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Angel Verdugo
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¿Qué dice de un gobernante o un funcionario que, por encima de la realidad, insiste en convencer a millones de los habitantes de un país, que las cosas van muy bien?

Por Ángel Verdugo

En los tiempos que corren, es casi imposible encontrar a alguien con dos dedos de frente que afirme, que en su país los efectos de la volatilidad y la incertidumbre que reina en el mundo no se han dejado sentir, y menos aún, que asegure que tampoco en el futuro cercano se dejarán sentir.
Lo que sí podría alguien afirmar —con argumentos atendibles, debidamente soportados—, es que, en su país, los efectos económicos y políticos son de mayor o menor intensidad que en aquél otro. Esto, además de correcto, es lógico porque, cada país enfrenta y resiente los efectos negativos que provienen del exterior, de acuerdo con su realidad estructural.
Ahora, frente a la realidad que enfrentamos todos los países, preguntémonos por qué no tantos insisten que, con un celo digno de mejor causa, a México y a su economía, y a su vida política, prácticamente nada les afecta; que los problemas en el mundo y sus consecuencias negativas, nos pasan de largo, sin rozarnos siquiera.
Por otra parte, vivir en una realidad virtual, no sería algo malo en sí mismo si, esta conducta la practicare alguien con una persona cuya influencia en la vida de un país, es nula. Como solemos decir coloquialmente, esa persona —al actuar así—, se la pasa chiflando en la loma. Los problemas reales se presentarían cuando, quien así se comportare, tuviere responsabilidades públicas.

¿Qué dice de un gobernante o un funcionario que, por encima de la realidad, insiste en convencer a millones de los habitantes de un país, que las cosas van muy bien? ¿Qué podríamos concluir si, frente a la realidad que resultare de severos problemas estructurales, el gobernante y sus funcionarios insistieren en afirmar —aquí y allá, dentro y fuera del país—, que todo marcha bien?
¿Qué pensar de un Nicolás Maduro, cuya conducta ameritaría su internamiento en un hospital siquiátrico, no únicamente ser destituido del cargo de Presidente de Venezuela?

¿Qué de un Daniel Ortega, que insiste en que Nicaragua está más que listo para reelegirlo una vez más porque, afirman sus paniaguados, ha gobernado muy bien?

¿Qué de un Evo Morales, que ante la derrota sufrida en las urnas al querer modificar la legislación vigente para reelegirse —ante un electorado, harto ya de sus desplantes demagógicos de falso indigenismo—, culpa a una conjura de ese resultado, en vez de aceptar el hartazgo del elector?

Podría seguir con decenas de ejemplos de índole similar y al final del día, la conclusión sería la misma: ¡Qué tragedia la que enfrentan esos países!
Y a todo esto, ¿cómo andamos nosotros, aquí en México, en esto de querer borrar la realidad? ¿Acaso podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que nuestros gobernantes y sus funcionarios, son objetivos en las evaluaciones que realizan de la situación enfrentada? Es más, ¿qué piensan de su propio desempeño, frente a los retos que dicha situación les plantea?
¿Los analizan y determinan cómo enfrentarlos, además de diseñar las políticas públicas adecuadas y éstas, son evaluadas permanentemente, para ajustarlas de acuerdo con la cambiante situación?
La verdad, me gustaría decirle a usted que sí, que así proceden; sin embargo, le mentiría. Por el contrario, lo que les escuchamos, dada la tergiversación que hacen de la realidad, es una verdadera tragedia que supera, con mucho, las escritas por los grandes trágicos griegos.
Decir que mienten, es poco; más bien viven en una mentira perpetua. Esa es tragedia; lo demás, simple comedia.

Angel Verdugo
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