Algo más que palabras, por: Victor Corcoba Herrero.
Es hora de que los líderes del mundo se impliquen en pactar, en
entenderse, en llevar a buen término su compromiso de servicio, de respeto,
protección y garantía de los derechos humanos, más allá de la letra impresa en
sus programas de gobierno. Hoy más que nunca hace falta fortalecer el estado de
derecho y la consolidación de las instituciones públicas. El momento es crítico
en muchas partes del planeta, ante la desconfianza y la insatisfacción de buena
parte de los moradores, que no comprenden las actitudes interesadas de sus
gobernantes, dispuestos en su mayoría a enriquecerse, en lugar de servir al
bien común, que es lo que realmente nos engrandece. Sea como fuere, todos
estamos llamados a cooperar, los que nos gobiernan, con el compromiso de servir
responsablemente y para todos, y los gobernados, con la participación y mayormente
con la crítica constructiva. No olvidemos que es en comunidad, como se avanza
hacia un decoroso nivel de vida que todos nos merecemos, por el hecho mismo de
cohabitar como sujeto de derechos y obligaciones. De ahí la importancia de
sembrar ese sentido natural respetuoso que nos trasciende y humaniza.
Ahora bien, no se
puede sembrar el entendimiento desde un espíritu corrupto, es necesario que la
autoridad, aparte de ser legítima, defienda las instituciones con ejemplaridad
y sometimiento a ese orden innato de transparencia y sano raciocinio, cuestión que
está íntimamente ligada a la naturaleza humana y que debe redundar en provecho
de todos. Estamos llamados, en todo caso, a ser fuerza de unión y unidad. Por
este motivo, será siempre necesario tender puentes, atender debidamente a ese
bien universalizado, que nos afecta a toda la familia humana. Sin duda, hay que
subrayar la labor de las Naciones Unidas para el mantenimiento de lo armónico,
una inversión en favor de la paz, la seguridad y la prosperidad mundiales. En
este sentido, nos llena de júbilo que puntualmente este año celebremos el
setenta aniversario de las operaciones de mantenimiento de esa concordia
activada por la ONU, un mecanismo único y dinámico diseñado para auxiliar a los
países desgarrados por los conflictos. Es de justicia, por tanto, reconocer la
labor de más de un millón de mujeres y hombres que han prestado servicio,
durante siete décadas, en nombre de una bandera que nos ensambla.
Para este
ensamblaje cultural requerimos la colaboración de todos, ante los difíciles
escenarios que existen en la actualidad, sobre todo en la promoción de los
derechos humanos y, también, en la lucha contra la explotación y los abusos
sexuales. No podemos caer en la torpeza de no hacer nada. Nuestra misma
escritora mística española, Santa Teresa de Jesús (1515-1582), nos lo recuerda con este símil: “La tierra que no es
labrada llevará abrojos y espinas aunque sea fértil; así es el entendimiento
del hombre”. Naturalmente por esto, hemos de cultivarnos constantemente, hemos
de reflexionar y no cerrar los ojos. Eso jamás, pues el ser de las cosas, es el
origen de nuestras ideas, cada día más necesitadas de escucha para que pueda
restablecerse esa sintonía armónica que todos requerimos para vivir. Dar la espalda y no dar oídos a lo que se
dice, se comenta o se habla, lo que nos hace es endurecer el corazón,
llevándonos a caminos de insatisfacción permanente. Las consecuencias no se
dejan esperar. El vacío interior que creamos con la pasividad es tan grande que
todo se muestra como un caos que nos deja en un estado de confusión y malestar
continuo.
Sorprenderse,
reprenderse y extrañarse, es una manera saludable de iniciar ese entendimiento
consigo mismo para luego revertirlo en los demás y poder sentirnos seguros. Uno
no se sosiega a base de golpes, únicamente puede alcanzarse por medio de la
sensatez. Una persona sensata está siempre dispuesta a abrirse a la verdad, a
caminar observándose, a ceder a toda rectitud y a actuar con prudencia,
justicia y clemencia. Al fin y al cabo, lo
fundamental, radica en comprenderse para poder enmendarse, en cómo salvar a la
humanidad, salvar vidas, salvar a las futuras generaciones. Justo estas son las
prioridades del plan de desarme integral presentado recientemente por el
Secretario General de las Naciones Unidas, en el que propone desde la reducción
de cabezas nucleares hasta la regulación de las armas pequeñas o las basadas en
la inteligencia artificial, pasando por la creación de mecanismos para
garantizar la rendición de cuentas de quienes utilicen armas químicas o
biológicas. En fin; que no hay pasaje para el amor, que el amor es el único y
exclusivo pasaje para la paz.