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¿Será Michelle Obama la candidata en 2020?

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La muerte de su padre y de una amiga a una edad despertaron en la primera dama su vocación de servicio público. Pero ¿será capaz de llevarla hasta las últimas consecuencias?

La primera vez que Barack Obama le pidió una cita a Michelle (Chicago, 1964) ella le dijo que no. Le había prometido a su madre que se centraría en su brillante carrera como abogada y además, “ellos dos eran los únicos afroamericanos en la firma de abogados y le parecía de mal gusto”, según cuenta David Remnick en El puente (Debate), la biografía más extensa del aún presidente de Estados Unidos.

No solo eso. Michelle le presentó al futuro mandatario a una amiga para que ligara con ella. Pero Barack no se desanimaba con las negativas y siguió insistiendo. Finalmente, consiguió esa cita, y la llevó a ver Haz lo que debas (1989), de Spike Lee, y fueron a una heladería de la misma cadena en la que había trabajado de adolescente en Hawai para sacarse un dinerillo. Fue allí donde Michelle finalmente venció sus resistencias y cayo rendida. Según Barack, aquel primer beso le supo “a chocolate”.

Más de veinticinco años después de aquella primera cita nadie duda que Obama tuvo vista al fijarse en aquella brillante abogada educada en Princeton y Harvard, hija de un funcionario municipal de la compañía de aguas y la secretaria de una firma de moda para mujeres. Dos años después de aquel primer beso con sabor a chocolate dos acontecimientos cambiaron el rumbo de su vida. La muerte de su padre y de una amiga de cáncer fueron un golpe tremendo para la futura primera dama que le hizo replantearse su existencia. Decidió entonces que se dedicaría a “mejorar la vida de los demás” y comenzó a trabajar para el ayuntamiento de Chicago como asesora del alcalde y experta en planificación urbana. Y de allí hasta la Casa Blanca el camino ha sido largo.

Estas serán las últimas navidades que Michelle pasará en la emblemática residencia presidencial junto a sus dos hijas, Sasha y Malia, pero sus muchos fans quieren que regrese. Mientras los progresistas de Estados Unidos se lamían las heridas por la derrota a manos de Donald Trump, al mismo tiempo arrancaba una campaña en Twitter con el hashtag #Michelle2020 que llegó a ser trending topic. Hay quien incluso, preso del entusiasmo, elaboró los pósters para su futura campaña:

Después de la derrota de Hillary, millones de demócratas en Estados Unidos lo tienen claro. La mejor posibilidad de que por fin gane una mujer la Casa Blanca es la propia mujer del actual presidente, quien tiene más de un 60% de las simpatías de los estadounidenses, una popularidad mayor que la de su marido, que apenas supera el 50. La historia de cómo Michelle, muy cuestionada en los primeros compases de la campaña presidencial de 2008 porque dijo que la elección de su esposo como candidato demócrata fue “la primera vez que me he sentido orgullosa de Estados Unidos”, frase que no sentó bien en los ambientes más nacionalistas, llegó a reinar tiene que ver con sus propios logros. “Nunca dudé que sería fabulosa”, ha dicho Barack. En la retina, muchas imágenes de un matrimonio unido que ha llevado el amor por primera vez a la Casa Blanca.

Michelle ha conquistado a la nación con su campaña Let´s Move para luchar contra “la epidemia de la obesidad infantil” impulsando el ejercicio físico y una nutrición equivocada. También se ha ocupado de los veteranos de guerra. Y la bella Michelle, que casi parece ganar con los años, ha sido un ejemplo de estilo como puede verse en la última portada del Vogue estadounidense, que protagoniza. “Hay veces en las que me despierto y veo la vista del jardín y el monumento de Washington y es tan bonito que me da un poco de pena”, dice en ese reportaje. Pero la primera dama también añade que cree que “ocho años son suficientes” y que la Casa Blanca “aísla mucho”. 

Michelle ha demostrado durante el mandato de su marido que como él, es una gran oradora. A mediados de octubre, en medio del escándalo organizado alrededor de las palabras soeces sobre mujeres de Donald Trump, Michelle dio un discurso apasionado contra el acoso sexual que obtuvo una gran resonancia mundial. “Sé que esto es una campaña pero esto no trata de política. Esto no es normal. Esto es intolerable y no importa a qué partido pertenezcas, demócrata o republicano, ninguna mujer merece ser tratada de esta manera”.

La agria campaña de primarias demócratas, que Barack Obama ganó a Hillary por sorpresa, dejó heridas. Mucho se escribió entonces sobre la rivalidad entre Clinton y Michelle. Sin embargo, la demócrata ha tenido pocos apoyos tan apasionados como el de la primera dama, que también fue una de las voces más aclamadas durante la Convención Demócrata en la que dijo que no “nos podemos permitir estar cansados o ser cínicos en estas elecciones y esperar a que todo salga bien”. Después, refiriéndose a los hombres acosadores, añadió: “Cuando ellos vuelan bajo, nosotros alto”, una frase que han hecho suya millones de seguidores.

Para dar ejemplo, Michelle se ha pateado el país apoyando con fervor a su supuesta antigua enemiga. Ha dicho que no piensa abandonar esa vocación de servicio público que nació en la brillante abogada después de padecer dos muertes tan dolorosas como la de su padre y su mejor amiga en poco tiempo. Y asegura que su campaña contra la obesidad “será más efectiva sin el trajín constante de cámaras en la Casa Blanca”.

Sin embargo, en el reportaje de Vogue, Valerie Jarret, asesor del presidente y una de las personas más próximas a la pareja presidencial asegura que Michelle no tiene ninguna intención de dar ese paso. A principios de año, en un acto en Luisiana, un miembro del público le preguntó al presidente si había alguna posibilidad de que su mujer se presentara al cargo: “Déjame decirte, hay tres cosas que son ciertas en la vida: la muerte, los impuestos y que Michelle no competirá para presidenta”.

La presión, sin embargo, crece por momentos. ¿Acabará Michelle escuchando la voz de sus millones de fans?

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