La Ciudad de México enfrenta una paradoja hídrica: mientras que amplios sectores de la población sufren escasez de agua, las lluvias intensas provocan inundaciones que paralizan la capital. Esta dualidad evidencia las deficiencias en la gestión del agua y la infraestructura urbana.
Construida sobre el lecho del antiguo lago de Texcoco, la capital mexicana descansa sobre suelos arcillosos altamente saturados. La sobreextracción de agua subterránea ha provocado un hundimiento del terreno de hasta 9 metros en el último siglo . Este fenómeno ha dañado edificios, calles y sistemas de drenaje, exacerbando los problemas durante la temporada de lluvias.
Las lluvias intensas, combinadas con el hundimiento del terreno y la impermeabilización del suelo debido a la urbanización, han hecho que las inundaciones sean una constante en la ciudad. Barrios como Iztapalapa han tenido que adaptarse construyendo pequeños diques frente a sus viviendas para contener las aguas residuales .
A pesar de la construcción del Sistema de Drenaje Profundo en 1967, la infraestructura actual no es suficiente para manejar las lluvias extremas. Se estima que un 40% del agua que llega a la ciudad se desperdicia debido a fugas y conexiones ilegales . Además, el crecimiento urbano desmedido ha reducido las zonas de recarga de los acuíferos, agravando la situación.
Es imperativo implementar políticas públicas que aborden tanto la escasez como el exceso de agua. Esto incluye la modernización de la infraestructura de drenaje, la protección de las zonas de recarga hídrica y la promoción de un uso responsable del agua.
La Ciudad de México se encuentra en una encrucijada hídrica. Sin acciones concretas y coordinadas, las inundaciones seguirán siendo una amenaza constante para sus habitantes. Es hora de que las autoridades y la sociedad civil trabajen juntos para construir una ciudad más resiliente y preparada para enfrentar los desafíos del cambio climático.


