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Tesla en México: lecciones aprendidas

Pascal Beltrán del Rio
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Bitácora, por: Pascal Beltrán del Río. 

La inversión multimillonaria de Tesla en Nuevo León,
para construir una megafábrica de autos eléctricos, es una de las más
cuantiosas en la historia del país (quizá sólo superada por la compra de
Banamex por Citigroup, en 2001, y la de Grupo Modelo, por AB InBev, en 2013).

Esto debe dejar a México un conjunto de reflexiones
sobre dónde poner sus prioridades, en momentos en que se ha vuelto sumamente
atractivo para empresas que desean aprovechar nuestra cercanía geográfica con
el mayor mercado mundial, así como la capacidad de la mano de obra mexicana.

Éstas serían algunas de ellas:

1) No puede
improvisarse. Para atraer inversiones, hay que hacer la tarea. Las empresas
tienen una lista de requerimientos que no debe obviarse. Necesitan servicios
(agua, electricidad, escuelas, empresas proveedoras), infraestructura
(carreteras, puertos, aeropuertos, vías férreas), mano de obra calificada
(ingenieros y técnicos), certeza jurídica (lo que se firma se cumple, aunque
cambie el gobierno) y seguridad pública (para la manufactura y el transporte de
mercancías, etcétera). Ciudad, estado o región que no pueda palomear esa lista
se rezagará frente a las que sí pueden. Vincular el sector educativo con las
necesidades del mercado es esencial. Como país, México tiene déficit en el
número de ingenieros requeridos para la industria manufacturera, pero hay
estados que sí cumplen con la cuota requerida.

2) Las empresas
vienen a hacer dinero. Así, generan empleos. Los empleos dan seguridad
económica a individuos y familias, y son la mejor manera de progresar y
combatir la pobreza. Por tanto, debemos expulsar de nuestro pensamiento
colectivo que hacer dinero es intrínsecamente malo. Para los gobiernos, crear
las condiciones propicias para la inversión implica tener mayores recursos
fiscales. Deben hacerlo su prioridad, procurando que las inversiones traigan
bienestar y cuidando que no afecten al medio ambiente ni generen corrupción
entre los servidores públicos encargados de otorgar los permisos necesarios
(que deben ser sólo los indispensables, sin trámites engorrosos).

3) Los Estados
nacionales deben tener una planeación a futuro, que vea más allá de los
periodos de gobierno. Deben fijar metas de inversión, en consonancia con las
necesidades del lugar y las posibilidades de desarrollo urbano. Una región con
poca agua debe buscar atraer inversiones que no requieran un uso intensivo del
líquido. Se debe trabajar sobre la infraestructura, los servicios y los
sistemas educativos pensando en el futuro. México carece de un plan de esas
características, aunque estados como Querétaro sí lo tienen. Llama la atención
que las dos mayores inversiones en este sexenio vayan a ser la refinería de Dos
Bocas (pública) y la megafábrica de Tesla (privada). La primera producirá
gasolina (visión de pasado) y la segunda, autos eléctricos (visión de futuro).
Reconozcamos nuestras fortalezas: no somos buenos en el futbol (aunque nos
duela), pero podríamos competir por el campeonato mundial de fabricar autos
(aunque se nos olvide).

4) Sirve ver el
mapa y las cifras de inversión extranjera. Tener eso en cuenta ayudaría a no
pelearse con los dos países cuyas empresas han invertido más aquí: Estados
Unidos y España. La política y la historia son materias importantes, pero, mal
usadas, se vuelven un obstáculo para los negocios. Buscar pleitos con
estadunidenses y españoles se contrapone con la búsqueda de prosperidad. Uno no
orina donde come, reza un dicho de nuestros vecinos del norte. Tampoco hay que
esperar que las empresas extranjeras piensen en nuestro desarrollo, pues son
socios, no benefactores. Con el dinero que dejan al país, pueden cerrarse las
brechas regionales y sociales.

¿La mejor manera de hacerlo? Nuevamente, creando
empleos. No en vano los lugares donde ocurre eso son los que tienen menores
niveles de informalidad laboral y mejores condiciones de vida.

Pascal Beltrán del Rio
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