Donald Trump dio un giro estratégico en la política ártica al concretar un acuerdo bilateral con Finlandia para la construcción de modernos rompehielos. Esta alianza no solo busca reforzar la presencia estadounidense en el hielo polar, sino también responder a la creciente competencia que ejercen Rusia y China en esa región.
El pacto prevé la fabricación de once rompehielos, distribuidos entre astilleros finlandeses y estadounidenses, con el objetivo de acelerar la capacidad de Estados Unidos en la región ártica. El memorando de entendimiento firmado durante el encuentro entre Trump y el primer ministro finlandés Alexander Stubb en Washington contempla la construcción —a partir de 2028— de cuatro unidades en Finlandia y siete en territorio estadounidense.
Trump subrayó la experiencia finlandesa en esta industria al decir: “Nobody makes them like Finland” (“Nadie los fabrica como Finlandia”). Con esta frase el mandatario enfatizó la necesidad de combinar eficiencia técnica con urgencia política.
La justificación del acuerdo responde a un evidente desfase: mientras Rusia opera decenas de rompehielos, EE. UU. tiene actualmente solo unos pocos. La contratación conjunta pretende acortar esa brecha. Según informes, la Guardia Costera estadounidense estrenó recientemente un rompehielos, el primero en más de 25 años, lo que evidencia las dificultades que el país ha enfrentado para mantener actualizada su flota ártica.
En el contexto global, la importancia del pacto se ve acelerada por dos factores. Primero, el derretimiento del hielo ártico abre nuevas rutas marítimas, cuyo control adquiere valor estratégico. Segundo, la rivalidad entre potencias en la región exige respuestas rápidas y contundentes para asegurar intereses geopolíticos.
Este acuerdo con Finlandia no solo es un paso hacia la modernización naval estadounidense, sino también una señal política clara: Washington está dispuesto a actuar para no quedar rezagado en la carrera polar.
