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Yo Procuro la Democracia: Respeto al INE

Jorge Valladares Sánchez
Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez.*

En Facebook y en Youtube: Dr. Jorge Valladares. 

Podría hacer intentos
adicionales a los que ya muchas personas han hecho y harán… pero ni esa simple
palabra, ni ningún razonamiento, petición o realidad han hecho que la persona a
la que le dimos el empleo de Presidente recule en alguno de los daños que hace
y pondere la destrucción que heredará a nuestro México.

Así que ni al caso
intentar decirle algo más, sobre todo que ni lo leerá, je. Y si lo leyera, no
entendería. Y si entendiera, seguirá tan ensimismado como en todo lo que ha
hecho desde 2018. Así que más lo digo porque sé que le molesta que cualquiera
se la diga, ¡je!

Quiero aclarar que hace 9
años yo tenía del IFE (INE) un concepto muy similar al que asumo que tiene la
generalidad de la población, producto de que sabía lo que la misma generalidad
de la gente sabe, y lo que pasara con él no tenía para mí más importancia que
la de creer que había muchas cosas que mejorar para que México tenga realmente
una democracia cotidiana, y pensaba que el INE era un instrumento imperfecto y
en mejoría para avanzar en ese sentido.

Como he tenido la
costumbre y fortuna de leer, observar, estudiar y conversar bastantito, pues
sabía algunos detalles técnicos relacionados con incidentes importantes de la
política y de las elecciones en cada sexenio que he vivido. En los 70s y 80s
los fraudes electorales eran evidentes, y entendibles, al ser el gobierno el jugador
estrella (o único), dueño del balón, árbitro y seguridad del estadio, y eso se
llamaba ya democracia. Era tan curioso y a la vez “normal”… Bastaba que el
Presidente en turno eligiera y destapara a su mejor ficha, para que ya
supiéramos quien sería el siguiente. Ya ni hacía falta votar; pero si queríamos
hacerlo era con una credencial sin foto dada por ese gobierno, donde el
gobierno lo indicara y ante personas que trabajaban para el mismito gobierno.
Tan atractivo era, que muchas personas votaban una y otra vez en la misma
elección; bueno, hasta personas muertas en número considerable asistían a
votar, a propósito de estas fechas…

Para cierta gente las
campañas eran buenas; en especial para las que vivían en lugares a los que
acudía el candidato, pues se arreglaba la ruta por donde pasaría o se
inauguraba algo que por décadas había hecho falta, se ofrecían regalos y comida
para que la gente estuviera motivada a asistir a los mítines, se tapizaban los
postes con el rostro de tan atractiva persona… y todo con dinero que
sospechábamos que era nuestro, pero probablemente era sospechosismo (no se
llamaba así aún), ya que nadie podía probarlo, y reclamarlo, menos. Y la fiesta
acababa luego de la jornada electoral, donde la noticia no era quién ganó, sino
la manera impresionante en que lo hizo. La vida seguía igual luego de eso.

Las elecciones de
congresistas eran mucho menos interesantes, excepto para el grupo de amigos
cercanos a las personas fuertes del partido, ya que a estos siempre les tocaría
un lugar, gracias al pueblo, que financiaba el sistema sin siquiera enterarse
de qué deberían o pretendían hacer. 300 diputados, 64 senadores… y luego la
repartición de “huesos” que les tiraban (por eso el nombre tan feo) a los que
como “mejores amigos de esos hombres” (sí prácticamente puros hombres) les
seguían fielmente, sin necesidad de perfiles, competencia o interés alguno de
servir. Nuestros impuestos estaban trabajando, cantaba Three Souls in My Mind,
desde presentaciones de poco aforo y discos de 33.

En 1988 se operó lo que
para muchos/as fue el último fraude gubernamental en las elecciones. Cuando a
Bartlett “se le cayó” el sistema, cayó también un poco de esa tendencia y se
iniciaron una serie de concesiones, al principio grotescas y cada vez más
formales para darle a la oposición oportunidades de mejorar sus condiciones para
jugar. Muchos creímos y algunos todavía creemos que Cárdenas ganó esa votación,
y es que pasó, lo que sólo 30 años después vimos nuevamente a alguien hacer en
el país, lograr que más de la mitad de los votantes siguieran las ideas que él (y
el Maquío) plantearon. Se dice del Ingeniero y de toda la oposición que se unió
ante el fraude, que tuvo la grandeza de detener la lucha para no meter al país
en un conflicto interno de grandes consecuencias. Fue el primer jugador
visitante que compitió con éxito en la cancha, que seguía siendo del partido
oficial.

