La Revista

Un genio solitario de sí mismo

Francisco Solís Peón
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Cultura, por: Francisco Solís Peón

Cuando ya no nos interesamos por la forma en que nos ve aquel a quien amamos, significa que ya no le amamos”.

La inminencia del otoño puede producir una suerte de metafísica peculiar con tintes de optimismo y pesimismo, de realidad y ficción, de locura y razón pura.

Si me dieran a escoger entre mis tres autores favoritos, sin duda uno de ellos sería el checo Milán Kundera (Moravia 1929), no solo por lo escrito sino también por lo vivido.

Kundera sufrió la segunda guerra mundial en los principios de su adolescencia, hijo de un prominente músico se avoca en su juventud a los acordes y los pentagramas; la verdad no hablo checo y no conozco a alguien que lo haga, sin embargo en algún lugar leí que el autor imprimía esa misma musicalidad sórdida de su país en su obra, vaya, digamos que escribía de oído.

Y es que todas sus novelas parecen ser una obra de arte según la crítica, del puñado que he tenido oportunidad de disfrutar (a saber “La broma”, “La vida está en otra parte”, “El libro de la risa y el olvido” y por supuesto “La insoportable levedad del ser”) la que más hondo ha calado en mi ánimo es “La inmortalidad”.

Sucede con frecuencia que la biografía y la narrativa de un escritor se encuentren íntimamente ligadas, es exactamente el caso. Kundera fue expulsado en repetidas ocasiones del partido comunista checo, pasó varios años de penurias ganándose la vida como pianista de jazz, un lustro después de la “primavera de Praga” por fin logra asilarse en Francia para después adquirir la nacionalidad.

Aquí estriban los rasgos distintivos de “La inmortalidad”, a diferencia de sus hermanas mayores, esta novela nos presenta a un Kundera cosmopolita, totalmente posmoderno; si algo le dolía al autor era la opresión que sufría su pueblo y en algún punto, dejó de dolerle, aún antes de la “revolución de terciopelo”.

En esta ocasión nos encontramos también ante una lectura profunda que reconozco que me ha llevado más tiempo del que esperaba porque no ha logrado engancharme a la trama. Eso se debe a que no existe una trama propiamente dicha. Es una novela filosófica en el sentido de que el objetivo es reflexionar sobre la sociedad actual a través de sus personajes. El concepto de la obra queda plasmado por el propio autor en uno de los últimos capítulos donde conversa de literatura con uno de los personajes y nos da las claves para entender el texto.

Carezco de la capacidad para decir más, se trata de un libro que el lector debe descifrar según sus creencias y sus entrañas.

Basta con concluir, como lo hicimos en el epígrafe, robándonos una cita de la propia novela: “Si un loco quiere salvar hoy sus novelas, tiene que escribirlas de manera que no se puedan adaptar, o dicho de otro modo, que no se puedan contar”.

Francisco Solís Peón
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