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Que cuiden a sus jóvenes palabras que curan en salud

Jorge Valladares Sánchez
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Por: Jorge Valladares Sánchez *
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Me refiero hoy al anuncio dado el día 8 de junio por el Secretario de Salud de Yucatán, Mauricio Sauri Vivas, en el que se refiere a la juventud de nuestro estado como la justificación para las medidas que anunció. Nunca me han preguntado, pero yo sería una de las personas que en encuesta responderían a favor de la evaluación que se tiene hacia el gobierno estatal, no en todo, pero sí. Sin embargo, hay errores que no se deben dejar pasar o quedarse en memes.

Todo mi apoyo y colaboración con quienes, pagados por nuestros impuestos, hagan su trabajo con responsabilidad, dentro de la ley y pensando en el bien común. Hasta simpatía y buenos deseos caben. Me importa casi nada de qué partido provienen y poco la forma en que llegaron. No agradecimiento, ni admiración, pues tienen un puesto que entre todos/as les permitimos y un buen sueldo que nos cuesta mucho con las diversas formas en que pagamos impuestos y tasas. Y frente a sus errores o acciones contrarias al deber: vigilancia, denuncia y acciones. Pero además mi indignación cuando su error o acción inadecuada ofende a las personas a las que deben servir.

Decidí volver a escribir para poner a la vista, ahora y luego, algunas situaciones que creo deben tomar un curso de solución, y en las cuales algo de lo aprendido en mi andar puede contribuir a ello. No acostumbro, ni me conforma, desahogarme de lo que frustra o agrede desde esas personas a las que les pagamos por administrar lo nuestro o tener un asiento desde el que deberían representarnos, y menos aún suelo abrumar a nadie con quejas que se queden en palabras. Pero sí sé que no estoy sólo en la intención de que podemos hacer que esto se mueva, para bien, haciendo lo necesario. Y escribirlo puede servir… Gracias a La Revista Peninsular, por mantenerme en este espacio para compartir. Tal vez sirva de retroalimentación a quien se equivoca, tal vez de punto de unión con más personas dispuestas a corregir.

El primer contenido del mensaje llegó sin palabras. La expectativa era ver de nuevo al Gobernador aparecer a decirnos las medidas que se tomarían, con su acostumbrada corrección, oportunidad y firmeza que contribuyen a mantenerlo como el mejor evaluado del País, y alguna que otra vacilada que él incluye entre sus medidas para asegurarse de no subir demasiado en la aprobación, y así se mantenga la emoción en el ranking. Pero no, ¡sorpresa!, vemos en la pantalla a un Secretario de Salud en toma demasiado cerrada, que no permite apreciar sus movimientos (si es que los tuvo), camisa banca, barba de algunos días, sin fondo o señal que identifique a la institución en el set, inexpresivo, mirando fijamente, apenas parpadeando, de vez en cuando respirando, y leyendo el script del mensaje, lo cual parece haber fallado más de una vez, como lo hacen pensar los cortes en la secuencia; aunque aun así arrastrando varias veces las palabras.

Los primeros 60 segundos sin novedad, haciendo algo que podemos considerar la labor de un Secretario de Salud, que nos da la cara para aportarnos cifras de su tema y nos muestra que en su oficina saben aplicar la regla de 3 para decirnos en porcentaje lo que en cifras ya nos dijo, aunque olviden que en cantidades menores a 100 no tiene sentido aplicar porcentajes.

No entraré al tema de los tiempos y los números, que menciona, para determinar que será el jueves 10 de junio cuando se apliquen medidas “necesarias” para controlar algo que ya estaba a la vista el 3 de junio (7 días antes), pero en ese momento sólo requería monitoreo y no era crítico, pero 5 días después ya lo es; o de la imprecisión de a qué semana de incrementos se refiere para los números tan graves “provocados POR LOS JÓVENES”, pues teníamos 60 casos el 22 de abril (estabilizantes y mínimos), pero la semana que le asusta fue cuando pasamos de 117 a 154, aunque no nos dice cuál fue, ni por qué no hubo problema de brincar de 60 a 117.

No entro a dar precisiones del tema, por 2 razones, una porque no está entre mis especialidades la epidemiología, y entiendo que el informante sí es un experto y cuenta con los mejores asesores en el tema en su Comité de Expertos; por lo cual, lo que yo no entienda ha de ser por mi incapacidad, desconocimiento o porque su mensaje no lo dice, pero mi actitud científica me hace confiar en que allí saben lo que hacen. Y la segunda es porque he leído ya decenas de publicaciones de personas que enseguida detectaron que casualmente el periodo mencionado coincide con las campañas políticas y el momento del anuncio con el fin de ellas. Y en este comentario no tengo intención de cuestionar las motivaciones políticas. Y como diría el Divo de Juárez, lo que se ve, no se juzga.

