En la pantalla, por: David Moreno.
La película “Topgun: Maverick” está teniendo un éxito
enorme. Me da mucho gusto que los valores que promueve sean tan patriotas. Esta
vez el piloto de pruebas Pete Mitchell regresa a “Figther Town” en California.
Su trabajo es convertirse en el instructor de una misión tipo “Escuadrón
Suicida”. El objetivo es destruir un reactor nuclear que, aunque no lo digan,
está en Irán. Esto lo sabemos porque la única nación en el mundo que aún vuela
el F-14 Tomcat son ellos. Tan pronto llega a su antigua academia, empieza a
enfrentar fantasmas del pasado que le impiden hacer bien su labor como líder de
proyecto.
En el Arte de la Guerra es muy importante que el
trabajo en equipo sea una constante. La característica de un ejército exitoso
es que los integrantes han abandonado la individualidad para convertirse en un
solo cuerpo de batalla. El fruto de tener un buen general es que cuando la
lucha ha comenzado hay sincronía. Todos los grandes comandantes de la historia
hacen sentir a sus tropas como los mejores. Los llevan a situaciones en donde
enfrentan hechos que nunca pensaron que podrían lograr. Esto también lo vemos
en los deportes y en el amor.
Maverick en un principio tiene dudas acerca de su
capacidad para liderar. Observamos que su reencuentro con “Penny” (Interpretada
por Jennifer Connaly) es accidentado debido a que su lucha interna no le
permite concentrarse. Al igual que tantos héroes mitológicos, Pete Mitchell
debe superar el llamado que le hace su amigo “Ice” para esa misión. El problema
es grande debido a que los aviones F-18 no son lo suficientemente fuertes para
soportar todo lo que se necesita y completar la misión. La idea para salir
victoriosos es la correcta: Pensar fuera de la caja.
Uno de los elementos más poderosos en una batalla es
el factor sorpresa. La importancia de realizar el ataque sin ser detectados
permite que el tiempo se convierta en un aliado del atacante. Maverick desde el
principio les dice a los pilotos que su peor enemigo es el tiempo. Su lógica es
que el rival ha invertido en defensas antiaéreas y aviones de quinta
generación. Para burlar ese sistema defensivo hay que utilizar otro principio:
El arte de la infiltración. Si los F-18 logran volar en el valle sin ser
detectados, el golpe tiene muchas más probabilidades de ser exitoso.
El escuadrón logra integrarse en un buen equipo. El
entrenamiento es muy difícil, pero es mejor escribir los errores en papel que
en una lápida. Los elementos de la victoria del escuadrón fueron: Ataque
sorpresa, buen trabajo en equipo y entrenamiento. La parte en la que Pete y
Rooster se roban el F-14 fue una escena maravillosa. Viendo el avión más bonito
de la marina pelear y ganarles a los aviones de quinta generación nos recuerda
que el valor del piloto es superior al de la aeronave. Te recomiendo mucho que
vayas a ver la película “Topgun: Maverick”.