Así que Salinas, para
conseguir alguna legitimidad, frente al evidente fraude, supo dar espacios en
las negociaciones y parcialmente en la ley, que permitieron que la oposición
obtuviera algunos triunfos, mucho por votos, otro poco por las entonces famosas
concerta-cesiones. De lo poco importante que sí cedió para bien de la
democracia fue que personajes ajenos al partido oficial pudieron entrar a
Bucareli e iniciar un contrapeso a quien seguía presidiendo el tema electoral,
la Secretaría de Gobernación.

Desde entonces la
oposición fue exigiendo y logrando espacio por espacio, en la ley, los
presupuestos, la institucionalidad, las prácticas más o menos parecidas a un
juego democrático… y el gran logro fue, en 1996, sacar de Bucareli al órgano
electoral y con ello a Gobernación de su control. La oposición empezó a tener
cada vez más balones, la cancha seguía siendo del gobierno, ya había más de un
jugador en cada juego y se empezaba a gestar la posibilidad de un verdadero
árbitro. El factor más importante en este proceso, para gobierno, oposición y
ciudadanía, fue la desconfianza; así que tomó importancia el otro enorme
elemento del juego, al fin, las reglas.

Como obliga el vicio de
la política y gobierno en México, se vino una andanada de leyes y cambios en la
constitución, pretendiendo cada vez avanzar más en la democracia (siempre
dicen) y en las formas de controlar el juego. Las concesiones cedieron su lugar
a más y más complicados artículos para un pretendido control de la desconfianza
y la disposición de una cancha más pareja. El precio: el costo de cada regla.
El responsable de hacer cumplir tantos cambios: el árbitro. Las entradas y todo
lo necesario, pagado por la ciudadanía (siempre); los beneficios, para una
mayor, más diversa y cada vez menos preparada “clase política”; y los
resultados, pequeños incrementos graduales en la sensación de que podemos
decidir quien gobierna, el mismo incumplimiento de promesas de campaña,
corrupción, impunidad y pésima calidad de la representación y el gobierno,
mucho más gasto del erario para sostener las nuevas reglas y el reforzamiento
de la idea de que la democracia es sinónimo de ir a votar y que se respete el
resultado.

En 2014 ocurrió otro gran
cambio en las reglas y con ello se consolidó el profesionalismo, la naturaleza
y alcance del árbitro. Como obra de los/as políticos perennes tuvo mejoras y
retrocesos, y como siempre, más costo para la ciudadanía y pocos pero algunos
beneficios para la ciudadanía. Nuevamente fue la oposición quien a través de
esos cambios buscaba más balones y mejores condiciones en la cancha, sin
importar realmente el costo y obligando al árbitro a una nueva evolución
abrupta. Esto principalmente lo encabezada el naciente movimiento de
regeneración nacional (que se llevó hasta la mascota de la casa del PRD) y el
siempre presente PAN (nuevamente oposición, tras dos gobiernos que no hicieron
mucha diferencia para la gente). De 2000 a 2018 tantos cambios permitieron,
para bien (de los/as políticos, claro, no de la ciudadanía), que sucediera lo
“imposible”: el fin de la era del PRI, una competencia creíble entre jugadores
de casa y visitantes, y tres alternancias de partido en la presidencia de
México.

Sé que “qué mas da”, pero
situacionalmente esa reforma del 2014 me incluyó en sus giros, pues pude por
medio de un concurso de oposición integrarme al árbitro local de Yucatán, y
estudiarlo, conocerlo y procurar contribuir a fortalecerlo; y con ello también
conocer por dentro a los demás árbitros, el nacional y los 31 estatales, así
como a los tribunales, que sustituyeron en su momento a la vigilancia del
estadio.

