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Ser Papá

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares. 

Ser Papá
Con lo que Hubo y con lo que Hay

La idea que se me ocurrió para iniciar hoy fue: que sea este artículo un regalo para los papás. Con sólo pensarlo unos segundos, me sentí como en aquellos tiempos en que para el día de las madres las sartenes o lavadoras eran el “trending sales” para todos los buenos hijos/as, acorde a sus presupuestos.

Hijos afortunados de tener a su papá: ¡NO! Aplíquense en un regalo, algo que le alegre el momento, día, mes o de plano algo que conserve en ese rincón de recuerdos que no es tan visible como el de mamá, la abuela o el hermano/a, pero existe y de tiempo en tiempo papá se roba un momento para volver a él.

Y: colegas de vocación, hermanos papás: comparto estas líneas para invitarlos a sentir, compartir y, si gustan, conversar sobre lo que somos y aportamos, que no es cosa menor, pero sí sólo una parte de lo mucho que aspiramos a dar, desde el momento maravilloso que nos convertimos en padres; un momento que no fue físicamente doloroso, ni se gestó en 9 meses, pero sí, para la mayoría, fue muy interno y prácticamente eterno.

Sé y defiendo que cada persona es distinta, y por tanto, cada papá lo es. Procuro alejarme de los estereotipos y lugares comunes, sobre todo en temas que me importan tanto. Así que me enfoco en elementos que puedan estar presentes en suficientes casos como para que sobre ellos podamos coincidir un cierto números de papás. Nuestra función de siempre, los cambios de ideologías y prácticas y el ritmo de la maldita posmodernidad, facilitan meternos a todos en un cajón; pero cada cual, en su hacer diario marca su resistencia y logra su propia forma de ser papá, aunque compartamos ciertas dudas y temas en el proceso. No todos andamos “solos y esperando”, pero si muchos somos “buen tipo”.

Me voy por momentos, entonces, casi temporadas. Hasta hace dos o tres décadas era común que los escritos sobre el rol del padre fueran una especie de manual para novatos entre centenas de libros o revistas sobre el rol de la madre, la familia o cómo educar a los hijos. Ejemplos destacables en la literatura especializada abordaban con buen detalle el tema y sacaban a flote el sentir habitual y las luchas del hombre por ejercer una paternidad plena en un mundo donde ser hombre era ser fuerte, y ser padre era engendrar y obligar al varón a convertirse en fuerte también y a la niña en virtuosa.

Destaco con afecto la labor en ese sentido de quien considero mi psico-padre, José de Jesús González Núñez, con su acento en el tema de la figura paterna y todo lo que psicológicamente se deriva de ello en la experiencia de vida de los hombres. Pero no me pondré técnico, sólo resalto algunas ideas que, antaño y hogaño, considero válidas y de utilidad para quienes estamos en la labor.

Sucede que por mucho tiempo ser hombre estuvo definido por lo que NO debería ser: no llora, no siente, no se raja, no comparte su intimidad, no falla, no falta a su palabra… Y esa misma tendencia se transportaba y transporta aún a ser papá. Un papá NO es una mamá (aunque se aplauda que algunas de ellas sí son padre y madre a la vez), NO le falla a sus hijos (aunque sea endemoniadamente difícil a veces poder cumplir), NO se queja porque necesite algo (pues primero está lo que necesitan los hijos y la pareja)… Y cabe aquí todo aquello de que es válido tener nuestro espacio, tiempo y prioridad. Si actualmente los tienes, y cada cual en tu familia también: vamos bien. Puedes decir lo que sientes, lo que se te dificulta y es correcto que la familia lo sepa, lo escuche y apoye, aunque eso no significa que puedas rendirte en procurarlo.

Otro tema de “siempre”, es que frente a la prioridad que natural, corrijo: frecuentemente, tienen las mamás, el rol de papá queda definido por el apoyo a ella o lo que ella no sabe, considera o quiere hacer… En ello, afirmo, compañeros: nos toca ser alternativa; esa otra fuente de sentir y aprender que para nuestros hijos represente diversidad, otra inspiración, una segunda opción, una coincidencia parcial, pero no total o incluso a veces una capacidad de ceder, aún teniendo un punto de vista distinto, o en otras una opción que se atiende, aunque mamá no esté de acuerdo, pero también a veces cede.

