Por Marco Antonio Cortez Navarrete
Las relaciones políticas y económicas entre México y Estados Unidos, más allá de los temas migratorios, raciales y de seguridad, se remontan décadas atrás. Sin ahondar mucho, sería suficiente con recordar que el uno de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que posicionó a México como estratégico socio comercial de Estados Unidos y de Canadá.
Fue entonces que nuestro país dio importante paso para consolidar una enorme plataforma de exportaciones e importaciones no tan solo con los vecinos del norte sino a diversos países en todos los continentes. Además del TLC, hoy T-MEC, los gobiernos mexicano y estadounidense tienen otros acuerdos como el Tratado de Paz, Amistad y Límites (Tratado de Guadalupe), firmado el 2 de febrero de 1848, y el Tratado de Límites (Tratado de la Mesilla), firmado el 30 de diciembre de 1853.
Asimismo una frontera marítima y terrestre que obliga al abordaje de temas sensibles y fundamentales como la migración y la seguridad, sobre todo a lo largo de de los tres mil kilómetros de línea fronteriza y por esto pueblo y gobierno estadounidense ha manifestando su interés para que sus socios mexicanos pongan un alto definitivo a los temas antes señalados.
Estos dos aspectos fueron en gran parte determinantes para el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, desde luego, sin olvidar y mucho menos dejar de lado situaciones mayores como las guerras entre Ucrania y Rusia y entre Israel y grupos árabes en Palestina y al Sur de Líbano extendiéndose a países como Yemen e Irán y la competencia comercial de China que cada día es mucho más agresiva.
Cierto es que Trump no es un Súper Héroe, pero la verdad es que ni Biden ni Kamala —así lo manifestaron los norteamericanos en las urnas electorales— cumplieron con lo que de ellos se esperaba. Biden pretendió un segundo mandato, y no le alcanzó, y su mancuerna y vicepresidenta Harris entró al quite, pero para muchos fue demasiado tarde.
Es así que antes de los comicios Trump tenía ya en sus bolsas la mitad del triunfo sumando una espectacular estrategia que contó con el apoyo del multimillonario Elon Musk, dueño de la plataforma X y de SpiceX, con una visión única en el campo de los negocios demostrándolo invertir 100 millones de dólares a la campaña del hoy ganador Trump mismos que le redituaran de múltiples maneras, entre las cuales se menciona incluso la robótica aplicada a la industria armamentista.
Según medios de comunicación norteamericanos y de diversas partes del mundo, la participación electoral de la población latina fue esencial para el triunfo del impredecible y extravagante neoyorquino. Datos oficiales indican que en los EEUU hay casi 39 millones de residentes que nacieron en México o declararon tener ascendencia u origen mexicano y para no salirnos del tema recordar también que el flujo comercial México—Estados Unidos asciende a más de 5 mil 500 millones de dólares mensuales y pese a las diferencias ideológicas y políticas continúa y seguirá sustancial para todo el continente, con un crecimiento sostenido y en aumento permanente.
Es aquí cuando señalo que las relaciones políticas, económicas y sociales entre la Unión Americana y México no se supeditan al presente y al futuro de Donald Trump y de Claudia Sheinbaum, reconociendo de manera expresa que ambos tienen concepciones políticas e ideológicas distintas.
México y Estados Unidos son complementarios.
Hoy ante las características y circunstancias globales no se concibe el uno sin el otro, sobre todo cuando hay otras potencias políticas y económicas en asecho de mercados como el mexicano que se antoja como una rica rebanada de pastel. Donald Trump ganó la presidencia de los EEUU con casi 74 millones de votos de una población de 335 millones de personas, en tanto Claudia Sheinbaum obtuvo 36 millones de sufragios de población de 132 millones de mexicanos.
Saque usted sus conclusiones.
Hasta la próxima y no se olvide ser feliz