Por Alan Javier Contreras Castillo
En el contexto de la caída en la calificación de Petróleos Mexicanos por parte de Standard and Poor´s al igual que la modificación de “estable” a “negativa” de la Comisión Federal de Electricidad por parte de la misma calificadora y aunada la desconfianza de Fitch y Moody´s en cuanto al “rescate” a PEMEX por parte de la nueva administración, parece haber un faro de optimismo en la propuesta de disminución del financiamiento público a partidos políticos en medio de toda la penumbra que no se quiere ver en cuanto al nuevo gobierno.
El financiamiento en comento tiene que ver con los recursos que utilizan los partidos políticos para sus gastos relacionados con su mantenimiento en períodos no electorales. Éste propuesta llega en el momento justo del golpeteo mediático por las malas calificaciones que han recibido las instituciones antes mencionadas y abona indirectamente a la réplica del Presidente de la República que señala y juzga de culpables a las administraciones neoliberales que gobernaron durante 35 años antes de su “coronamiento”. Sin embargo, la idea de reducir el financiamiento ordinario de los partidos políticos, a título personal, me parece una excelente idea en cuanto a la coyuntura económica, sobre todo ahora que los presupuestos sociales han detonado de manera potente.
Es un hecho que tanto financieramente como en materia democrática, abonaría que esta propuesta tenga un desenlace positivo, debido a que pone sobre la mesa la aportación de los militantes para el mantenimiento de su partido. De aprobarse, los partidos recibirían 2482 millones de pesos para su gasto ordinario, en comparación con los 4965 millones que hasta la fecha reciben en su totalidad. Ahora sí, aquellos que viven como parásitos alojados en partidos que no aportan casi nada a la democracia mexicana sino que fungen como empresas familiares o de amigos, tendrán que pagar de sus bolsillos, si quiere volver a tener las millonarias cantidades que recibían para su existir cotidiano; al militante le tocará pagar por su partido. Veremos que tan fieles y devotos son.
Ahora bien, la parte no tan alentadora es que el gasto destinado a campañas electorales, es decir, el verdadero gasto de los partidos políticos, no se tocará en ningún sentido. Evidentemente ahí esta negocio; tan sólo en 2018, se destinaron 2148 millones de pesos para el financiamiento de los 9 partidos que contendieron en esas elecciones. Parece que la cifra se acerca a la del gasto ordinario, pero la diferencia está en que en éste caso, se gastan casi la misma cantidad pero en tres meses.
Algo que no puede escapar de la atención, es que de aprobarse dicha modificación, el poder económico de los partidos de oposición bajaría estrepitosamente, incluso el mismo presupuesto del partido al mando se vería mermado. ¿Qué distinguirá a éste último de los demás? El poder de ser lo que son.
Matar dos pájaros de un tiro es de virtuosos y el grupo parlamentario de MORENA lo hará sin mayor problema por su mayoría en el Congreso de la Unión. Mejor aún, no sólo desvío la atención de los veredictos de las casas calificadoras, sino que dará gusto a la gente por disminuir el financiamiento antes citado y además debilitará a los demás partidos. Para aplaudir con palomitas en mano.