Los pueblos mágicos representan una parte de la esencia cultural de los territorios donde se ubican. Son motivo de orgullo para sus habitantes, así como deleite garantizado para los turistas. Los pueblos mágicos resaltan por la belleza de sus paisajes, el cuidado otorgado a sus sitios icónicos y la calidez de su gente. Son destinos excepcionales cuya visita se traduce en experiencias memorables.
Valladolid, “La sultana del oriente”, es uno de los dos municipios de nuestra entidad federativa con la distinción de Pueblo Mágico. Se trata de una ciudad en notable crecimiento desde hace varios años, donde se ofrecen servicios de calidad.
Cada vez es mayor el número de personas que se deciden a visitar esta tierra para conocer aquello de lo que tanto se habla; Valladolid está de moda. Sin embargo, el desarrollo urbano de este polo turístico debe darse con orden y conciencia respecto del indispensable desarrollo sustentable. El reto es grande, pues involucra a la población vallisoletana y a las autoridades gubernamentales.
La gastronomía es uno de los principales atractivos de Valladolid. Entre los platillos más populares sobresalen los famosos lomitos y la longaniza, pero la oferta culinaria es vastamente amplia. La comida yucateca es dignamente representada por la cocina de este pueblo mágico que cuenta con restaurantes de alto prestigio.
Una de las claves del crecimiento turístico de Valladolid se relaciona con la existencia de hoteles a la altura de las demandas de los visitantes nacionales y extranjeros. El accesible hospedaje, que se traduce en estancias cómodas y placenteras, es un aliciente para que los turistas pernocten más días en este municipio generando una derrama económica de relevancia.
Se ha visto un repunte de visitantes europeos y de otros continentes en la ciudad de Valladolid, lo cual es positivo y habla de la buena labor para promover el turismo internacional por parte de las autoridades correspondientes. No obstante, considero que hay un área de oportunidad para atraer a una mayor cantidad de turistas nacionales. La oferta cultural y la hospitalidad que sobra en suelo vallisoletano, puede volverse un gancho para que potenciales visitantes de todos los rincones del país se animen a pasar sus vacaciones en la Península de Yucatán.
Aprendamos a valorar, como yucatecos, los extraordinarios territorios que conforman la geografía de nuestro estado. Fomentemos el turismo local y aprovechemos cualquier pretexto para visitar y conocer cada uno de los municipios que nos enorgullecen por su diversidad cultural y su profundo calado histórico producto de la fusión entre el mundo maya y la tradición colonial.
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