El reciente terremoto de magnitud 7.5 que azotó la península de Noto en Japón ha dejado una estela de devastación y desesperanza entre sus habitantes. En el pueblo costero de Shiromaru, un tsunami de varios metros de altura causó estragos poco después del terremoto, afectando principalmente a una comunidad de ancianos. Aunque la mayoría de los residentes, como Yukio Teraoka y su esposa, conocían el protocolo de evacuación y lograron huir a tiempo, la destrucción en sus hogares y en la comunidad es abrumadora.
“Ya no podemos vivir en nuestra casa”, relata Teraoka, de 82 años, mientras intenta sacar con una pala la arena empapada que inundó su hogar. En Shiromaru y otras localidades de la península, el terremoto sembró la devastación, dejando calles cubiertas de escombros y pertenencias personales destruidas.
El balance actual del terremoto es de 126 muertos y cerca de 200 desaparecidos. Más de 30 mil personas se encuentran refugiadas en albergues. Los residentes de Shiromaru lamentan la falta de ayuda sustancial y la sobrecarga de las autoridades. Takushi Sakashita, un residente de 59 años, expresa su preocupación por la escasez de combustible y la inaccesibilidad de muchas comunidades debido a deslizamientos de tierra.
El tsunami, que cruzó la calle principal del pueblo, dejó las casas sumergidas y arrasó con todo a su paso. “No hemos recibido ninguna ayuda de las autoridades”, afirma Toshio Sakashita, de 69 años, quien estima que su casa quedó sumergida por unos 25 metros de agua. Los residentes se enfrentan ahora a la perspectiva de vivir en refugios durante meses y en residencias temporales durante años, mientras la prefectura de Ishikawa se recupera del desastre.
Este terremoto y tsunami han marcado profundamente a los habitantes de Shiromaru y otras localidades afectadas, dejándolos con un futuro incierto y la dolorosa realidad de haber perdido no solo sus hogares, sino también su forma de vida.
