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Confesiones

Guillermo Vazquez Handall
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El decepcionante papel de Mancera le da vida al Frente de las tres mentiras.

Durante las ultimas semanas parecía que quien mejor había leído la situación del llamado Frente Amplio Ciudadano, había sido el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera.
En muy diversas ocasiones exigió públicamente, de manera consistente, que el método de selección del candidato presidencial de esta coalición, tendría que ser democrático y transparente, ya que de otra forma se estaría dando paso a una simulación.
Mas aun si se considera que desde el anuncio de la conformación de esta alianza, estaba claro que la misma no era mas que un mecanismo para la imposición del presidente del PAN Ricardo Anaya, quien por su parte ya se había encargado de deshacerse de Margarita Zavala.
Mancera gano y mucho no solo con esa actitud, también lo estaba haciendo de manera paulita en las encuestas, en algunas incluso rebasando a Anaya, porque independientemente de su aspiración, a diferencia y en contraste Mancera nunca se mostro obsesionado con la postulación, lo que esgrimía era un derecho para competir.
Mancera tenia a su favor a pesar de que el PRD no tiene el tamaño de Acción Nacional, un perfil que podía encajar mucho mejor en la combinación, para ser mas atractivo en las militancias de los tres partidos.
Sobre todo si se toma en cuenta que ideológicamente son completamente dispares y que su alianza única y exclusivamente persigue un fin electoral, por lo mismo Mancera representaba una opción mucho mas plural.
Sin embargo Mancera dejo luchar, se derroto el mismo al hacerse a un lado, con todo y que de el dependía mantener esa exigencia de apertura o en su defecto de ser el candidato del partido de la Revolución Democrática.
Esta lamentable y decepcionante postura puede obedecer a diversas coyunturas, las mas sencillas de aducir conllevan un componente de ingenuidad, en el análisis siempre se debe ponderar que lo mas fácil es precisamente lo que nunca ocurre.
Si el Jefe de Gobierno capitalino se bajo de la competencia, asumiendo que Anaya es mejor candidato, se engaña el y engaña a todos, Anaya se ha convertido en personaje impositivo y arrogante, para quien las cosas solo pueden ser de la forma en que el lo desea, eso solo puede sugerir una vanidad impresionante.
A menos claro que, y eso estará todavía por verse, que Mancera haya privilegiado robustecer a cambio de alguna posición menor para el, que el PRD obtuviera un acuerdo mucho mejor que el planteado originalmente en función de allegarse de un mayor numero de candidaturas para el senado y las diputaciones federales.
Incluso las coordinaciones de ambas bancadas en la próxima legislatura, y teóricamente en el eventual gabinete federal en caso que el frente obtuviera la presidencia de la republica.
Asunto que no se puede descartar porque para Ricardo Anaya no hay precio que no valga la pena a cambio de hacerse de la nominación, aun en contra de los intereses de su propio partido y los grupos que lo conforman.
Para poder convertirse en Rey de Francia, Enrique IV de Borbón debió convertirse al catolicismo, antes de ello expreso la frase que lo hace figurar en la historia por encima de su actuación como monarca “Paris bien vale una misa”
Para Anaya todo lo vale, mas que los puntos porcentuales que el PRD y Movimiento Ciudadano le puedan aportar, eso sin descontar que las militancias de los tres partidos no vayan a votar unánimemente por el, se trata de impulsar la imagen de una conformación solida y tan grande que la haga parecer una opción para la competencia.
Pero lo que Anaya no podrá lograr ni con la coalición, ni con la ausencia de Mancera es una unidad que depende mas que de la imposición, de un liderazgo ganado en el convencimiento.
Es innegable que si desde un principio este seria el resultado del acuerdo, el proceso se manejo mal, no tuvo un método de selección que legitime la candidatura, porque el que finalmente se impuso fue un contrato de intercambio palaciego.
Porque si de lo que se trataba era de fortalecer la controvertida posición de Anaya, entonces Mancera lo debió apoyar sin cortapisas desde el principio, en cambio su renuncia lo que denota es un entuerto que no solo no abona, que seguramente va a dividir.
Un acuerdo que a quien deja mal parado, a pesar de lo lamentable de la dimisión del jefe del gobierno, que a todas luces es claudicar sin dar pelea, es a Ricardo Anaya que una vez mas se coloca como un niño caprichoso, el dueño de la pelota y que si los demás no juegan como el quiere se las quita.
Ahora lo que esta de por medio es si finalmente el Frente se consolida en las entidades, porque la voluntad de Anaya y la debilidad de carácter de Mancera no garantizan que así sea.

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