Especial / La Revista
En Yucatán todos los círculos políticos especulan
sobre la próxima elección a la gubernatura y en ese ejercicio desmenuzan
encuestas y sacan conclusiones sobre candidatos punteros y candidaturas
irresistibles en la izquierda y la derecha, en MORENA y en el PAN
respectivamente.
Sin embargo, si tomamos dos pasos de distancia y un
poco de calma, podremos observar que lo único cierto en este momento es que la
elección está empatada. MORENA tiene cerca del 40% de las intenciones de voto y
el PAN se encuentra alrededor de esa cifra.
Las ventajas o desventajas de posibles candidatos son
números limitados a sus propios partidos, son opiniones de sus militantes y
simpatizantes, son asuntos internos y en cierta forma completamente
irrelevantes para la elección constitucional. Saber quién es el favorito de los
militantes de MORENA o quién el favorito de los militantes del PAN no
necesariamente nos dice quién puede ganar entre la población general. Son cosas
completamente distintas.
La elección en serio, la de MORENA vs. PAN, la que
será abierta a todos los ciudadanos, no solo a militantes está empatada,
pulgada por pulgada, punto por punto, y el desempate no estará en sus
candidatos o futuras campañas, sino en lo que pase con los electores que no
están alineados en la izquierda o la derecha. Vale la pena analizar esta idea.
Si MORENA y PAN, la izquierda y la derecha, están en
sus topes del 40% de preferencias, o muy cerca de ellos, entonces el nombre del
juego es “quién se lleva los votos del centro ideológico”, es decir, los votos
del PRI, PRD, Nueva Alianza y otras organizaciones.
En el centro de la competencia, entre los dos partidos
grandes, el guinda y el azul, hay entre 100 y 120 mil votos que son los que van
a decidir la elección. Si los votos del centro se van con MORENA habrá
alternancia en la gubernatura; por el contrario, si el centro se alinea con el
PAN, entonces el blanquiazul retendrá la gubernatura. De los partidos grandes,
el que se lleve el voto de los partidos pequeño va a ganar, ese es el juego que
estamos jugando.
Esta idea es reforzada por la polarización de
preferencias políticas en el país y en Yucatán. Los simpatizantes de MORENA van
a votar por ese partido básicamente sin importar quién sea su candidato. En el
PAN el sentimiento más fuerte es contener a la 4T antes que jugársela por un
candidato en especial. Los votos azules y guindas están muy consolidados y no
están dispuestos a ceder una pulgada frente a su rival ideológico, de clase
social y visión del mundo. En ese escenario polarizado, el mejor candidato es
el que haga posible a un partido ganar la elección atrayendo a electores más
allá de las etiquetas, antes que el favorito en los corazones de los militantes
duros, pues los militantes duros no van a cambiar de color y lo que más les
importa es ganar.
Además, ningún candidato en esas organizaciones en
Yucatán (MORENA y PAN) tiene una mayoría absoluta de preferencias. Por supuesto
que hay claros favoritos, pero nadie puede decir que el partido es
abrumadoramente suyo, ni Renán Barrera ni “Huacho” Díaz, para ponerle nombre,
tienen a la abrumadora mayoría con ellos.
Entonces, en ese escenario la pregunta inteligente
para encontrar al candidato que puede ganar la gubernatura no es preguntarse
quién es el preferido internamente por su partido o representa el militante
“duro”; la pregunta correcta es quién es el candidato que sería aceptado por
los militantes de su organización y, además, podría ganar o atraer votos fuera
del partido, es decir, salir a conquistar esos 100-120 mil votos que están en el
centro del espectro político y que van a hacer la diferencia. El morenista o
panista que enamore o atraiga al votante de “a pie” del PRI, PRD y demás, es el
que se va a llevar a su partido al triunfo.
El morenista-más-morenista muy probablemente termine
siendo el peor candidato si la intención es ganar, pues no va a ganar votos más
allá de su partido (por más que sus compañeros de partido lo apoyen), y el
panista-más-panista sin duda podrá realizar una buena campaña pero seguramente
caerá de cara al cielo azul marino sin conquistar a los electores de otros
partidos, especialmente el PRI y el PRD. Peor aún, para Acción Nacional, los
militantes y simpatizantes del PRI y el PRD si se les deja sueltos, de forma
inercial tenderán a irse a MORENA, allá está su raíz ideológica ancestral.
