La situación en Ucrania se intensifica mientras las fuerzas rusas despliegan una de las ofensivas más fuertes desde el inicio del conflicto en 2022. Las recientes maniobras han fortalecido el control ruso en regiones estratégicas como Donetsk, Kursk y Lugansk, donde Moscú concentra el grueso de sus fuerzas para asegurar avances significativos. Según un alto comandante ucraniano, esta ofensiva representa “la amenaza más poderosa” de Rusia hasta el momento, poniendo en grave riesgo las líneas de defensa ucranianas en múltiples frentes.
Ante esta presión, Kiev ha redoblado sus esfuerzos para fortalecer la resistencia con apoyo de sus aliados. No obstante, las autoridades reconocen que la situación es compleja, debido a la “exhaustión de los soldados” y la falta de una reserva de voluntarios. En este contexto, el ministro de Defensa, Rustem Umérov, señaló que se buscan “incentivos y rotaciones adecuadas” para evitar el agotamiento en las filas militares. La llegada de nuevas armas y apoyo logístico occidental resulta crítica, ya que “una derrota militar de Rusia es clave para la supervivencia y la seguridad en Europa”, según expertos del centro de estudios Razumkov.
En el este de Ucrania, los ataques rusos se han concentrado en el área de Donetsk y Lugansk, donde ambas partes han librado intensos combates. Un informe del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) detalló que las fuerzas rusas han progresado cerca de Chasiv Yar y otras localidades estratégicas en el Donbás, mientras Ucrania continúa sus esfuerzos por recuperar áreas en Kursk, territorio que intentó asegurar en operaciones recientes.
Con el invierno acercándose, el gobierno ucraniano apuesta por una estrategia defensiva mientras aguarda más apoyo de Occidente. Los líderes de Kiev insisten en la importancia de recibir más armamento para sostener la resistencia, pues consideran que la intensidad de los combates en curso pone en riesgo su capacidad de defensa si no cuentan con el respaldo adecuado de la comunidad internacional.