En la pantalla, por: David Moreno.
Que en pleno siglo XXI aún existan las monarquías es algo que a muchos nos parece increíble. Pero ahí están, aparentemente inmunes a las críticas y despertando, aún, la curiosidad e incluso la admiración de miles de personas alrededor de todo el mundo. De todas las “casas reales” (anacronismo per se) la que sigue generando más fascinación es la británica.
Los Windsor han logrado mantener un aura de misterio que los envuelve, eso a pesar de que hoy algunos de sus miembros han intentado adoptar un estilo de vida mucho más abierto y de acorde a los tiempos que hoy vivimos. Pero la matrona de la familia, la jefa, la aún reinante Isabel II parece seguir empeñada en vivir tras una barrera que la separa de sus súbditos (otro anacronismo) y de cualquier otro simple mortal que pulula por el mundo. Por ello una serie como The Crown se ha convertido en un fenómeno: porque indaga de manera muy audaz en la vida íntima de un personaje del que se sabe muy poco pero que sin duda forma importante de la historia del Siglo XX y de parte de la actual centuria a pesar de que su figura representa a un pasado que se resiste a desaparecer.
The Crown es magnífica por muchas razones: un estupendo guion, la maravillosa recreación de los diversos períodos históricos por los que la trama va atravesando y por contar con actores de primer nivel que han logrado atizar más la interminable curiosidad del gran público por conocer los entretelones del Palacio de Buckingham, lo que sucede tras esa verja que se abre solamente para recibir a algunos afortunados y sobre la cual se siguen arremolinando miles de personas cuya mirada se dirige a las ventas con el objetivo de atisbar casualmente a alguno de los lejanos habitantes del legendario palacio. En otras palabras su gran mérito recae en que logra desacralizar lo que para muchos es sagrado al adentrar la cámara a esos lugares que están vetados, a los que solo tienen acceso algunos “privilegiados”, y especular sobre la intimidad de una familia que a pesar de estar permanentemente en el ojo público ha logrado mantener muchos de sus secretos intactos y escondidos tras rostros que han aprendido a permaneces inmunes ante las tormentas que los rodean.
Netflix ha estrenado ya la tercera temporada. Lo han hecho con un espectacular cambio en el reparto, pues ahora esta entrega se centra en acontecimientos que sorprenden a una reina madura, a punto de entrar a los 40 años, y que afronta a un mundo que comienza a experimentar cambios en todos los aspectos. Son los años 60 y Gran Bretaña ha cedido su posición como primera potencia política del orbe a dos naciones que se disputan el control del planeta: La Unión Soviética y los Estados Unidos. Son los años de la Guerra Fría y el otrora poderoso imperio se debate en una profunda crisis política y económica que pone en riesgo su papel en el concierto internacional. A Isabel II le toca jugar un rol para el que no está preparada y enfrentar una transformación que va a provocar también cataclismos en el seno de la familia Windsor. La serie ahondará de manera más profunda en la compleja relación que Isabel mantiene con su hermana Margaret y con un Phillip que ha asumido su papel como consorte real a pesar de lo complicado que le resulta estar en un segundo plano. La estupenda Olivia Colman es ahora la encargada de dar vida a Isabel II, mientras que la gran Helena Bonham Carter es quien toma el papel de la madura pero siempre rebelde Margaret. Un experimentado Tobías Menzies reemplaza a Matt Smith en el rol del Duque de Edimburgo.
The Crown es una mirada a un mundo lejano pero que se empeña en no desaparecer, en permanecer atado a una inexplicable y legendaria tradición. Pero a fin de cuentas es una tradición que sigue siendo importante en el complicado Reino Unido aún en estos en los días del Brexit. Una serie indispensable para comenzar a entender a una institución que, para gran fortuna de la siempre tentadora especulación, ha jurado que “jamás comentará nada sobre la fidelidad de los hechos presentados en la serie”. El que calla otorga diría la siempre punzante sabiduría popular.
Un logro.
