Por Alejandro Murillo
El creciente lujo de la nueva Arabia es el personaje que más resalta en esta comedia con pistolas –pero sin balas– en la que nos representan las virtudes, vicios, secretos y misterios de una de las potencias mundiales más notorias de esta era. Y todo, nuevamente, desde la óptica estadounidense. La buena noticia es que todo está contado con mucho buen tumor digo, humor.
Luego de su conmovedora interpretación como el magnate perfeccionista Walt Disney en El sueño de Walt, Tom Hanks regresa al cine con un personaje más minimizado, abatido y necesitado de recuperar cualquier confianza en sí mismo y la humanidad. Es un hombre con problemas comunes y corrientes y un trabajo que le enferma. Bajo la dirección del genial Tom Tykwer –autor de nuevos clásicos como Corre Lola corre y La princesa y el guerrero– la cinta es una matemática fílmica de Toms multiplicados, exponenciando así el frenético estilo de uno, con el cauteloso carisma del otro. El cineasta alemán regresa al set con un nutrido drama que gira en torno a Alan, un padre recién divorciado quien recibe de su empresa la misión de ofrecerle al emperador saudí el mejor servicio de telefonía holográfica.
Esta trama se mezcla con episodios comunes de una comedia romántica, un melodrama familiar y otros aspectos de una sátira política; incluyendo una “ceremonia” diplomática que ya quisiera el mismísimo Paolo Sorrentino.
Gracias a la radiante presencia de su actor principal, esta película consigue ser la segunda más contenida del director, sólo tras En el cielo. Sin embargo, el elenco que rodea a ese personaje consigue atraer la atención gracias a la seriedad de sus propias cirunstancias: sus jóvenes ingenieros del equipo holográfico, los folclores locales de un cómico chofer adúltero y revolucionario, y una atrevida doctora, también en divorcio, tan insurrecta como atractiva.
Estamos ante una comedia romántica en manos de un cineasta sin miedo y en territorio prohibido. No puede haber película más entretenida, con el voto de confianza de al menos dos grandes personalidades fílmicas cuyos nombres hablan por sí solos. Pero, más allá de eso, la película cuenta una historia que probablemente resulte lógica para la eternidad, como si no fueran a faltar emperadores necesitados de la última tecnología de comunicación como para mil años más.
Sólo esperemos que en esos mil años haya más Toms.
