Por Marco Antonio Cortez Navarrete
Su Fe en Dios y en la familia fueron los motores que impulsaron a Benita Natalia Navarrete García —mi madre, que en paz descansa— para formar un hogar con las condiciones necesarias para criar a sus hijas y e hijos y con las oportunidades para crecer y salir adelante, como seres humanos y personas de bien.
De cuna humilde, Benita Natalia nació en la bella ciudad de Tula de Allende, Hidalgo, donde pese al complejo mundo que enfrentó tuvo claro que para alcanzar sus metas tendría que trabajar mucho, y así fue, sobre todo cuando decidió compartir su vida con mi padre, Filiberto Cortés y Solís (+), hombre también curtido por las dureza de la vida pero con la fuerza y la voluntad para superar las adversidades.
Como mucha gente sabe —agradeciéndoles mis hermanos y yo, con nuestros corazones en las manos— mi madre dejó este plano terrenal el lunes ppdo. a la primera hora del día, su deceso, fue súbito, sin sufrimiento, como un regalo de Dios por su forma de ser y pensar; siempre con la sonrisa a flor de labios y frases cortas pero certeras para todas las personas que la conocían o acercaban a ella.
Hoy sus cenizas reposan junto a las de mi padre, en el mismo nicho de una iglesia. Su legado queda en vida —sus hijas e hijos, nietas y nietos y una bisnieta—estamos conscientes de las responsabilidades heredadas por la “abuelita Benny” que fue eje de la familia, aún estando en vida mi padre. Tuvo la paciencia y fortaleza para compartir su vida con un hombre que fue producto de las
durezas que en ocasiones plantea la vida.
Benny aguantó todo tipo de embestidas, soportó con “enormes cadenas” los pilares de su hogar fructificando con los nacimientos, formación, educación y desarrollo de sus hijas e hijos, ninguno perfecto, pero conscientes y responsables y de mantener de ahora en adelante esa unión inculcada por mi madre y por mi padre mantener vigente el significado de la Familia y todo lo que gira alrededor de esta palabra.
Hasta pronto mamá