En una zona desértica a 420 kilómetros al norte de Ciudad de México, antes conocida solo por su paisaje árido, serpientes de cascabel y coyotes, hoy se erige una de las principales pruebas del crecimiento de México como productor global de automóviles. En 2019, BMW inauguró en esta región, cerca de San Luis Potosí, una de sus plantas más modernas, destinada a fabricar sedanes de lujo para mercados tan diversos como Estados Unidos, Europa y China.
San Luis Potosí, una de las ciudades mexicanas que se ha convertido en un centro clave para la fabricación de automóviles, alberga fábricas que producen vehículos de marcas como Volkswagen, Audi, Mercedes, Ford, Nissan y Chevrolet. En los primeros nueve meses de 2024, las fábricas mexicanas produjeron más de tres millones de vehículos, de los cuales dos millones fueron exportados a Estados Unidos, según la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz.
Sin embargo, la creciente importancia de México en la industria automotriz mundial podría estar en peligro debido a las amenazas del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, quien ha prometido imponer aranceles punitivos del 100% o más a los autos provenientes de México, lo que pondría en riesgo el acuerdo comercial entre los tres países establecido por el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).
Si se implementan estos aranceles, los precios de vehículos populares en el mercado estadounidense, como las camionetas Ford Maverick, los SUV Chevrolet Equinox y las versiones del camión Ram, podrían aumentar considerablemente. Trump ha argumentado que estos aranceles impulsarían la fabricación de autos dentro de Estados Unidos, pero los ejecutivos de empresas como BMW advierten que tales medidas perjudicarían tanto a los fabricantes como a los proveedores, que se verían obligados a reestructurar sus cadenas de suministro, con el consiguiente riesgo de pérdida de empleos y tensiones económicas.
En la planta de BMW en San Luis Potosí, por ejemplo, trabajan actualmente más de 3,700 empleados, y los proveedores mexicanos desempeñan un papel crucial en el proceso de fabricación. Las piezas esenciales para los vehículos, como los parachoques y los ejes, son entregadas por proveedores mexicanos a tiempo para su ensamblaje. Estos proveedores cumplen con los mismos estándares rigurosos que los de Europa, Estados Unidos o Asia.
La planta de San Luis Potosí no solo fabrica modelos convencionales, como los BMW Serie 2 y Serie 3, sino que también está en proceso de expansión para producir vehículos eléctricos a partir de 2027. La automatización y el trabajo altamente especializado en la planta son clave para la calidad del producto, pero también lo son los trabajadores calificados y motivados que desempeñan roles manuales en la cadena de montaje.
Aunque la planta está en una región que enfrenta retos como la violencia de los cárteles de la droga, los ejecutivos de BMW señalan que México ofrece una gran reserva de talento y una infraestructura de proveedores eficiente y confiable. La ubicación en San Luis Potosí también es estratégica para acceder a mercados de América Latina, como Brasil, y a China, un mercado importante para la automotriz alemana.
Un área particularmente preocupante para la industria mexicana es la de los vehículos eléctricos, un sector que ya enfrenta desafíos debido a la desaceleración económica global. Ford y Chevrolet producen versiones eléctricas de sus modelos en plantas cercanas a Ciudad de México y Monterrey, respectivamente, y Tesla había comprado terrenos en Monterrey para construir una fábrica. Las barreras comerciales podrían afectar negativamente tanto a los fabricantes establecidos como a las empresas emergentes que intentan ingresar al mercado de vehículos eléctricos.
Aunque México tiene acuerdos comerciales que le permiten exportar a más de 50 países con aranceles bajos o nulos, los aranceles impuestos por Trump pueden afectar no solo a la industria automotriz, sino también a las economías de ambos países. La implementación de tales barreras podría afectar la cadena de suministro que beneficia a ambos lados de la frontera, ya que muchas de las piezas fabricadas en México se exportan a Estados Unidos.
Además, las políticas laborales en México, como la reforma sindical impulsada en el Tratado T-MEC, también están bajo presión. Si bien las reformas han permitido la organización de trabajadores en el sector automotriz, como en General Motors y Goodyear, algunos activistas laborales señalan que aún queda mucho por hacer para garantizar los derechos de los trabajadores en las fábricas mexicanas.
Las amenazas de aranceles y las tensiones comerciales con Estados Unidos ponen en jaque la estabilidad de la industria automotriz mexicana, un sector crucial para la economía del país. Con la revisión del T-MEC prevista para 2026, los próximos años podrían ser decisivos para la relación comercial entre los tres países. Si bien las empresas como BMW insisten en que sus plantas en México seguirán siendo rentables, incluso con barreras comerciales, el impacto de los aranceles podría afectar gravemente no solo a la industria automotriz, sino también a miles de empleos y a la economía mexicana en general.