Ya pasó. Ya pasé… y
antes, entonces y ahora sigo pensando como ciudadano y viendo con alguna claridad
aciertos y errores del gobierno, los partidos, los/as gobernantes, los órganos
electorales, la ciudadanía y la democracia como la vivimos… Lo que cambió es
que ahora sé cómo funciona y lo que requiere cambiar si queremos mejor
democracia y lo que puede hacer que logremos empeorarla.

Hay muchas personas hoy
diciendo “Yo Defiendo al INE”, principalmente en las redes electrónicas. A
algunas de ellas se les desacredita por trabajar (y en justicia, cobrar) en
alguno de los árbitros electorales, pero, pues, son quienes saben cómo
funciona. Así como hay miles que no reciben algún beneficio material o
instrumental del INE o sus funcionarios/as; hacia ellos/as ya sólo caben las
descalificaciones o reconocimientos producto de la exacerbada polarización característica
de este sexenio.

Luego de lo relatado y lo
vivido sólo puedo añadir tres comentarios:

1. Entiendo y simpatizo
con la idea de defenderlo, si ese verbo lo entendemos como mantenerlo, con el
ánimo de seguirlo desarrollando para que sea cada vez más ciudadano; y sé que
su mejor y más urgente ruta es que, como en el caso de los árbitros estatales,
logremos que sea, más que electoral, un organismo autónomo de la democracia, en
el que los mecanismos de participación ciudadana sean amplios, efectivos y
permanentes. Me sumo al grupo, porque entiendo que la lucha es correcta, aunque
yo no defiendo al INE, sino que lo respeto por su trayectoria y avances.

2. Yo no creo que sirva
defenderlo en el sentido de librarlo o impedir los ataques que ha estado
recibiendo desde 2018 del partido oficial y gobierno actual. No hay forma. De
hecho siempre en la Herradura de la Democracia, en Tlalpan, el INE ha escuchado
de todos los partidos las peores descalificaciones de cualquiera de los
partidos, cuando el arbitraje señala sus faltas o no les concede ventajas. Lo
extremo es que por primera vez, y con un ánimo rabioso, quienes lograron su anhelado
triunfo, con las reglas que tanto desearon cuando eran oposición y con el
arbitraje de este mismo Instituto, sean quienes buscan desaparecerlo. La
intención la indica bien Carlos Bravo en su columna de hoy: Andrés Manuel quiere
patear la escalera que ayudó a construir durante 30 años, y así nadie más podrá
subir por ella; no importa lo que haya costado y cuánta ciudadanía participó de
construirla. Y su argumento: es que ahora ya es muy cara y nadie más la
necesita.

3. La decisión que se
tome, lamentablemente, dependerá de las mismas reglas que los políticos/as
perennes se han dado y la baja calidad de personas y servidores/as que les
caracteriza. Así que la mejor defensa, como decía Kalimán, y la única aplicable
en este caso, es el ataque. La ciudadanía que crea que debemos impedir este agandalle
tiene que actuar (y no sólo postear el eslogan). Quienes creen o cobran por
representarnos, impidiendo que pase ese desatino en el Congreso. Quienes tienen
poder de cualquier naturaleza ejerciéndolo frente a quienes el poder les asusta
y a eso sí escuchan. Quienes tenemos pluma escribiendo. Quienes tenemos aún la
ilusión de que podemos hacer entender a nuestro/a representante diciéndole que
estamos vigilando su actuar, pero en presencia, en donde sí volteen a ver.

OJO, luego de años de
trabajar en ello y 55 de vivir intensamente, yo sé algunas cositas sobre los
puntos que se pretenden cambiar:

– El mayor engaño está en
la idea de “cambiar al INE”. Ninguna institución cambia por decreto. Lo único
que se pretende es cambiarle el nombre y tomar el control sobre él. Lo que sí
harían es desaparecer lo que hay, con todo lo que hemos pagado por ello, sin
construir nada mejor; o entregarnos sólo un cascarón, como está sucediendo en
varios temas.

– Reducir el número de
diputados y senadores obviamente sería bueno y es un deseo de la ciudadanía,
desde antes de que se incrementaran; pero el efecto será a favor del partido
mayoritario, pues como se plantea no representarían a su distrito (je, jamás lo
han hecho) y reducirían el acceso de la oposición; ese es el objetivo. Hay
maneras adecuadas de hacerlo y sobre todo de obligar a que le respondan a la
gente que les da el cargo. Se trata de un engaño para hacer que los 300
diputados sean plurinominales.