Y un tercero para que sea didáctico, je, desde siempre y todavía, somos para hijos e hijas un excelente modelo de cómo se construyen las relaciones, cómo se trata a una mujer y a otras personas, lo que se puede sentir, expresar, compartir y entregar. En cierto grado, suficiente para que ellas no se ofendan, pero sí lo disfruten: una parte de lo que nuestros hijos entienden, aprenden y valoran de nuestra paternidad está mediada, casi reportada, desde lo que ella siente, dice y reconoce de la relación que con ella tienes y de tu forma de ser papá a los ojos de ella. Justicias aparte, así es: tómalo en cuenta.

En la siguiente temporada los cambios que tenían que darse en los roles de género y la “dominancia patriarcal” empezaron a ocurrir rápidamente e incluso algunos que no eran parte de lo necesario empezaron a empujar también hacia el extremo; entendible, pero confuso y hasta cierto punto contradictorio. El caso es que el manual de la temporada anterior dejó rápido de tener vigencia: ya no era claro lo que había que aportar hacia el hijo a diferencia de la hija, ni el vacío que generaríamos con nuestra ausencia, ni siquiera lo que en casa nos tocaba hacer y afortunadamente, je, tampoco la imposibilidad de sobrevivir sin tu sueldo o aportaciones, aunque también la esperable lluvia de sueldos embargados; así que aportas, quieras o no, generalmente con justicia, en algunos pocos casos… no sé.

Más algo podemos tomar de allí para fortalecer nuestra paternidad auténtica y efectiva. Veamos… No nos toca enseñarles a ser hombres, ni ser el referente para que sean mujeres, nos toca ser parte activa de que sean seres humanos plenos; más complicado, más básico, más “padre”, je.

Dos. Tengamos hijo o hija, lo que sea nuestra actividad es plenamente compartible, heredable, o por lo menos un grato momento de dejar saber que lo que elegimos o a donde la vida nos llevo es ejemplo, fuente y vivencia para nuestros hijos. Ya no tenemos que limitar a uno u otra porque se vayan a desviar de cosa alguna. Aún mejor, ya no es desviarse elegir libremente su vocación, su preferencia sexual, su modo de vivir.

“¿Y la herencia Apá?” Aquello que tanto valoramos de lo que aprendimos, o con lo que sobrevivimos… ¿qué hacemos con ello si a esta temporada suena misógino, suena viejo, suena intolerante, suena a meme del que cualquiera se ríe? Viene la maravillosa y atrevida oportunidad de madurarlo, extraerle el valor y los principios y refrendarlo como propio, como un potencial de enseñanza o posibilidad, que es mío, lo comparto como mío pero queda al alcance de quienes se están formando aún. Ya no como un “¡Así es!”, ni siquiera como un “en mis tiempos…”; sino como un “cuando hacíamos esto, la parte equivocada era esta, pero había esto de bueno…”. Ejemplo: “Sí, dominar a la mujer era machismo, no debió pasar, nos excedimos; pero sigo pensando que usar maquillaje para llamar la atención es algo que no necesitas, por ello mientas seas niña, no estaré de acuerdo, y cuando llegues a los XX años, podrás decidirlo con los motivos que entonces tengas, antes no. Y si eres niño, aplica lo mismo”.

Seguro que tú tienes mejores ejemplos: vale convertir lo excesivo de antes en principios renovados. Una de las razones que han generado que cada vez los padres (ambos) pierdan más efectividad educativa, y que los medios influyan más en el pensar y el hacer de nuestros hijos, es que los padres renuncien a ejercer; lo cual mucho tiene que ver con renunciar absolutamente a lo que han creído, en vez de hacerlo selectivamente. Si a eso le sumamos factores como la disminución de tiempo de mamá y papá en el hogar, el potencial creciente de los medios, la universalidad del acceso a dispositivos y la desintegración de las familias extensas y las redes sociales (las auténticas, las de personas en la comunidad)… estamos como estamos.

Y ya atendiendo a la temporada actual, parece que la paternidad tendrá su lugar y definición en la semana siguiente, siguiendo, pero no superando, a la separación del momento o la ocurrencia presidencial de la semana que corre. Figuritas y breves notas recicladas y repetitivas, en un sentido y en el contrario pondrán de relieve el valor que deben darte (te mandarán el “post”), la claridad de tu rol (cientos de “likes”) y la motivación para continuar, cambiar, olvidar, permitir, comprar, exigir, reenviar (o lo que el algoritmo sepa hacer contigo).

