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Totalmente de acuerdo, Presidente

Leo Zuckermann
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Juegos de Poder, por: Leo Zuckermann. 

Twitter: @leozuckermann

En su ejercicio cotidiano de hablar durante alrededor
de dos horas por día, el Presidente dice muchas cosas. Inevitablemente, hay
mañaneras que nos entregan unas perlas. La del martes habría que enmarcarla.

Uno de los caballitos favoritos del Presidente es el
neoliberalismo al que culpa de todos los males del país. En el discurso
lopezobradorista, este modelo económico es el mismísimo diablo. O era, porque
mire lo que dijo López Obrador el martes:

“Cuando se habla del modelo neoliberal yo he llegado a
sostener que, si el modelo neoliberal se aplicara sin corrupción, no sería del
todo malo. Es que se puede tratar del modelo económico más perfecto, pero con
el agravante de la corrupción no sirve nada. Entonces, el fondo es ése, el que
impera la corrupción”.

No podría estar más de acuerdo con el Presidente.

Durante años he defendido al neoliberalismo. Estoy
convencido que la mejor economía es la del mercado. Es lo más conveniente para
asignar los bienes escasos. El Estado, sin embargo, juega un papel
importantísimo para evitar la formación de monopolios y resolver las llamadas
“fallas de mercado”, situaciones donde el mercado es incapaz de abastecer
ciertos bienes y servicios sin generar un impacto social negativo. Por ejemplo,
la seguridad debe ser provista por el Estado por el problema intrínseco de
cobrar su precio a los beneficiarios.

Me tocó vivir las profundas crisis provocadas por una
intervención desmedida del Estado en la economía. Apoyé, y sigo considerando,
las reformas neoliberales como un logro para el país.

Sin embargo, a lo largo de estos años, también he
dicho que a México le faltó más neoliberalismo, no menos. Desgraciadamente, a
la par que se hacían estas reformas, los gobiernos mantuvieron un sistema de
contubernio con algunos empresarios a los que favoreció con monopolios y otro
tipo de privilegios. El resultado fue un “capitalismo de cuates” donde un
puñado de magnates acabó controlando mercados enteros.

También he criticado duramente a los gobiernos
corruptos que, por un lado, implementaban buenas reformas económicas y, por el
otro, se llenaban los bolsillos con dinero mal habido.

Cuando en el sexenio pasado empezaron a salir a la luz
pública los groseros casos de corrupción, consideré que el presidente Peña
estaba cometiendo el mismo error que en su momento efectuó Salinas. Habrían
podido pasar a la historia como dos grandes mandatarios por el tamaño de las
transformaciones que realizaron. Sin embargo, acabarían pasando al basurero de
la historia por su codicia. La maldita corrupción acabaría por deslegitimar las
reformas neoliberales a los ojos de la población. Neoliberalismo y corrupción
se convertirían, injustamente, en un solo concepto.

No lo son. Tiene razón López Obrador. Si los gobiernos
hubieran aplicado el neoliberalismo sin caer en la corrupción, el modelo “no
sería del todo malo” y podría ser hasta “perfecto”. Yo nunca he comprado la
falsa idea que el neoliberalismo es intrínsecamente corrupto.

Por el contrario, creo que bien aplicado, puede
generar menos corrupción que el estatismo económico.

Entre más intervención del Estado haya en la economía,
más son las oportunidades de los funcionarios públicos de enriquecerse. Doy un
ejemplo. Antes, el Estado cobraba altos aranceles a las importaciones. El
resultado fue una enorme corrupción en las aduanas donde, si se sobornaba a los
inspectores, podía pasar hasta un elefante por el puente fronterizo. El
neoliberalismo dio un giro de 180 grados hacia la apertura comercial: ya se
pudo importar bienes sin pagar aranceles. El negocio tan jugoso del contrabando
se redujo considerablemente.

Si el problema es la corrupción, y no el modelo
económico, entonces hay que combatir a la primera y dejar que el mercado
funcione. El neoliberalismo, en mi opinión, le ha dado mucho a este país.
Reconozcamos el éxito que ha significado la apertura comercial, tanto en la
generación de empleos como en el bienestar de los consumidores.

Por fortuna, el presidente López Obrador mantuvo
varias de las políticas del neoliberalismo: libre comercio, autonomía del banco
central y disciplina fiscal. Desafortunadamente, no desmanteló el “capitalismo
de cuates” (ahí andan los mismos de siempre visitando Palacio Nacional) ni
abatió la corrupción más anidada en el Estado que en el mercado.

Sí, Presidente, el problema es la corrupción y no el
modelo económico. Totalmente de acuerdo. Le damos la bienvenida todos aquellos
que venimos diciendo lo mismo durante años.

Leo Zuckermann
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