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Semáforo verde para la muerte

Luis Ramirez Carrillo
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Hoy tuvimos de nuevo 35 muertos, sumando ya 1,721 y 146 contagios, llegando a 12,963. En su defensa a ultranza del semáforo naranja las autoridades insisten en dos cosas. Una, que todo está bien y continuar con la apertura es posible porque hay suficientes camas; y dos, que la pandemia va disminuyendo en intensidad. El afan autoritario está mal enfocado. Tendrían que partir de que la apertura es necesaria porque la economía de todos lo precisa, aunque la situación sea muy grave. Eso permitiría extremar precauciones a la población y, a las autoridades, enfocarse en medidas de control muy superiores a las que hasta la fecha han tomado. En cambio insisten en minimizar la pandemia y decir que ya vamos saliendo cuando a ojos vistas todo empeora. Ayer decíamos que el argumento de que hay camas se debía a que los hospitales públicos, en especial IMSS, ISSSTE, los del sector salud y los estatales; como el O’horan en Mérida, reportan una capacidad disponible alta porque aceptan sólo a pacientes graves, y con los síntomas avanzados, por lo que su índice de mortalidad es muy alto. Se les revierte la estrategia. Pero el argumento de que lo peor ya pasó y vamos mejorando también es cuestionable. Veamos las cifras. El primer caso de covid en Yucatán se reportó el 13 de marzo. El primer muerto el 3 de abril. Nos pusimos serios y en rojo. Tanto la sociedad como las autoridades yucatecas tuvieron un comportamiento razonable y el 8 de junio, dos meses y 5 días después del primer muerto en Yucatán, teníamos 2,150 casos y 211 muertos, pero México tenía 120,00 casos y 14,000 muertos. Yucatán ocupaba el lugar 20 en contagios y 16 en muertos. Nos ubicabamos en la “honrosa medianía”, como diría Juárez, tan caro al actual régimen, en medio de una deshonrosa pandemia. Pero medianía al fin. Satisfechos con esto se decidió pasar del rojo al naranja y empezar a abrir con timidez el 8 de junio y en forma el día 15 de junio. Amplios sectores de la sociedad se comportaron como si la epidemia hubiera terminado y salieron con descuido a la calle. Y el gobierno se conformó con dictar normas y dejó enormes focos de contagio abiertos. Uno se pregunta como decidieron volver a las actividades sin tomar en cuenta el mayor foco de contagio de la ciudad y el estado: el transporte público local y foráneo, y los paraderos, donde hasta un cuarto de millón de personas en Mérida y otro cuarto de millón en el interior del estado (cuando menos, si es que no el doble) entran en contacto entre sí todos los días. Y el número de contactos promedio al día de un solo viajero urbano es muy alto, entre 260 y 320. Así que ustedes multipliquen las probabilidades de contagio cuando en los espacios de transporte pueden haber unos 130 millones de contactos al día. Es obvio lo que podía suceder y sucedió. Se dispararon los contagios y las muertes de manera galopante. Y las autoridades tuvieron 3 meses desde el primer caso en Yucatán para pensarlo. Del 8 de junio al día de hoy, 18 de agosto, han pasado 2 meses y 10 días. 72 días en total. Si el 8 de junio teníamos 211 muertos hoy tenemos 1,721. Teníamos 2,150 contagiados oficiales. Hoy tenemos 12, 963. Y las cifras diarias fluctúan pero no bajan. Todo el país sube, cierto y México ocupa ya el tercer lugar mundial de muertos ya que hoy casi llegamos a 58,000 (oficiales, aclaro), también cierto. Pero Yucatán empeora día a día desde que pasamos a semáforo naranja. En un país que corre un maratón de la muerte, pasamos de ocupar el lugar 17 en contagios al 5; y de ser el estado 18 en muertos, al lugar 10 (por millón de habitantes, datos al 12 de agosto que son los últimos que tengo). No tengo que subrayar lo grave que es este aumento.Si México se adelanta buscando ser el primer lugar en este maratón de la muerte, Yucatán avanza con paso veloz para estar adelante en el país. Acumulamos 1,510 muertos y 10,813 contagios en 72 días. Toda una hazaña. Una sangrienta y dolorosa hazaña. Que no ha terminado ni terminará pronto si no se cambia de política preventiva para poder mantener el semáforo en naranja. De otra manera el semáforo será naranja para nosotros pero verde para la muerte, y esencialmente esperaremos que la inmunidad de rebaño empiece a funcionar allí como para octubre, si tenemos suerte. Mientras tanto seguiremos contando los muertos. Esperando no ser parte de la estadística, claro. Bueno salud y suerte. (Luis Ramírez).

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