MORENA y PAN (especialmente el PAN), deben asumir que sin un candidato que teja
puentes con militantes de otros partidos difícilmente ganar.
Esto lo entiende muy bien Renán Barrera, que desde su
panismo histórico y hasta purista ha hecho hasta lo imposible por cooptar,
captar y sumar a los cuadros priistas, tratando de cicatrizar heridas y
rencores históricos. “Huacho” está haciendo lo mismo, sumando cuadros y
liderazgos de otras eras geológicas del PRI a su campaña. El problema de ambos
es que están pactando con caciques y cartuchos quemados, no actores
necesariamente vigentes. En un Yucatán cada vez más dinámico, más crítico, con
redes sociales activas y demás, pactar con los caciques y operadores políticos
del ayer, no garantiza los votos del presente y menos del futuro 2024.
Los ciudadanos que simpatizan con PRI y PRD no son
votos mecánicos. La disciplina de esos ciudadanos del centro y de los
ciudadanos independientes tampoco se compra pactando con quienes alguna vez los
encabezaron y ahora se encuentran en una guerra civil al interior de sus
partidos (como está el PRI) o una diáspora hacia el mejor postor. El votante
del centro tiene mente y recelos propios también.
Vale la pena que MORENA y el PAN revisen qué quieren
hacer en el 2024, si atrincherarse y ver a quien favorece la suerte en la
polarización o, desde ahora, tejer una victoria viable con base en candidatos
que puedan sumar a los electores del centro más allá de sus partidos. Purismo o
conciliación es lo que va a definir quién gana o quién pierde. Con esa vara hay
que medir a Huacho, Rogerio, Verónica, Renán, Liborio y cualquier otro.
De entre los aspirantes, tanto del PAN como de Morena,
quien parece contar con los tributos para sumar a panistas, priistas,
perredistas, verdes, nueva aliancistas e incluso morenistas destaca el caso de
Liborio Vidal. Por increíble que parezca el vallisoletano tiene el apoyo de
entre el 15 y 20% de los panistas. Algo inusitado, pues es un recién llegado al
albiazul, vamos ni siquiera es militante registrado. Lo anterior habla de
Liborio como alguien capaz de tejer puentes y alianzas de forma rápida y
fresca, precisamente el factor que va a definir la elección en el 2024. Liborio
fácilmente podría sumar a los votos del PAN las simpatías del PRD y del PRI,
esos 100 mil votos críticos que decidirán quién ganará y podría hacerlo sin la
cooptación abierta que otros posibles candidatos requieren.
Liborio constituiría un candidato del PAN con
versatilidad para tejer alianzas personales que no tengan costo ideológico, e
incluso más de un elector moderado en MORENA podría verlo bien. Liborio estando
hoy atrás de Renán hacia el interior del PAN, puede estar muy adelante en la
elección general a la hora de tejer los puentes que harán la diferencia entre
perder o ganar esos 100 mil votos claves que hoy están sueltos.
Ganar en democracia exige pensar en qué candidato
despertará menos rencores, rencillas o revivirá viejas heridas. Urge analizar
qué candidato hace más atractivo a todo el electorado la propuesta de un
partido y suma esas piezas que garantizan la victoria. El candidato fuerte al
interior de un partido, puede ser el débil en una elección general, esa es una
lección que se repite una y otra vez en los procesos electorales.
En Yucatán la elección entre izquierda y derecha la
definirá el centro, así que el candidato ganador es el que pueda dar a su
organización un espíritu centrista, amable y diverso, eso es lo que hay que
analizar si lo que se quiere es ganar y no sólo competir. Dos colosos, MORENA y
PAN están empatados, el primero en conquistar las pequeñas piezas del centro
armará el rompecabezas de la victoria, hay que pensar quién es el mejor para
encontrar esas piezas.