Regionalismo, Autonomía y Democracia en Yucatán.
Por: Jorge Valladares Sánchez*.
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Los habitantes de este “País que no se parece a otro”, como dijera el poeta, sabemos que tenemos un orgullo muy especial de ser de aquí, de ser como somos y de vivir como vivimos. Comerciantes y políticos han tratado de aprovecharse de ello en sus mensajes y no logran llegar a minar nuestro disfrute de vivir ese sano orgullo y nuestras tradiciones, aun luchando contra la nefasta influencia de la maldita posmodernidad.
Entre los muchos logros y anhelos que podemos tener como ciudadanos/as de nuestro Hermoso Yucatán, voy a dedicar unas líneas a tres que actualmente empiezan a estar en una discusión pública, poco visible, pero importante, porque de continuar por allí, los estaríamos tirando, como al bebé, por tratar de cambiar en la bañera el agua sucia. No es la suma de elementos lo que explica nuestra forma de ser, pero cada factor se combina para hacernos ese pueblo claramente identificable en México y el mundo.
El primer aspecto es lo regional; muchas manifestaciones llevan ese apellido en nuestra forma de describir lo que hacemos. Nos conocemos bien y adecuamos nuestros servicios y nuestras ofertas al estilo yucateco. Imposible resultaba y sigue siendo difícil que gente de otro lugar capte nuestras motivaciones y atine nuestras probables respuestas y formas de sentir. Todo ser humano debería tener un amigo en Yucatán, dice la canción; quizás somos los más hospitalarios o al menos excelentes y atentos anfitriones con quien nos visita; pero nos queda claro que para atendernos entre nosotros, sólo nosotros nos entendemos con eficacia.
El segundo es nuestra autonomía, nuestra capacidad de autorregularnos, de hacer las cosas diferentes a los demás, si así nos parece bien. Tenemos claro ejemplo de cómo la gente en Yucatán se ha atrevido a hacer propuestas de avanzada en lo jurídico y lo social, y es porque una característica de nuestra visión del mundo es que lo que hagan los demás no tiene que ser lo que hagamos nosotros/as. Por algo nos llaman y llamamos la hermana república: perfectamente somos capaces de lograr lo que se nos ponga enfrente.
Y el tercero es la involucración que tenemos en los asuntos que nos importan; participamos mucho, nos importa que se escuche y atienda nuestra opinión. La estadística dice seguimos siendo el estado más seguro, y eso no se debe necesariamente a las fuerzas del orden o el equipamiento urbano, sino que está muy relacionado con la involucración que mostramos aún en lo que sucede a nuestro alrededor, en conocer a la gente con la que convivimos, en opinar sobre lo que ocurre de manera inadecuada y oponernos a lo que consideramos que no debe ser, aunque no nos llamen a ello.
No es inocente mi postura, sé bien que hoy extrañamos, y mucho, niveles mucho más altos que tuvimos hace décadas en cuanto a cultura regional, autonomía en nuestro proceder y participación involucrada; pero destaco que seguimos teniendo y nos distinguen estos atributos.
Entre los muchos cambios que se anuncian para nuestro México a partir del relevo en el gobierno federal es importante distinguir y hacer valer nuestras ideas para que tomen camino y triunfen aquellos que nos hacen bien y dejan ver mayor desarrollo humano, social y económico; así como se piensen, fundamenten e incluso se detengan las ideas radicales que en nombre de ahorrar, castigar o cambiar pueden dar al traste con cualidades que al menos para nuestra gente en Yucatán son muy valiosas, como las ya mencionadas.
Todo buen yucateco/a (es pleonasmo, lo sé, disculpen) sabe que tenemos que parar ya el mal uso de los recursos públicos y mejorar nuestro sistema democrático, pasando por lo electoral, claro. Para ello es importante conocer, analizar, tomar decisiones inteligentes y realizar acciones efectivas. Como también sabemos que las instituciones han evolucionado y responden a necesidades sociales y circunstancias históricas.