Lo que toca atender, si queremos, o contradecir, al cabo que estamos en la maldita posmodernidad, je, es: nuestros hijos/as creen que no sabemos usar como ellos los dispositivos (y tienen razón) y venimos de una época donde la paternidad no se ejercía con dispositivos (aunque hoy parezca inimaginable).

En efecto, en actualización y velocidad, nos superan ampliamente, ni al caso competir con eso. Lo que sí podemos aprovechar es que, en efecto, para nosotros los dispositivos representan otras posibilidades de uso, que nuestros hijos, y tal vez algunas mamás, no acostumbran. Lo sabemos, pero ¿lo aprovechamos? A nosotros los dispositivos nos mejoran la memoria (de fechas, de frases, de fotos, de promesas…) que antes podíamos descuidar y hoy les podemos delegar. Nos mejoran la presencia, pues antes trabajar significaba no poder estar con ellos, pero ahora podemos rastrearlos, escribirles, llamarles, hacerles saber lo que hacemos, lo que sentimos, hasta hacerles memes caseros, pues… si queremos estar omnipresentes. Nos mejoran la enseñanza, ya que sí sabemos distinguir entre lo útil y lo inútil entre los cientos de contenidos de cualquier cosa que queremos que entiendan y verlo juntos, comentarlo o por lo menos llenarles sus megas con ese tipo de contenidos.

Y ojo, algo que a estas alturas ya puedes saber, o al menos sospechar… Lo que más recordamos de nuestros papás (y mamás claro, pero ellas no son esta semana el “trending”) no es lo más bueno, ni lo que de niños o jóvenes decíamos que nos gustaba… Sino lo que más vimos, le escuchamos decir o le diferenciaba de las otras personas. Y a lo largo del tiempo esas frases o costumbres, pasamos de escucharlas con sorpresa, a notarlas repetidas, a rechazarlas con aburrimiento o pena, a burlarnos de que siguieran ocurriendo, a olvidarlas temporalmente, a recordarlas con imprecisiones, a retomarlas en un momento de dudas y a tomar, algunas de ellas, como guía de lo que somos como adultos. Así que no desistas, esa forma en que hoy funciona, no será el efecto a largo plazo; sólo cuida que sea lo que en realidad crees que es bueno para ellos/as.

Y… sí, venimos de una época en la que se educaba, se vivía y se resolvían las cosas sin estos dispositivos. Lejos de intimidarnos o usar nuestro tiempo en rechazar o disculparnos por no ser tan eficaces en el uso de dos pulgares, mantengamos en práctica eso que afirmamos que era mejor. Varias películas ilustran cómo el volver a la naturaleza, a los juegos, a los pasatiempos, a las conversaciones , reuniones y convivencias, incluso a la música de antaño, luego de breve resistencia, genera en los niños/as y adolescentes una apertura de sus sentidos, imaginación, creatividad y, exageremos, humanidad. Son películas, pero prueba: no reclames, no hables de ello, genera un espacio para que lo vivan… Yo calculo al menos un éxito por cada dos intentos.

Saca de ese rincón, donde cada vez te das menos tiempo para recordar, las fotos, los artefactos, las cartas, las estampas, los juguetes… lo que hay. Inspírate, al menos, o francamente comparte… No conozco experiencia más formativa para un hijo/a que vivenciar lo que su padre (o madre, pero sha la la) sentía, decía, conocía y disfrutaba cuando era niño o adolescente. Sólo es cuestión de hallar el momento y generar el ambiente.

En la mayoría de los espacios que me toca hablar, me presento con claridad y orgullo como Papá. Sospecho que entiendes por qué y probablemente compartes mis motivos. Así que un beso para mi papito amado, que ya se adelantó, y un abrazo Colega Papá, un abrazo de empatía, de solidaridad y con mis mejores deseos en la lucha en la que te encuentres hoy en favor de tus hijos/as. Y si gustas conversar de ello, sólo escribe.

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*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Especialista, Maestro y Licenciado en Psicología
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.
Presidente de AME Adolescentes, A.C.

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