La Revista

Silencio

Cristina Padin
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..se rompió el silencio sereno y blanco. Alma y arte en el dedo que acariciaba las cuerdas de aquella guitarra. Ya había pasado todo, y sin embargo todavía no se sabía nada. Caía en oro y luz la tarde de los primeros junios, y todo en la estancia se volvía flamenco y son, arrebato y sensación, vida y pasión..

Allá, lejos de la casa, el silencio negro no era compatible con los puntos suspensivos. Era un punto y final. Y final, el silencio del fin.. el fin, lo que duele con dolor afilado y húmedo, lo que quema, lo que escuece. En la soledad del lugar el silencio había llegado con su ley, y lo cubrió todo de nada.

De lo que después sería llanto. Angustia.. y duelo y pregunta y desazón. Ira. Lágrimas…

Los caprichos del tiempo seguían marcando el ritmo del guitarreo español. Rojo y esencia en un sitio, silencio y amargura en otro. Son los misterios de lo de dentro. De lo que importa. El sabio que tocaba la guitarra, si supiera lo que acababa de suceder, hablaría en voz bajita con su propio ser. Y con Dios..

Rezaría para suplicar ayuda. Ayuda para que ese silencio mortal, que siempre dolerá lo mismo, un día pueda doler un poco menos lacerante. El silencio de aceptar los caminos divinos..

Sentía la necesidad de escribir algo para el alma de Mario Aguilar, para su familia
A René Aguilera
A mi querida Paty
En el silencio de cada oración a mi querido Luis
Al toreo
A los guitarristas

Cristina Padin
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