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Sin drenaje no hay remedio

Manuel Triay Peniche
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En 2 días llovió lo de 6 meses

Por Manuel Triay Peniche
En la primera mitad de los años 70 el gobernador Carlos Loret de Mola comenzó una tarea que resultó imposible: el drenaje urbano. Su costo, pero sobre todo la falta de una tecnología adecuada para romper la capa rocosa sobre la que se cimienta Mérida, fueron insuperables y dos o tres inmensos tubos de asbesto quedaron tirador por ahí, como testigos mudos del fracaso.
Pocos años después, el presidente de México José López Portillo, quien se encontraba en Chichén Itzá donde inauguraría el espectáculo de Luz y Sonido, anunció que bombo y platillo que siglos adelante, cuando los arqueólogos exploraran Mérida, constatarían que fue una ciudad con drenaje. Sus ingenieros y economistas le recomendaron comerse sus palabras.
Así la fundaron los españoles en enero de 1542, así la hemos vivido durante 482 años y no tengo duda que igual la verán nuestras próximas generaciones. Por más pozos pluviales que se perforen, por más mantenimiento que éstos tengan, una precipitación de 412.6 milímetros durante dos días no la aguanta ninguna ciudad del mundo por muy bueno que sea su drenaje, al menos no en dos minutos.
El promedio anual de precipitación pluvial en Mérida es de 1,020 milímetros, por lo que en sólo dos días llovió casi el 50 por ciento. Eso motivó que nuestra ciudad capital quedara prácticamente bajo el agua, que decenas o cientos de vehículos quedaran varados en las calles; las casas inundadas, paredes o techos colapsados sí, pero, justo es decirlo, horas después nuestras calles quedaron transitables.
¿Qué aparecerán mil baches? No mil, miles de miles, y es algo que tampoco tiene remedio debido a que la mayor parte de nuestras calles han visto pasar su vida útil, y, desde luego, a que la acumulación de esas aguas torrenciales que nos han caído encima nos tienen paralelo.
¿Qué nos queda? Adoptar posturas más civilizadas, coadyuvar a las autoridades con la limpieza de la ciudad, estar conscientes que nuestras calles permanecerán inundadas tras los aguaceros, cuidar más lo que tenemos y rezarle a Dios parque distribuya mejor sus torrenciales aguaceros.

Manuel Triay Peniche
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