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Trump y la 4T, el amigo incómodo

Jorge Fernández Menéndez
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Razones, por: Jorge Fernández Menéndez. 

Al presidente López Obrador le cae bien Donald Trump,
sin duda, mejor que Joe Biden. No en vano esperó hasta última hora, ya después
de la toma del Capitolio del 6 de enero, lo mismo que Vladimir Putin, para
reconocer el triunfo de Biden. El martes en su discurso para anunciar su
candidatura para el 2024, Trump volvió a elogiar a López Obrador por “haberle
regalado, gratis, 28 mil soldados para cuidar la frontera” y esta semana, en la
mañanera, el presidente López Obrador dijo que Trump es “una buena persona a la
que respetaba”.

Todo esto es muy extraño porque pocos presidentes
estadunidenses han tenido un discurso antimexicano más virulento, que se volvió
a poner de manifiesto en el discurso de Mar-a-Lago, con su nueva postulación,
que Donald Trump. Es verdad que la agenda de Trump podía concentrarse a partir
del tema migratorio y la de Biden abarca mucho más, desde la energía y la
crisis de opiáceos, hasta la reconversión industrial, el conflicto con China y
con Rusia, además de la propia migración. Y también es verdad que pareciera que
la administración López Obrador, de alguna forma, subestima a la actual Casa
Blanca, a la que quizá percibe débil.

No tendría que hacerlo, los resultados electorales del
martes de la semana pasada han dejado en claro que ha habido un gran perdedor
en los comicios de medio término de la Unión Americana y ese perdedor se llama
Donald Trump. Sus candidatos más importantes fueron derrotados, incluso unas
horas antes de su discurso del martes, se confirmó su derrota en Arizona, no
pudo recuperar el control del Senado con los suyos para imponer la tesis
negacionista de los resultados y el fraude electoral, en su propio partido es
cuestionado y la figura emergente, a la que Trump ya ha comenzado a insultar,
es Ron DeSantis, el gobernador de Florida, el único republicano de peso que
ganó por amplio margen. Incluso, ante la segunda ronda para elegir senador en
Georgia, que será en diciembre, los republicanos le habían pedido a Trump que
postergara su anuncio para no afectar las posibilidades del candidato de ese
partido (un ferviente trumpista).

Biden no es un presidente popular como Barack Obama o
Bill Clinton, y quién sabe si a los 81 años todavía será el candidato idóneo de
los demócratas para el 2024, pero ha logrado, por la reacción a todo lo que
implica el trumpismo, un resultado electoral que le permite mantener la
gobernabilidad y el control sobre temas básicos, mientras los republicanos
deberán asumir durante estos dos años la lucha interna para definir su propio
futuro.

Esa situación permite y obliga a la Casa Blanca y al
Capitolio (que tendrá un escaso control republicano) a endurecer posiciones en
muchos ámbitos que repercuten en la agenda interna. Temas como el tráfico de
fentanilo, la energía, el medio ambiente, la integración regional, la seguridad
en general y, por supuesto, la migración serán clave en el debate cotidiano de
los próximos dos años.

Y en muchos de esos asuntos no tenemos respuestas: en
la migración, como ya hemos dicho, la situación se puede tornar insostenible
sin estrategias de largo plazo; en el ámbito de la seguridad nada indica que
tendremos una mejora en los temas que le interesan a nuestros principales
socios comerciales: ni en el tráfico de fentanilo ni en el accionar de los
grupos del crimen organizado en relación con el tráfico de personas e
indirectamente en el control territorial de los mismos en nuestro país. Ésas
son preocupaciones reales que devienen de algo que no se termina de comprender
y, por ende, de aprovechar en nuestro beneficio.

La época cambió, si en el pasado la expansión de los
mercados se daba desde una perspectiva global, ahora queda claro que esa
libertad de mercado parte de fuertes enclaves no nacionales, sino regionales.
México es parte de un bloque regional que puede ser uno de los dos más
poderosos del mundo, con Estados Unidos y Canadá. Ahí está nuestro destino
estratégico. Ese bloque regional tendrá, a su vez, un engarce importante con la
Unión Europea, que ha comprendido que su dependencia energética con Rusia le
significó un costo que, como muestra la invasión a Ucrania, es inviable
políticamente.

China buscará fortalecerse en el Pacífico, en África y
en América Latina, ya lo está haciendo en forma notable en muchos países, pero
ésos son nuestros rivales económicos, nuestro espacio está en América del
Norte. Y esa integración pasa por muchas vías y conductos, demócratas y
republicanos, menos por uno: Donald Trump. Es la peor opción posible.

EL ASESOR

En 2014, José Luis Moyá Moyá pretendía ser comisionado
del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección
de Datos Personales (Inai). Sin embargo, cuando los senadores le preguntaron a
qué se dedicaba, de qué vivía y cuáles habían sido sus últimos tres empleos,
Moyá confesó que trabajaba para funcionarios que le pagaban por fuera, con
nombres falsos, para cuidar que no hubiera actos de corrupción entre empresas
interesadas en licitaciones públicas. Finalmente, la Secretaría de la
Contraloría General en la Ciudad de México lo inhabilitó entre 2001 y 2007 por
malos manejos ante la Dirección de Normatividad y Situación Patrimonial y la
Secretaría de Desarrollo Social, respectivamente. Desde entonces se dedicó a
“asesorar” a algunas proveedoras de gobierno que estaban interesadas en golpear
a los adversarios. Lo sigue haciendo.

Jorge Fernández Menéndez
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