Se arranca el segundo minuto recordándonos (a quienes estábamos atentísimos a ello) que el 3 de junio ya había señales en los indicadores, pero “no estaban en niveles críticos, pero sí en condiciones para ser monitoreados a lo largo de la semana” de elecciones. Y de allí se abre un torrente de conocimiento que seguramente servirá de mucho para cambiar lo que la ciencia sabe hasta hoy acerca de las juventudes y crear tal vez una especialidad en juvenología.

En el tramo más comentable, dijo que el incremento que mencionó del 3 de junio “se debe, principalmente, al relajamiento de las medidas POR PARTE DE LOS JÓVENES”. Y hasta nos da un ejemplo: “tan solo en la última semana los JÓVENES DE 16 A 39 AÑOS contribuyeron al 70.2 de los contagios”. Dada la causa y el ejemplo, viene la conclusión, así que nos hace saber que eso no es lo grave, si no que “el problema es que, al contraer el virus, contagian a sus familiares, por lo que, inevitablemente, algunos son hospitalizados y hay otros que lamentablemente fallecen”.

Leo con gusto en redes electrónicas que ya mis alumnos, incluso algunos en su momento renuentes, hoy ven aquí un manjar con el cual deleitarse en la exquisita mesa de la metodología científica. Saludos cariñosos para cada cual y sepan de mi orgullo al verles argumentar con elementos metodológicos. Pero juguemos sólo con algunas ideas…

El rango de edad que la mayoría de los investigadores, periodistas, sociólogos y académicos aceptamos para la etapa de juventud es de 12 a 29 años, algunos considerando fragmentarla en adolescencia para los primeros años y juventud sólo a partir de los 18. La afirmación del Secretario significa un error técnico, una aglomeración de dos categorías para justificar su acusación, un descuido técnico (no perdonable por el puesto que le tenemos encargado) o una recategorización sobre la que espero que ya haya escrito para analizarla científicamente.

El referirse a LOS jóvenes, si estuviera bien encuadrado en edades, es correcto en términos de lenguaje, pues abarca a ellos y ellas en esa edad, ¡peroooo! siendo un funcionario público de primer nivel y en esta maldita posmodernidad esperaríamos que se refiriera visiblemente a ellas también. Si no lo hizo es porque le escribieron mal el mensaje, es adepto a la Real Academia, fue otro error de lectura y no leyó “los/as”, o realmente el caso es más grave y sus datos le indican que son sólo los varones jóvenes (o del nuevo rango de edad) quienes ocasionaron con sus descuidos ese disparo en los indicadores.

Lo más rico para la discusión metodológica (y lamentable como discurso político) es cuando habló de “contribución al 70.2% de contagios”. Así, por encimita, puede significar que con sus “malos” comportamientos ayudaron a que suceda que se contagiaran un número (no claro, pues no se indica la semana a la que se refiere) de personas y al contagio de otras poquitas nuestros/as jóvenes no contribuyeron; o, como sería lógico pensar (pero no es lo que significa la frase) ellos/ellas, las personas contagiadas, en esa indeterminada semana, son jóvenes. Parece que sí se refiere a causa, pues al principio dijo: “se debe a”.

Entonces, tratando de entender y suponiendo lo que no es claro, sus datos le indican que:
1. en una cierta semana (al parecer previa al 3 de junio, y que dispara la alarma y la necesidad de otras medidas),
2. unos/as jóvenes “relajaron” (dejaron de cumplir) las medidas (dictadas por el gobierno en semáforo amarillo),
3. y por ello se contagiaron de CoViD, en una semana que no sabemos cuál fue; pero
4. fueron el 70% de los casos de esa semana, comparados con el resto de edades.
5. Ninguna otra variable está presente. Ni campañas electorales; ni la vacunación de adultos de 60 y más con buen avance o inicial de adultos de 50 a 59, ni de sectores como el médico y educativo, ni que la vacunación no ha iniciado oficialmente para las personas menores de 40. De cualquier modo no importa, porque sólo explicarían en esta fuente de datos el 30% de lo ocurrido.
6. Pero no nos preocupemos de la imprecisión de datos y del análisis metodológico inexistente, porque esas personas “jóvenes” contagiadas no son lo que importa; el problema es “que contagian a sus familiares”.
7. Y aquí viene lo temible y que nos debe sensibilizar para entender que se establezcan medidas restrictivas: algunos familiares contagiados (por los comportamientos socialmente relajados de tales jóvenes) inevitablemente serán hospitalizados y otros fallecerán.

