Miguel de la Madrid, al terminar mi encargo como Director General de Cordemex, y recomendado por mi amigo de siempre Jorge Carrillo Olea.

Me entrevisté con el Director General del IMSS de ese entonces, Ricardo García Sainz, a quien no conocía y que me planteo qué quería, le dije que desde luego todo era posible, pero cual sería mi sueldo y mis prestaciones y me contestó que no sabía porque ningún funcionario se lo preguntaba. Le contesté que a lo mejor ninguno estaba pensando en el sueldo sino en los beneficios laterales, conmigo eso no existía, podía manda a hacer una auditoría permanente y conmigo no pasaba nada irregular de ningún tipo. 

Así fui nombrado Jefe de Servicios Generales a nivel nacional, que me permitió conocer las funciones de apoyo que requería el IMSS, como las ambulancias aéreas la flota área ejecutiva, los servicios de impresión, los de vigilancia, los de limpieza, ambulancias y de todo lo que no encontraba acomodo en la organización, simplemente allí lo mandaban.

Había cosas tan curiosas por llamarle de algún modo inocente, que, desde mi oficina en la ciudad de México nombraba a los jefes de servicio generales de los Estados. El primer caso que conocí fue el de Guanajuato por defunción del titular y el Delegado me llama para preguntarme a quien nombraría.

Otro absurdo administrativo de los que se encuentran frecuentemente en la administración pública del país.

Le dije que mientras regularizaba oficialmente esta situación, que con quien trabajaría ese funcionario, conmigo o con él, por lo tanto, que él nombrara y si funcionaba con las reglas de eficiencia, honestidad, creatividad y participación que había implanatado, no habría problema y si no, simplemente lo cambiaba y ya. Por lo tanto, procurara hacer una adecuada selección.

El temblor del 85 así me tocó, pero eso será otra historia, pero allí están los resultados y en las felicitaciones y fotografías de la entrega de reconocimientos son fieles testimonios.

Sustituí al todopoderoso sobrino del director general Arsenio Farell, el capitán Farell.

Al cambio de gobierno, el Presidente Carlos Salinas ratifica al licenciado García Sainz al frente del Seguro Social y él me solicita que continúe en el puesto, pero le dije que muchas gracias, pero en ese puesto no seguiría, 6 años eran suficientes, los cambios estaban hechos, todo estaba documentado y en otra responsabilidad con mucho gusto.

Me nombró Jefe de Orientación y Quejas a nivel nacional, lo que me permitió conocer las quejas de los derechohabientes y del mismo personal, que era el más numeroso del apartado A de la Ley Federal del Trabajo.

El servicio de orientación y gestoría en las citas por teléfono, las televisoras en las salas de espera (que no resolvían el problema esencial, pero ayudaba la espera de los pacientes), la creación de grupos organizados que eran los mas numerosos derechohabientes como los trabajadores de la CFE, Telmex, FFCC y Cía. De Luz y Fuerza del Centro, cuya dirigencia sindical y representantes ante el IMSS se les atendía personalmente.

A los dos años fue cambiado el Director y nombraron al Licenciado Emilio Gamboa Patrón, quien me indica que después de la asamblea anual del Seguro Social, me haría unas propuestas.

Después de la asamblea, esa noche, lo acompañe en su casa, manejando él su auto y analizamos que había pasado con el Seguro y hacía donde iba y me indicó que tenía tres propuestas para ofrecerme. La primera fue Delegado en Yucatán a lo que le dije que no siguiera, iría a Yucatán.

Fui delegado en Morelos, Querétaro y Distrito Federal (así se llamaba en ese entonces) y Mario Luis Fuentes el nuevo Director General del Seguro Social, me indica que había investigado quien podría atender la Dirección Regional Norte con base en Monterrey y que abarcaba casi la mitad del país y habían coincidido en mí. Así llegué a la Dirección Regional Norte donde terminé mi carrera en el Instituto después de 20 años y los resultados están debidamente documentados en las áreas correspondientes.

Por eso puedo hablar con conocimiento de causa de la mejor institución del sistema político mexicano: el Instituto Mexicano del Seguro Social. Hoy el Seguro Social nuevamente es amenazado por factores de la propia administración.

Por su importancia para lo fundamental para los mexicanos, el Presidente no debió hacer uso de sus facultades para nombrar a alguien de su servidumbre, los mexicanos merecen mucho más.

Carlos Capetillo Campos
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