La Revista

Serían las ocho de la mañana de un día…

Cristina Padin
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Y serían las ocho de la mañana de un día de mayo. El hombre que sabía lo que tenía que hacer y sabía además cómo hacerlo salió temprano de casa. Bueno.. casa… La vida ya no era como había sido hasta entonces. No se vivía en casas, simplemente las personas disponían de unos pequeños habitáculos llamados el agujero donde pernoctaban y descansaban…

Cuando les quedaban minutos para el reposo..

El hombre que no quería vivir así y además pensaba hacer todo lo posible para que la vida recobrara la normalidad caminó por la calle. Sonriendo… Recordaba tiempos felices y pretéritos: el aroma de su pueblo, naranjas en los árboles, pan con chocolate para merendar, las tardes sin prisa y con risa entre amigos, los triunfos de Morante, el amanecer cabalgando a la luz de la Luna..

Qué bello fue vivir!

Serían las ocho de la mañana de ese día de mayo cuando el hombre que era valiente y verdad llegó a la estación del tren. No tenía él permitido viajar, pero logró comprar un billete. Iba a ganar una batalla. No sabemos ni su nombre, dijeron algunos escépticos. Ya lo aprenderán, repuso él. Tan sereno como seguro esperó en el andén. Era una jornada de calor…

Ya contaremos lo que pasó en su misión…

Inicia como El árbol de la ciencia como homenaje a Pío Baroja
Para las personas que saben lo que hay qué hacer
Para Luis
Para Morante: recuerdo como si pasaran diez minutos aquella tarde de hace diez años
Para mi mago: tú tenías razón, todos se aprendieron tu nombre
Para el jefe. Para uno y para otro
Para los recuerdos
Los lectores
Rocío
Y Pau

Cristina Padin
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