El lunes 8 de diciembre de 2025, Tailandia lanzó ataques aéreos contra posiciones militares en Camboya, lo que representa el colapso del acuerdo de paz que había sido negociado apenas en octubre bajo la mediación del entonces presidente estadounidense Donald Trump.
Según las autoridades tailandesas, la operación se justificó por la muerte de un soldado y varios heridos en un enfrentamiento previo —hechos que atribuyeron a un ataque camboyano en la frontera disputada—, así como por la acusación de reagrupamiento y movilización bélica por parte de Camboya. Los bombardeos se dirigieron contra depósitos de armas, centros de mando y rutas logísticas consideradas “amenazas directas”.
Desde Camboya, se rechaza esa versión. El gobierno de Nom Pen denunció una agresión unilateral y advirtió sobre los perjuicios a población civil, pues entre las bajas se cuentan al menos cuatro civiles muertos y varios heridos.
El bombardeo y la reanudación de combates desataron una evacuación masiva de civiles en ambos países. Se estima que cientos de miles de personas —tanto tailandesas como camboyanas— han sido desplazadas, lo que agrava una crisis humanitaria y pone en evidencia la fragilidad del frágil alto el fuego logrado hace pocas semanas.
El acuerdo de paz, firmado el 26 de octubre durante una cumbre de la ASEAN y respaldado internacionalmente, implicaba el cese de hostilidades, desarme progresivo en la zona fronteriza y un mecanismo de supervisión con observadores regionales.
No obstante, desde finales de noviembre la tregua comenzó a resquebrajarse: el estallido de una mina terrestre que hirió a soldados tailandeses llevó a las autoridades de Bangkok a suspender la aplicación del acuerdo. Ante ello, el rearme y la movilización militar se intensificaron, escalando hasta los ataques aéreos de hoy.
Este repunte del conflicto marca un retroceso dramático: aquello que hubo como un intento de paz mediado internacionalmente ahora parece desmoronarse ante la violencia, la desconfianza mutua y el recrudecimiento de reclamaciones territoriales. La comunidad internacional observa con preocupación y llama a ambas naciones a detener el derramamiento de sangre y retomar el diálogo, pero el camino hacia una paz duradera parece ser aún más lejano.
