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Soberbia

José Francisco Lopez Vargas
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Por Francisco López Vargas

En el PAN de hoy la única condición
es ser cómplice para tener cargo.

El primer error de cualquier candidato es pensar que nadie puede ganarle y que nada puede afectar su proyecto, sobre todo si tiene encuestas que le dicen –para bien o para mal- que va adelante en la contienda electoral.

Las encuestas sirven en el momento para tomar decisiones, pero no sirven a largo plazo y menos cuando la política y sus actores están sujetos a muchos eventos de los que no tienen control.

El caso de Joaquín Díaz Mena viene a reflexión en el Yucatán de hoy, pero todo pareciera ratificar la conducta que no sólo replican los dirigentes estatales sino la manera como hace política su candidato presidencial, Ricardo Anaya.

El posicionamiento electoral del PAN sobre la intención del voto pareciera no coincidir con la soledad que tiene su candidato presidencial no sólo de los gobernadores del PAN sino del pugilato local que los panistas libran en muchas entidades como Jalisco.

El PAN se ha distanciado hoy de aquél que conocimos y que representaba a la oposición más digna y más congruente del México moderno, llena de principios y luchando por las causas más justas del país para lograr una democracia plena.

Ese PAN y esos candidatos e ideólogos como Clouthier y Castillo Peraza, como César Nava o sus fundadores desaparecieron al llegar al poder un neopanista como Vicente Fox y su alianza con Martha Sahagún, cuyo gobierno fue, al menos, de ocurrencias y errores.

Al llegar Felipe Calderón en una polémica elección, el gobierno tampoco consolidó las reformas políticas que el país requería. Calderón fue capaz de combatir al narco y de sostener la economía del país a pesar de un entorno internacional complejo y la crisis desatada por el virus H1N1 pero usó a las instituciones para sí y secuestro a su partido, como lo hizo Vicente Fox con Manuel Espino para imponer a Santiago Creel como su sucesor.

El país pareció encarrilarse con la aprobación de las reformas estructurales, pero de nuevo la manera de hacerlo se llevó entre las patas al Congreso, a la representación popular que sólo levantó el dedo para validar los acuerdos entre la cúpula.

El mal ejemplo del quehacer político ha invadido a todos los partidos. Anaya no reparó en secuestrar al PAN para sí, para imponerse como candidato usando como pretexto un pacto por demás ventajoso para ellos.

En el Yucatán del 2007, Patricio Patrón también abusó de su poder e impuso, con la venia presidencial, a Xavier Abreu Sierra como su sucesor con los resultados desastrosos que hoy podemos platicar.

En el 2018 Anaya no pareciera haber aprendido de esa historia. Haciendo a un lado la ortodoxia panista con neopanistas sin ideología, el presidente del PAN ha dejado de lado la manera como Acción Nacional definía las candidaturas, para aliarse hasta con aquellos que les avergüenza el PAN y que fuerza a sus simpatizantes a bajar sus banderolas “porque no soy su candidato”, pero si es parte de Por México al Frente.

La decisión de Anaya de convertirse en el Roberto Madrazo panista le ha costado no sólo el apoyo de los gobernadores a los que dejó también con un palmo de narices al haberse deslindado de sus candidatos y de sus propuestas.
Los principales distritos federales del país cedidos al PRD y MC para que ellos designen candidatos.

Esa acción pareciera tener una clara respuesta: un solo gobernador panistas no censuró ni se opuso a los excesos de una PGR que pareciera más peligrosa sin un titular que se haga cargo.
Anaya es un candidato que en Yucatán impuso a Raúl Paz porque es su cómplice en los moches, Anaya usa a Yolanda Valladares en Campeche para hacer a un lado a panistas de cuño por cederle los cargos a sus incondicionales.

En el PAN de hoy la única condición es ser cómplice para tener cargo. El candidato presidencial que lucha contra la corrupción y la impunidad poniéndose de ejemplo de cómo se lava dinero, de cómo se desvían fondos, de cómo se aprovechan las alianzas vergonzantes con el gobierno priista hoy viene a pedirle a los ciudadanos hartos que voten por él y su propuesta.

La justificación de que el PAN ganó siete de doce elecciones estatales en la última elección no tiene nada que ver con las derrotas desastrosas en Coahuila y Estado de México y menos con la escisión al interior que provocó la manera como Anaya cooptó a todos los órganos de decisión de su partido para imponerse.

Hoy en Yucatán ,Vila es el candidato de Anaya, Renán Barrera es el candidato de Anaya y Raúl Paz es el candidato de Anaya, de ese “chico maravilla” que ha sido abandonado hasta por los gobernadores de su partido, esos que son los responsables de la operación electoral, precisamente porque la exhibición de su conducta puede mancharlos.

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