Cultura, por: Francisco Solís Peón.
“Uno es dueño de sus opiniones pero No de sus hechos”. Bernard Shaw.
Como sucede con este tipo de subgénero entre literario y periodístico, directamente conectado al escándalo político, la sola aparición del libro “Felipe, el oscuro” salta a la luz pública como noticia en sí misma. Mi pronóstico es que su valor intrínseco se irá extinguiendo conforme pase el tiempo para nunca convertirse en referente histórico, inexorablemente quedará arrumbado en la caja de volúmenes que se disponen a venderse en las ya cada vez menos numerosas librerías de “viejo”.
Pedo recordar como entre seños narraciones similares que corrieron la misma suerte, “La ´Ultima llamada”, “Lo negro del Negro”, “La ciudad en crisis”, “Los crímenes ocultos de López Obrador” etc. Todos respondiendo a proyectos políticos muy concretos y centrados en personajes específicos, más que en la radiografía del momento político.
Distinto es el caso de los títulos de Julio Scherer García (es imperioso citar el segundo apellido) tales como “Los Presidentes” y “Estos años” así como “La diferencia, radiografía de un sexenio” de Rubén Aguilar y Jorge Castañeda. El abismo periodístico estriba en el enfoque, no es lo mismo sentar en el banquillo de los acusados a un determinado político o a un grupo de ellos, que describir una realidad dada, con la menor cantidad de adjetivos posibles y evitando en lo que cabe los juicios de valor, mismos que deben ser patrimonio del lector.
En las páginas de “Felipe, el oscuro” la periodista de origen argentino Olga Wornat intenta realizar un retrato del polémico ex presidente Felipe Calderón y a partir de ahí explicar diversas circunstancias de lo acontecido durante el sexenio 2006-2012, a mi parecer todas intrascendentes con la notable excepción de la mal llamada “guerra contra el narco” y la relación del gobierno con el crimen organizado.
En próximas entregas abordaremos los temas que se desarrollan en los capítulos por el momento quisiera centrarme en la insistencia de la autora para descalificar a Felipe por su supuesto alcoholismo.
En primera instancia las anécdotas personales son buenas para salpicar de color los trabajos periodísticos, los hace amenos pero una cosa es el contexto y otra muy diferente el contenido, en otras palabras el chisme es chisme, aunque en este caso el chismoso sea Yo mismo.
En las páginas 114 y 115 del mencionado libro, Wornat cita un folclórico episodio que nos tocó vivir al ex presidente Calderón y a un servidor hace más o menos 35 años, para no hacer un spoiler me limitaré a comentar que los veintitantos años son una edad ideal para andar de fiesta y sufrir por amor, y en este caso particular Felipe sufría por un amor verdadero.
Lo dudoso del asunto es que Olga nunca me entrevistó. Me envió sí a una muchacha de personalidad tremendamente agradable, fue una bella tarde en la colonia Condesa hace ya casi diez años. Tuvimos una conversación de más de cinco horas y nos despedimos ya entrada la noche ¡Y resulta que el material más intrascendente fue lo único que se publicó! Nada de todas las cosas positivas y otras no tanto que hubiesen servido para realizar un perfil más completo e imparcial del personaje.
El libro tiene un sesgo de venganza que la autora explica con razones muy válidas, sin embargo de sus líneas se desprende una angustia que bien puede convertirse en el mejor de los solventes para la objetividad.
Todavía queda mucho que explicar y mucho que aclarar…
