La Revista

Una oposición que no reacciona

Jorge Fernández Menéndez
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Razones, por: Jorge Fernández Menéndez.

Después de la marcha del 26 de febrero pasado,
decíamos que la misma había demostrado que existe una oposición amplia y
transversal, pero que sin liderazgos claros estaría condenada al fracaso en
2024.

Han pasado semanas y el efecto de aquella movilización
sigue diluyéndose sin que la oposición muestre opciones. Por el contrario, está
involucrándose en reformas constitucionales que lo que buscan es impedir que
las autoridades electorales puedan intervenir en asuntos partidarios. Una
reforma que en nada ayuda en los avances democráticos del país y que sólo sirve
para que las propias dirigencias (de Morena y de la oposición) se entronicen en
el poder, quitándoles protagonismo a sus militantes.

Cuando fue la movilización de febrero decíamos que las
marchas sin liderazgos que canalizaran esa potencialidad opositora no tendrían
sentido. Si se quieren construir esos liderazgos, los mismos pueden o no surgir
de los partidos, pero, sin duda, deben trascenderlos. La peor idea que pueden
tener las fuerzas opositoras sería imponer a cualquiera de sus dirigentes como
candidato o candidata presidencial. En 1988, Cuauhtémoc Cárdenas significaba
mucho más que un disidente del PRI o un opositor a la candidatura de Carlos
Salinas: ésa fue su verdadera potencialidad, más allá de los partidos. Hoy no
se percibe desde la oposición quién podría jugar un papel similar, no porque no
lo haya, sino porque esa candidatura o grupo de ellas, incluso para que puedan
competir internamente y, así, darse a conocer, no han sido construidas.

Algún miembro destacado de la oposición me decía que
no era conveniente avanzar rápidamente en ello porque exponer un candidato o
candidata con anticipación lo podría hacer vulnerable al golpeteo desde el
gobierno. Puede ser, pero sucederá lo mismo el día de mañana en plena campaña
electoral y sin tiempo para asimilarlo y superarlo.

Creo, decía entonces y estoy convencido ahora, que lo
que sucede es que las que están temerosas de perder el control de ese proceso
son las dirigencias de los partidos porque, como ocurrió en 1988 con el FDN,
una candidatura exitosa, aunque no gane las elecciones, puede borrar con
dirigencias endebles: ¿quién recuerda hoy al PPS, al PFCRN o al PARM, incluso
al PSUM y sus dirigentes de entonces? De allí nació el PRD y más tarde Morena,
incluso desplazando con la candidatura de Andrés Manuel a los propios
dirigentes perredistas.

Si no se asume ese posible destino no se podrá
consolidar una alianza o será un experimento cupular destinado al fracaso, como
lo fueron las de 2018, de Anaya y de Meade, contra López Obrador.

Hoy eso no ha ocurrido. Pasan los meses y no se
percibe ni un movimiento serio para construir una candidatura alterna. Los
nombres que suenan ya se han descartado o no alcanzan para construir una opción
que trascienda el escenario partidario. Si se ven las más recientes encuestas, todas
las corcholatas de Morena han crecido proporcionalmente, mientras que los
nombres que suenan de la oposición son eso, nombres, que, salvo alguna honrosa
excepción, ni están haciendo campaña ni aparecen en la conversación pública.
Incluso se siguen manejando en las encuestas personajes que ya se han
descartado para estar en 2024.

El tiempo se acaba y las opciones también, pero parece
que para los partidos es más importante acotar las atribuciones del TEPJF que
trabajar en construir candidaturas comunes que sean viables y competitivas.
Quizá les cuesta tanto porque, como ya dijimos, para eso se requieren
personajes que puedan trascender partidos y, sobre todo, sus cada vez menos
representativas dirigencias. Y no veo que esas dirigencias, hoy, estén dispuestas
a sacrificar ni el más mínimo espacio de poder para construir esas
alternativas.

Córdova
y el INE

Conocí a Lorenzo Córdova hace muchos años, cuando creo
que aún era estudiante de la UNAM. Había tenido el enorme privilegio de tener
amistad con su padre, ese gran académico y político que fue Arnaldo Córdova.
Lorenzo estuvo muy cerca, durante años, de José Woldenberg, antes, durante y
después de su paso por el IFE. Siempre, como Ciro Murayama, fue parte de una
izquierda democrática, liberal, alejada de visiones autoritarias. Eso distanció
a Woldenberg y a muchos otros del PRD y más aún de Morena.

Pero nunca perdieron aquellas convicciones de una
izquierda liberal. En la dirección del INE, Lorenzo seguramente cometió algunos
errores y, quizás, en algunos momentos, le pudo ganar el protagonismo. Pero fue
un funcionario que garantizó la imparcialidad de las elecciones y una
organización espléndida de las mismas. Elecciones que durante su periodo le
permitieron a la izquierda mantener su preeminencia en el poder desde 1997
hasta el día de hoy en la Ciudad de México, le permitió al presidente López
Obrador ganar en 2018 y obtener, desde entonces, 21 de las 32 gubernaturas del
país.

La inquina presidencial y de sectores de Morena contra
Córdova o Murayama no está justificada en absolutamente nada, salvo en el
desprecio que el oficialismo tiene, muchas veces, por los personajes,
instituciones y normas legales que no se avienen a su voluntad. El colmo es que
se intente impedir que Córdova o quien sea pueda continuar su carrera como
académico en la UNAM, como comentarista en un medio de comunicación o que se
intente una política de cancelación contra un funcionario público que, y vaya
que eso no es menor, simplemente cumplió con su responsabilidad. Lorenzo, éxito
en lo que venga en el futuro.

Jorge Fernández Menéndez
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