Claroscuro, por: Francisco López Vargas.
Xóchitl Gálvez nos dio una clase de humildad la semana
que termina. La mujer que se ha ganado el aprecio de quienes sabemos de ella,
nos dice que la humildad y la sencillez siguen siendo la clave para que nos
vean como auténticos, como honestos, como sinceros: no me alcanza aún para ser
candidata presidencia, dijo. Voy por la jefatura de gobierno capitalino, para
eso sí tengo lo suficiente y para eso me alcanza.
Las encuestas que se han hecho públicas este año nos
dicen que Xóchitl es la mejor posicionada para la jefatura de gobierno de la
capital del país. Ella, hidalguense de nacimiento y metropolitana por
necesidad, no está en el negocio del ego, ese que tanto les cuesta domesticar a
los políticos y no se ha ido con el canto de las sirenas que, basados en sus
resultados y lo que señalan las encuestas, le proponen ser candidata
presidencial.
Ella, como pocos políticos, sabe cumplir su palabra…
Dice y hace y eso le ha valido el reconocimiento de una sociedad cansada de la
faramalla desde el poder.
A Xóchitl, una mujer que cumplió 60 años hace unos
días, es común encontrarla transportándose en su bicicleta, y su don de gente
le ha valido el reconocimiento de quienes la han tratado y de quienes saben
cómo se ha conducido en sus encargos previos.
Ella ganó el 42.5 por ciento de los votos en la
elección a gobernador de Hidalgo y aceptó el triunfo del priista José Luis
Olvera, cuya diferencia fue del orden de 40 mil votos.
La hidalguense llegó a la capital en busca de una vida
mejor. Vivió en Iztapalapa, padeció vivir en esa delegación que les falta desde
el agua; estudió ingeniería en cómputo en la UNAM y en el gobierno de Vicente
Fox se desempeñó como Comisionada Nacional para el Desarrollo de los Pueblos
Indígenas. Nadie le cuenta lo que padecemos los ciudadanos comunes y de a pie.
En 2015, fue candidata a delegada de Benito Juárez por
el PAN y ganó y de ahí llegó al Senado de la República, donde se desempeña hoy
como plurinominal.
Xóchitl es una mujer joven de espíritu, capaz como
ingeniera, eficiente como administradora pública y a pesar de tener una hermana
en prisión, ella jamás ha sido una mujer de escándalos. Su vida ha sido de
esfuerzo, su historia común en un país donde vaya que cuesta trabajo salir de
la miseria, pero miente quien dice que no se puede.
Decía en varias colaboraciones que en este proceso
electoral que asoma para 2024, el reto será representar con orgullo y con
eficiencia a la sociedad civil, esa que ha acreditado que está muy articulada
pero no tiene liderazgos a la vista.
Los partidos ¿fingen? que han entendido, pero vemos
que más de uno de los políticos de siempre ya se anotaron para ser candidatos y
tiene el derecho de aspirar aunque también tienen la obligación de entender.
Entre los empresarios vemos gente que sigue sin
entender: Gustavo de Hoyos pasó de ser líder empresarial a encabezar organismos
de sociedad civil que buscan la integración de esos partidos -hoy en crisis- a
una sociedad que les exigen ser auténticos instrumentos para representarlos y
cayó en el espejismo de querer él ser el candidato.
No entienden, para darnos a los ciudadanos lo que se
considera necesario y exigirle al
gobierno los resultados que nos conviertan en mejor sociedad, una articulada y
más eficiente y menos discriminatoria e incluyente, lo primero es tomar en
cuenta a esa sociedad. Son otros tiempos.
Sin embargo, Gustavo de Hoyos no entendió y se aventó
desde su iniciativa de aglutinar partidos para servir a la sociedad, pero su
propuesta no prendió. Nadie le dijo que tenía su apoyo precisamente porque no
era la manera de buscar contender, no eran tampoco los argumentos para un país
tan diverso, tan plural hoy tan enfrentado y tan desilusionado y que voltea a
todos lados sin encontrar quien sea confiable. El que pensaron sería diferente
no sólo resultó malo, resultó peor: más corrupto, más farsante, más hipócrita y
más autoritario.
La crisis de los partidos está peor: la sociedad
despertó de su anhelo ya sin opciones: les falló el PRI, el PAN, el PRD donde
ha estado, pero el que se supone era diferente también le dio la espalda al
país con su alegato de ser mejor que los otros sin serlo.
Más pobreza, más corrupción, más violencia, menos respeto
a derechos, menos caso a las luchas de los colectivos. Mal y de malas, de mal a
peor.
¿Qué sigue? Seguir buscando, seguir armando ese
andamiaje que nos dé certeza y certidumbre que hoy sí se nos tomará en cuenta y
seremos corresponsables de quien sea el candidato, de un partido o de otro o de
ninguno, pero el candidato de una sociedad que sienta que la tomaron en cuenta
para la elección.
Porque de dedazos, tapados y de corcholatas ya estamos
hartos porque significan decisiones desde el poder, ese que luego nos avasalla,
nos limita y nos harta porque no entiende que ese poder es para servirnos no
para servirse.