Sic Sac, por: M.A. Elda Clemente Reyes.
“Si mañana no despierto, piensa que me dormí, para vivir el sueño de la eternidad”. Elda Clemente.
Nunca la iglesia estuvo expuesta a las redes sociales como ahora. El Coronavirus movió la agenda de gobierno, pero también la agenda religiosa.
La Pascua 2020, tuvo indicaciones especiales desde el Vaticano, dirigidas a obispos, seminarios, sacerdotes, monasterios y congregaciones, a respetar la manera de celebrar la liturgia de Semana Santa debido al virus y la prohibición de concentraciones públicas, emitidas por las autoridades.
Así por primera vez en su historia, se vivió una Semana Santa atípica, con la ausencia de fieles y omitiendo algunos pasajes bíblicos, que encontraron resistencias en las cúpulas de la iglesia italiana, quienes intentaron aprovechar el momento para “debilitar” al Papa Francisco.
Las misas empezaron a celebrarse omitiendo el saludo de paz, sin la presencia del pueblo y con transmisiones en t.v. y redes sociales. Domingo de ramos, misa crismal, jueves santo, viernes santo, sábado de gloria y domingo de resurrección, celebrados en la Basílica de San Pedro y la Capilla Sixtina, fueron encabezados por el Pontífice, vistos por decenas de miles de fieles que recibieron la bendición virtual.
Los católicos trasladaron su ferviente creencia a los altares de sus casas, donde las oraciones al Padre Eterno, Jesús, Virgen María, Espíritu Santo, Arcángeles y la orden celestial, reciben plegarias, peticiones de sanación y de resignación por los caídos en el mundo.
La Iglesia Católica también resiente la tragedia de la epidemia que ha llevado a la muerte a creyentes y no creyentes que se han puesto de rodillas. Hoy más que nunca, la humanidad necesita a Dios, por eso las homilías diarias tampoco se detienen, con una difusión sin precedentes y se continúa invitando a quedarse en casa, seguir las transmisiones y retransmisiones de las ceremonias y participar en el confinamiento en familia.
La pandemia paralizó la actividad económica, los rituales de la Semana Santa y golpeó la actividad de profesionales del arte sacro quienes tuvieron que guardar sus obras para otro tiempo. Este año, no pudieron ser exhibidas ni usados los bordados, túnicas, flores, y mantos o estandartes recién restaurados.
La fe pasa su mayor prueba de fuego, es momento de fortalecerla en oración y acción, acercándonos más a Dios, solo de esa forma podremos ser capaces de ganar su favor para destruir el plan de los perversos, llamado Coronavirus.
Si esta pandemia no transforma la mente de los maquiavélicos, quiebra los corazones duros y no doblega a los orgullosos. Que Dios los bendiga, no hay nada que hacer por ellos.
Ánimo, aunque muchos perezcan, no es el fin del mundo, todavía no.