La moda mexicana de gobernadores presos o con procesos penales en su contra obligará a las autoridades electorales locales y federales, así como a los partidos políticos y sociedad en general, a emplearse a fondo en la vigilancia de ese proceso que ha iniciado camino a las urnas en 2018.
Ocho gobernadores encarcelados y once con denuncias de la Procuraduría General de la República pintan un panorama jamás visto en el país. Todos, salvo dos “honrosas” excepciones, tienen un denominador común: perdieron la elección en su Estado y fueron sustituidos por candidatos postulados por partidos diferentes al suyo.
La mayoría emanados del PRI, seguidos por el PAN y el PRD, dieron cuenta del erario a su antojo y en su beneficio y les endilgan delitos como peculado, enriquecimiento inexplicable, defraudación fiscal, lavado de dinero y delincuencia organizada, entre otros, aunque todos giran en torno al factor dinero.
Así las cosas, me temo que muchos gobernadores, quizá la mayoría, se sientan en estos momentos carne de presidio y, por tanto, comenzarán, si no es que ya han comenzado, a meterle toda la leña al asador para que los candidatos que postulen sus partidos resulten ganadores porque de lo contrario, el entregar el gobierno a la oposición, significaría un paso hacia la cárcel.
Si tomáramos como ejemplo a Javier Duarte de Ochoa, priista que entregó al PAN el gobierno de Veracruz, quien está acusado de apoderarse de unos 1,600 millones de pesos, entenderíamos que le apuesten, y apuesten fuerte, al candidato de su partido y si para hacerlo ganar tengan que invertir dinero o hacer cualquier clase de fraude, no dudo en ningún momento que lo harán, o al menos lo intentarán.
¿Y por qué Duarte está en el bote? Porque cuando fue gobernador no estaban presos ni él, ni Roberto Borge de Quintana Roo, ni Guillermo Padrés de Sonora, ni Jesús Reina de Michoacán, ni Tomás Yarrington de Tamaulipas. Los gobernadores presos no eran moda, ahora sí lo son y sí, las circunstancias están dadas para que cualquiera pueda irse al bote.
Este panorama refuerza la hipótesis de que los próximos candidatos a las gubernaturas de los Estados, y podemos incluir aquí las alcaldías, recibirán todo el apoyo imaginable para que en sus posiciones no se dé la alternancia y, si como puede observarse en el panorama político, son capaces de inyectar agua a los enfermos para quedarse con la medicina, como se le atribuye a “Javidu”, ¿no los cree capaces de comprar los votos al precio que sea y emplear las mañas, triquiñuelas y perversidades que puedan imaginar para voltear la elección a su favor?