– Sondeos, encuestas,
charlas y el sentido común coinciden en que la ciudadanía quiere que haya menos
dinero para… y podemos poner en la pregunta al INE, a cualquier gobernante, especialmente
congresistas, los partidos, las campañas, magistrados, las votaciones, los
gastos de la pareja en sus gustos/vicios y servicios públicos mal realizados. Se
usa de pretexto para apoderarse del árbitro.

– También coinciden todas
esas fuentes en que es un deseo de los mexicanos/as poder elegir o que haya
mejor o que sean honestos… y podemos poner en la pregunta a los consejeros, magistrados,
gobernantes, jueces, diputados (por favooooorrr), los temas sobre los cuales se
nos consulta, los candidatos/as que aspiren a un cargo, los funcionarios/as que
les atienden en cualquier dependencia, los médicos a los que acudimos, el
policía que está en la calle, nuestro sueldo y los impuestos que tenemos que
pagar. No lo son, ningún cambio a la ley, ni gobernante, ni pañuelito blanco ha
logrado eso; estamos lejos de reclamar que el estadio es nuestro, pero ese es
el único camino.

– La ciudadanía, en su
amplia mayoría, está dedicada a sus cosas y no a cuidarle las manos al
gobierno; y aunque tengamos opinión de lo que sea que nos pregunten, andamos
cerca del principio de Pareto, con el 20% para quienes afirman saber lo que
está haciendo o proponiendo quien sea del gobierno en cualquier tema, se trate
de lo electoral, de los impuestos, de la seguridad, de la salud, de la
educación, de las corruptelas o de la forma en que deciden cómo darle un cargo
a una persona por importante que sea la cartera. Pero el 80% está dispuesto a
afirmar que algo anda mal en ello y sería necesario un cambio.

– Hoy la mayoría creemos
o sabemos que no hay fraudes electorales desde el gobierno, porque contamos con
un árbitro profesional y suficientemente imparcial; así como sabemos que hay
muchas conductas ilícitas o aberrantes que lo mismo comete o reclama cualquiera
de los partidos o candidatos/as o gobernantes, y una de ellas es asegurar que
hay fraude donde perdieron o amenazar o cambiar al árbitro para que actúe a su
favor.

Nos dicen que el estadio
es nuestro, pero seguimos pagando entradas y todos los gastos que se generan y
lo que nos venden para consumir adentro; los jugadores deciden todo y se pelean
con uñas y dientes por los balones. Lo único que tenemos hasta ahora es un
árbitro que aplica las reglas que entre ellos habían acordado, y claro recibe
abucheos y pocas porras de acá o allá según ocurran las jugadas. Tardamos 40
años en alcanzar estos avances y quien tanto peleó porque tuviéramos hasta VAR
(video assistant referee) en los juegos, hoy que gana y juega de local nos dice
que nunca funcionó, hace todo lo posible por cancelarlo y que el árbitro deje
de ser uno certificado, y que lo elija la afición entre las opciones que nos
ofrezcan desde su propio Club. La falacia es que es muy caro, pero no nos dice
que el costo de las entradas se mantendría a cambio de una repetición del mismo
juego que ya vimos en, ¿qué te gusta? 1970, 1976, 1982, 1988…

Dos terceras partes de la
ciudadanía calificamos bien el desempeño del INE. El otro tercio se divide
entre quienes lo califican mal y los que ni bien ni mal. Eso pasa con bien
poquitas instituciones en México.

Ni a mi hijo, de 23 años,
defiendo; sé que él ya está listo para hacerlo, así que en todo su desarrollo y
ante las malas acciones de fuera cuenta conmigo en lo que necesite. Casualmente
el INE anda en una edad similar y cuenta conmigo porque lo respeto. Así que
sigamos contando con el INE para que nuestra Democracia camINE.

—————————————–
*Jorge Valladares Sánchez
Papá, Ciudadano, Consultor.
Representante en Yucatán de Nosotrxs.
Doctor en Ciencias Sociales.
Doctor en Derechos Humanos.

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