La percepción social hacia las instituciones públicas es mayoritariamente de desconfianza y la promesa de cambiarlas de tajo suena atractiva a nuestro hartazgo, pero empezamos a ver que cambiar sin conocer y radicalmente lo que ya había ocupado recursos y tenía méritos sólo nos lleva a una incertidumbre mayor y a desaprovechar lo que ya se había invertido. Para limpiar lo que está mal hay que hacer los cambios necesarios y pronto, pero cuidando que al tirar el agua sucia no se vaya con ella el bebé y sólo nos quede usar el agua nueva y cara para quitarnos el susto de haberlo tirado.
¿Mi ejemplo? Desde hace cuatro años colaboro en el Instituto Electoral de Yucatán. Soy un ciudadano que llegó allí por un concurso de oposición. Me ha tocado criticar y combatir prácticas anteriores y errores actuales, así como también defender, lograr y errar con las nuevas acciones que damos en el servicio como hoy consideramos que debe ser en un instituto ciudadanizado. Sé que aún hoy la mayoría de la gente no sabe que:
Somos un instituto local, con gente de nuestra región en su mayoría, que conoce perfecto la geografía e idiosincrasia de nuestro estado. Y gracias a ello los procesos electorales recientes han tenido resultados incuestionables a favor de todos los partidos. Y se han abierto muchos temas para que los candidatos/as, cada vez más, tengan que apegarse a las reglas y estén más y más ante el cuestionamiento público. Sé que hay mucho por mejorar, pero hacemos un buen trabajo regional.
Somos un organismo autónomo, que NO forma parte de ninguno de los tres poderes y la constitución propicia que en efecto podamos ocuparnos de manera técnica e imparcial a hacer que quienes contienden sigan las reglas, y ni los gobernantes ni los partidos logren influir en los procesos y resultados cuando llegan a intentarlo. Sé que hay mucho por pulir, pero es un buen avance que ciudadanos de a pie tengamos acceso al Consejo General y no seamos designados por las fracciones parlamentarias.
Tenemos constitucionalmente dos funciones más importantes, a mi criterio, que la de organizar las elecciones cada tres años, con toda la rigurosidad de nuestro sistema electoral. Ambas tienen que ver con el fortalecimiento de la democracia y se ejecutan permanentemente. Una de ellas es la promoción y organización de mecanismos de participación ciudadana, que en Yucatán han ocurrido más que en la mayor parte del país. La otra es la educación cívica, que incluye la formación de valores en nuestros niños y jóvenes, pero sobre todo la activación de buenas prácticas democráticas y de vinculación social entre toda nuestra gente en Yucatán. Sé que hay mucho por lograr, pero no hay otra agencia encargada de estos temas, tan complicados.
Si una institución federal se hiciera cargo de las elecciones en todos los niveles, con la bandera de ahorrar o de mejorar, tendría que disponer de los mismos recursos y personal que hoy se usan (federales y estatales) y hacer un diagnóstico y planeación muy detallado para que en nuestro Yucatán sigamos contando con un servicio de gente especializada en la región, con una autonomía que inicia por no deberle a ninguna fracción o poder su nombramiento y crear una agencia especializada en la participación ciudadana y la educación cívica.
Estos temas son desconocidos para muchos ciudadanos/as; lo eran para mí hace cuatro años aunque tenía yo cierta preparación y participación civil. Es de entender que no se avizoren los efectos de un posible cambio radical. Pero por parte de quienes están encargados de hacer nuestras leyes y transformar al País, es exigible que se informen y asesoren para que las propuestas que hagan representen un refrescante baño de las estructuras que hasta hoy tenemos y no un desperdicio de las mismas que nos dejen en riesgo de perder cualidades que valoramos y logros que hemos alcanzado.
Nadie sabe lo que tiene… si no lo mira antes de cambiarlo, o por lo menos pregunta a quienes sí lo conocen.
*Jorge Valladares Sánchez
Consejero Electoral del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Yucatán.
Doctor en Ciencias Sociales y Doctorante en Derechos Humanos.
Especialista en Psicología y Licenciado en Derecho.
Presidente 2011-2014 del Colegio de Psicólogos del Estado de Yucatán.