Entonces, queda demostrado que otras personas de esas edades (jóvenes) harán lo mismo, a menos que “sus padres los cuiden” y el gobierno se asegure de que nadie circule a medianoche y madrugada, los bares y centros nocturnos dejen de funcionar (las familias que dependen de eso están previstas en el equilibrio entre salud y economía que también se ha considerado en el Comité de Expertos) y se reduzca un 25% el aforo en restaurantes (no importa de que edad sean los comensales) y también en centros religiosos, que suelen estar retacados de personas de estas edades.

Por la insistencia, señalo un margen de duda de si lo anterior es realmente lo relevante o “no comprometer la capacidad hospitalaria” es el bien mayor que ese discurso señala que debemos proteger, incluso tratándose de un sistema de salud que “es el que requiere el Estado”.

No pediré disculpas por el sarcasmo, es meramente didáctico, casi innecesariamente mayéutico. La contundencia, que sí hubo en el mensaje, de la necesidad de las medidas, pide a gritos la protesta pública. Y, ojo, muy importante, creo que hay medidas que se deben tomar, pero ese no es el tema de este comentario. El foco hoy está sobre la calidad de la expresión y argumentación de quien debe responder por nuestra salud y que representa en ese acto a quien debe responder por nuestra integración como comunidad ante problemas que a todos nos afectan. Muchas acciones correctas y positivas se ven devaluadas y peligrosamente atacables a partir de errores de comunicación como este.

Creo que en el manejo o reacción a esta maldita enfermedad-pandemia hay algunas cosas que cada cual ha hecho bien y algunas que hemos hecho mal, pero siendo tan grave como es los aciertos nos sirven a todos/as y los errores aumentan el riesgo de todos/as. Por lo cual conviene apoyar lo positivo que otros hacen y procurar hacer al máximo lo propio.

Además del error de comunicación que estoy señalando, pienso de fondo en la necesidad de revisar que tan científicamente fundamentado está el análisis que realizan las personas responsables de ello y ponderar con mayor sensibilidad las medidas que se imponen y las formas en que como gobierno y sociedad podemos apoyar a las familias a quienes impactan estas decisiones.

Decirle a los padres de familia “que cuiden a sus jóvenes y a sus familias” suena más a agravio que a prevención. Sobra decir que es lavarse la culpa que pueda tener la administración y que polarizar a jóvenes y además a padres de familia es una pésima idea social y más aún política. Como científico debo coincidir con quienes hacen ver en sus publicaciones que sí debemos ser más activos como personas en cuidarnos y cuidar a las demás; a la vez que es evidente el desconocimiento técnico que refleja ese mensaje en cuanto a que las personas de 18 en adelante son responsables legalmente, y en alto grado socialmente, de sus comportamientos. Si fue un error dirigir la culpa al comportamiento de “los jóvenes”, es otro error pedir la solución a los padres de familia de personas que ya son adultas. En el fondo de ambos errores, esa tendencia a señalar culpables, con generalizaciones sin sentido y descuidando la responsabilidad de entender a fondo los temas en los que nos pagan por hallar soluciones.

Ya en el minuto 4.15 oímos nuevamente algo que va bien como mensaje de un médico o un Secretario de Salud, explicando lo que le compete, ayudando a entender las precauciones a tomar. Lo cual deja ver que entre esto y parte del inicio, hay la claridad de lo que sí corresponde a un mensaje para la ciudadanía, pero mucho por mejorar si pretenden, como se menciona allí, “hacer como gobierno lo que les corresponde” o al menos seguir en el puesto que la ciudadanía les provee temporalmente.

Tal vez recuerden, ¡je!, que me gusta terminar con algún dicho o frase conocida, pero tomaré la que usa el funcionario motivo de este comentario. “Trabajando unidos, como uno solo, podemos hacer frente a cualquier reto”. A lo que el saber popular añadiría, “pero no me ayudes compadre, con aliados así…”. Y el diccionario etimológico nos permitiría entender que unión, es la acción de integrarse en uno, y reto viene de re que sirve para reiterar y putare que tiene que ver con evaluar o juzgar: fácil ir juntos/as sí nos sumamos para enfrentar lo que sea; difícil si lo que haces es juzgarme, o a mis amados/as jóvenes (de la edad que sea) o padres de familia (cuidadores o no de sus hijos adultos).

Jorge Valladares Sánchez
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