La violencia en Sinaloa ha alcanzado niveles críticos, registrando 19 homicidios entre el 9 y el 13 de septiembre de 2024, con la mayoría de los asesinatos ocurriendo en Culiacán, la capital del estado. Estos hechos son parte del conflicto entre facciones del Cártel de Sinaloa, donde los grupos liderados por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán y los seguidores de Ismael “El Mayo” Zambada se disputan el control del cártel. La población de Culiacán vive con temor, mientras las autoridades enfrentan críticas por su incapacidad para contener la creciente violencia.
Este brote de violencia en Sinaloa refleja la fragmentación interna del cártel, donde las facciones se enfrentan con extrema violencia para controlar las operaciones del narcotráfico en la región. Durante estos cinco días, se reportaron balaceras, secuestros y ejecuciones que han sumido a la población de Culiacán en un estado de miedo constante.
El conflicto entre los seguidores de El Mayo y los hijos de El Chapo se intensificó tras la detención de Ismael “El Mayo” Zambada en julio de 2024. La acusación de traición por parte de los Chapitos, quienes supuestamente facilitaron su captura en Estados Unidos, ha generado un enfrentamiento que ha impactado gravemente la seguridad en Culiacán y otras áreas de Sinaloa.
A pesar del creciente número de homicidios y la violencia generalizada, las críticas hacia las autoridades locales y federales han sido constantes. Tanto el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, como el presidente Andrés Manuel López Obrador, han sido acusados de minimizar la situación y no desplegar suficientes recursos para controlar la violencia. Aunque se han enviado refuerzos militares, la población considera que el despliegue es insuficiente para enfrentar a las poderosas facciones del Cártel de Sinaloa.
Los ciudadanos han expresado su preocupación por la falta de control en las calles, donde el narcotráfico ha logrado establecer una presencia dominante. Los asesinatos y enfrentamientos armados han llevado a que muchos habitantes vivan con temor constante, evitando salir de sus casas y limitando sus actividades cotidianas.
Este nuevo ciclo de violencia podría extenderse más allá de Culiacán, afectando a otras ciudades del estado y potencialmente al resto del país, dado el poder y la influencia del Cártel de Sinaloa. Las tensiones entre las facciones podrían continuar escalando, lo que plantea desafíos significativos para las autoridades federales y estatales en su lucha por restablecer la paz y el orden.
Con la guerra interna del cártel en curso, Sinaloa se enfrenta a uno de sus periodos más oscuros en términos de seguridad. La población de Culiacán sigue esperando una respuesta efectiva por parte del gobierno, mientras la violencia continúa desatando el caos en la región.
