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La cara y la cruz del toreo

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La quinta de abono de la Feria del Pilar de
Zaragoza planteaba, en la tarde de este miércoles, una corrida de toros en la
que hacían el paseíllo Enrique Ponce, Cayetano y Ginés Marín, que sustituía al
herido Colombo, que resultó corneado en Valencia este lunes y por tal motivo no
pudo tomar la alternativa. Se lidiaban toros de Juan Pedro Domecq.

El primero de la tarde fue un
toro muy bien confirmado. Astado  prototipo de la casa ganadera que dejó
estar y componer a Ponce con el capote. Saludó el maestro con buen ramillete de
verónicas ganando terreno en cada garboso lance. En varas lo justo y punto. El
valenciano brindó al respetable pero todo quedó en intento de faena. El Juan
Pedro echó la persiana y literalmente no pasó de la muleta salvo en la tanda de
probaturas. En la siguiente con la diestra el abreplaza dijo nones y todo quedó
en esfuerzo baldío. Sin material, dos pinchazos ante un verdadero marmolillo.
Silencio.

Cayetano recibió al segundo con
un saludo largo donde fue ascendiendo la intensidad capotera. Lo mejor la media
en El centro del ruedo. Empujó el Domecq en el peto y después amagó con irse a
las carencias durante la lidia y en buen quite de Ginés Marín. La media con
sabor añejo.
La faena comenzó muy torera, exigente con clase y elegancia por doblones por
bajo. Se impuso Cayetano a un toro que soltaba la cara y que reponía con prontitud
para el siguiente. El diestro rondeño dejaba la muleta muerta imprimiendo ritmo
en las series a diestras y largura en el trazo. Todo iba al alza, rompiéndose
Cayetano y toreando con mucha prestancia en una faena claramente de gran
registro. Cambió de mano para sacar naturales de mucho  poso ante un toro
que sacó fondo y que embestía con tralla. Al cerrar una serie el Juan Pedro le
tiró un certero derrote propinándole una cornada en el abductor izquierdo.
Momentos dramáticos con el rostro del torero ensangrentado y con la pierna
sangrando abundantemente. Cayetano tiró de raza y estoqueó a su oponente con un
espadazo. Dos orejas tras la gran gesta torera.

El sobrero, del mismo hierro,
‘Minucioso’ fue un toro echó hacia delante, con pechos pero de manos cortas y
poco cuello. Toro de expresión seria que se movió en la primera mitad de labor
con cierta continuidad y transmisión pero sólo duró tres tandas a diestras.
Ginés lo muleteó con muchas virtudes en su muñeca como el temple. Muy despacio
estuvo Marín con un toreo de muchos enteros y aguantando parones a mitad del
viaje. Parones que fueron más continuos a partir de la tercera tanda con un
astado muy a menos. Ginés estuvo tan firme como dispuesto ante un animal que se
desfondó pronto. Pinchazo y estocada ante un toro que no ayudó en la suerte
suprema. Ovación.
Los primeros tercios pasaron con poca historia.

El cuarto no terminó de romper
en el capote fue maestro con una embestida desclasada. Se enceló en el peto
largo tiempo en su segunda entrada e hizo cosas en la lidia de falta de raza.
Este llegó al último tercio sin muchas garantías de duración pero una vez más
el catedrático obró el milagro. Enrique Ponce ante un toro que no tenía nada,
le tapó tanto que lo hizo bueno para el toreo. La creatividad fue de tal
parangón que metió en la canasta a un astado reacio a embestir pero de noble
condición. Le puso la pañosa para que el Juan Pedro creyera que el mandaba pero
la verdad fue que el dueño de las embestidas era el maestro valenciano. Tanto,
que la dimensión alcanzada subió a medida que transcurría su ‘clase magistral’
de tauromaquia. El de Chivas estuvo impecable en todo ahormando un faenón
clásico de dimensiones inigualables. Oreja que debieron ser dos tras aviso, por
la insensatez del palco que fueron pedidas con mucha intensidad. Faena de mago
del toreo donde se inventó una creación pictórica en la tierra del maestro
Goya.

El quinto de la tarde fue un
toro muy alto tal vez justo de remate. Que se tapaba con la cara y que debido a
su altura jamás descolgó. El Juan Pedro que deslució el recibo de capote del
extremeño no dijo nada durante toda la lidia. Un astado sin celo, justo de raza
y de embestida anodina. Ginés Marín puso ilusión y empeño pero con escaso
resultado artístico por la falta de colaboración de su oponente. Silencio.

El sexto, un tio de
 amplitud de sienes cornipaso y de conformación baja. Astado de
temperamento y justo de raza como casi toda la corrida. Ponce tras brindar a su
cuadrilla volvió a obrar otra gran faena a un toro que protestaba por arriba y
que por abajo tiraba un derrote al cuerpo sin apreciarlos la mayoría. Toro de
embestida suelta y muchas teclas al que el valenciano con prodigiosa técnica y
estética metió en la canasta. Enrique lo cosió a su primorosa muleta y le firmo
una faena muy compacta. La ligazón y los espacios fueron un ejemplo de
exquisito planteamiento. Un pinchazo en una banderilla y aviso precedieron a
una vuelta clamorosa.

FICHA
DEL FESTEJO

Plaza de toros de La
Misericordia, Zaragoza. Quinta de feria. Corrida de toros. Lleno.

Seis toros de Juan Pedro Domecq.

Enrique
Ponce, silencio, oreja y vuelta.

Cayetano,
dos orejas.

Ginés
Marín, ovación y silencio.

Con información de Emilio
Trigo / Fotogalería: Emilio Méndez, de la página:
http://www.cultoro.com

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