Por: Alonso Ronald Ortiz García.
@RonaldOrtizG
Estas elecciones han estado cargadas de un
lenguaje violento, como si la imposibilidad de argumentar pudiera ser
compensada aumentando el calibre de las descalificaciones, el uso de
expresiones cargadas de odio e incluso las peticiones de muerte.
Adelanto entonces tres ideas: 1) No hay
una solución al problema del maniqueísmo político; 2) a pesar de esto, se
impone como algo que hay que combatir porque su efecto es polarizar a la
sociedad, y 3) la única opción posible para limitarlo es hilvanar tejido
social.
1)
Buenos y malos: los riesgos del maniqueísmo
La idea maniquea de que existen fuerzas
perversas que manejan la historia y la política, la construcción de un enemigo
absoluto a vencer y el aderezo del mal gusto han salpicado el proceso electoral
de abusos del discurso que bien valdría la pena evitar.
Comenzó con un si no gano “yo me voy
a Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre. El que suelte el tigre que lo
amarre, yo ya no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude
electoral”, que parafrasea a Porfirio Díaz y nos recuerda lo que siguió:
más de un millón de muertos por la Revolución.
Le siguió la idea de Taibo II de gobernar
por decreto o “fusilar a los traidores”, pero hoy, el maniqueísmo no
parece ser patrimonio exclusivo de un partido: ha invadido todo el sistema
político y, lamentablemente, contagiado a la sociedad.
Y sí, la “muerte civil” de Anaya
es igual de terrible que el “mocharles la mano” del Bronco.
2)
Polarización social
El resorte del maniqueísmo se sostiene en
la suposición de que “ellos” y sus líderes son perfectos y sus ideas
correctas, y se impulsa en la afirmación de que “aquellos” son inferiores
y viven en la mentira.
Memes y momos se viralizan lo mismo
pidiendo la muerte de un candidato que reduciendo al simpatizante de un lado
como corrupto y del otro como zombie.
Estas ideas y este lenguaje violento
polarizan a la sociedad reduciendo el proceso electoral a un duelo,
condicionando profundamente la naturaleza misma de la política: hacer habitable
el conflicto social sustituyendo las armas por las palabras.
Ciegos por este duelo somos incapaces de
comprender los matices. Inventamos demonios o héroes en donde sólo hay seres
humanos, con méritos y defectos, viviendo circunstancias que sólo son capaces
de controlar en parte.
3.
Regresemos al tejido social
Pero este momento también representa una
oportunidad: tenemos que frenar la bala. Sabemos que no hay futuro posible en
la violencia, es necesario que cada quien hilvane para crear un tejido social
más sólido, capaz de abrigarnos y guiarnos hacia un conjunto común de valores
compartidos.